En su editorial del domingo 7 de febrero, el periodista Horacio Verbitsky, del cual se puede cualquier cosa menos que sea opositor, admite que la idea de recrear una suerte de Junta Nacional de Granos o IAPI es en la práctica, imposible y encuadra esas iniciativas en lo que identifica como “sectores de lo que podría denominarse la izquierda K”.

La lógica que esgrime el editorialista es que no hay tiempo (considerando los dos años que restan del mandato de CFK), que hay iniciativas que no resisten el menor análisis (por ejemplo incautar los silos bolsa, como proponía Luis D’Elía) y que la estructura de la producción granaria argentina hoy es muy distinta a la existente en el primer gobierno de Perón.

Incluso en un momento se muestra sorprendido que un cuarto de las exportaciones de poroto de soja sean manejadas por el cooperativismo agrario, es decir ACA y AFA, o que la ACA supere en ese ítem a las grandes multis.

Pero el baño de pragmatismo al que se sometió la principal pluma de Página 12 no contempló algunos factores estructurales del trading de commodities agrícolas que hoy hacen muy difícil pensar en la estatización del comercio granario.

El mejor ejemplo puede ser China, la segunda economía mundial y sobre la que nadie duda que podría manejar íntegramente la compra de granos si así quisiera. La nación asiática está importando casi 70 millones de toneladas esta campaña (de acuerdo al Dto. de Agricultura de los EE.UU.), que es casi una vez y media la cosecha argentina.

Semejante volumen es llevado a China por las grandes compañías globales, que adquieren el poroto en los EE.UU., Brasil, la Argentina y Paraguay.

Cargill, una compañía estadounidense que está en este negocio desde hace 150 años, comenzó a operar en China en la década del 70 y aceleró su desembarco a partir de los 90. Hoy cuenta con cuatro plantas de molienda de soja, tres en la provincia de Guandong y una en la de Jiangsu. Además actúa en el negocio de la nutrición animal, los almidones y edulcorantes. Allí emplea a más de 7.000 personas.

Pero no solo eso. Cargill es clave en la logística oceánica moviendo con habilitad todo tipo de graneles de un lugar a otro del mundo.

Pero además de Cargill, se encuentran en China operando sus pares ADM, Bunge y Dreyfus. De acuerdo a un artículo del portal Dailynews, estas empresas manejan el 80% del crushing de soja en la nación asiática.

En síntesis: Si uno piensa que estas empresas ya se acercan a los 200 años de existencia y que han sobrevivido a todo tipo de circunstancias políticas, económicas y sociales, es hora de pensar o mejor dicho de repensar cuál es el límite de la Argentina para avanzar sobre la comercialización granaria.

Es factible que China tenga interés en algún tipo de acuerdo país- país con la Argentina, pero que en todo caso sería complementario y no sustituto de su actual sistema de aprovisionamiento. En el mejor de los casos podría funcionar como un esquema sobre el cual se arbitraría el resto de las operaciones, pero hasta ahora esta voluntad, manifestada en más de un encuentro bilateral, no ha avanzado hacia acciones concretas.

Por Javier Preciado Patiño