Este verano, las frutas de estación se fueron por las nubes. Tanto que los $ 8,30 que el Indec calcula que necesita una persona para alimentarse por día y no ser un indigente sólo alcanzarían para comprar un tercio de un pelón, medio durazno o una ciruela en fruterías, supermercados y autoservicios chinos de la ciudad de Buenos Aires. Eso sí, si alguien se toma el trabajo de ir hasta el Mercado Central y comprar una bandeja de ocho kilos, puede encontrar precios más bajos.
Según pudo comprobar LA NACION, en distintas zonas de la ciudad, como Villa Urquiza, Barrio Norte, Caballito y Palermo, el kilo de durazno blanco cuesta entre $ 45 y $ 55; la ciruela, entre $ 40 y $ 45; la uva, $ 40, y el pelón ya directamente se vende a $ 22 cada uno en varios establecimientos, mientras que el kiwi está entre 50 y 60 pesos el kilo, según el comercio y el barrio.
En contraste, las frutas que no son de estación, como la banana o la pera, están a $ 13 y $ 16 por kilo, respectivamente. El pomelo rosado, propio del consumo invernal, cuesta $ 16 por kilo; la manzana, tanto la verde como la colorada, entre $ 16 y $ 20 por kilo.
La lógica indicaría lo contrario, es decir, que lo que es producto de estación debería ser lo más barato, pero en la Argentina actual no hay lugar para la lógica. Tampoco hay sitio para que, tal como reclama Susana Andrada, presidenta del Centro de Educación al Consumidor (CEC), se investigue la cadena de comercialización y se descubra por qué en el trayecto que va desde el Mercado Central hasta los distintos comercios el precio de un producto se duplica.
"Históricamente, en el verano se consume mayor cantidad de duraznos y otras frutas de carozo, mientras que en invierno se comen mandarinas, pomelos y naranjas. Acá ocurre al revés, porque, debido a cuestiones climáticas a las que se les suma la especulación que hacen los comerciantes, la fruta de estación está más cara que la otra", comenta Andrada.
En efecto, según cuenta Fabio Zeta, comerciante histórico del Mercado Central, en ese lugar el kilo de duraznos, ciruelas y damascos cuesta en promedio $ 22,5. "Ese es el precio con el que sale de acá -subraya el vendedor-. Lo que pasa es que después los supermercados lo ponen al doble y detrás de ellos va el resto de los comercios."
Ahora bien, allí donde se cultiva y cosecha la fruta tienen parte de la explicación de esta disparada de los precios. Marcelo Loyarte, director ejecutivo de la Cámara Argentina de Fruticultores Integrados (CAFI), lo resume en pocas palabras: "El clima este año nos hizo de todo, desde heladas hasta granizo, pasando por fuertes tormentas de viento que tiraron la fruta antes de tiempo", explica.
Según Loyarte, en la zona del Alto Valle de Río Negro y Mendoza las frutas de carozo fueron maltratadas por fuertes heladas que redujeron los rindes. "Hubo algunos campos en los que el daño estropeó el 70% de la producción", estima el directivo.
Las malas condiciones climáticas se produjeron en primavera, justo cuando las plantas están en flor, por lo cual el perjuicio para los duraznos, ciruelas, cerezas y nectarinas fue devastador.
No sólo eso. En el caso de los kiwis, que mayormente se importan desde Chile, también el clima jugó una mala jugada. Tanto fue el impacto que provocó allí la helada que los productores chilenos hablan de ella como "el terremoto blanco". Fue un fenómeno tan fuerte e inesperado que provocó la pérdida de todas las frutas de esta época del año, como kiwis y uvas.
Por todo esto, no llama la atención que en la lista de Precios cuidados, que publicó hace dos semanas la Secretaría de Comercio, no figure ni una fruta de estación: ahí sólo se encuentra manzana, a 11,15 el kilo, y pera, a $ 9,60 el kilo