Un grupo de técnicos del INTA Rafaela analizó los indicadores de este primer tramo del verano y concluyó que el índice de temperatura y humedad (ITH), en promedio, fue de 76,9 puntos durante los 22 días de calor extremo. Estuvo casi cinco puntos arriba del valor límite que establece estrés térmico en los animales (72 ITH) y con el agravante de que se registraron picos muy elevados de 87,9 ITH en la cuenca lechera central, en los últimos días de 2013.
El problema es que la mayoría de los tambos todavía no están lo suficientemente preparados para enfrentar el calor. Por eso se pierden unos 300 millones de pesos cada verano por la drástica caída en el ritmo del ordeñe, según estimaciones del INTA.
En el trabajo del INTA Rafaela, que elaboraron los técnicos Miguel Taverna, Laura Gastaldi, Jorge Ghiano y Emilio Walter, se advierte que en este contexto el rodeo lechero, sobre todo las vacas en lactancia, presenta un alto riesgo de sufrir estrés térmico y se reconoce que la falta de infraestructura para mitigar las altas temperaturas complica el manejo.
El estudio indica que menos del 20% de los tambos disponen de sombra natural suficiente para todas las categorías de animales y que no llega al 30% la cantidad de establecimientos que cuentan con sombra artificial en potreros o corrales de encierre.
Además, más de la mitad de los tambos no tiene sombra en el corral de espera de la sala de ordeñe y menos del 10% disponen de sombra y sistema de ventilación/aspersión (para duchar a los animales), a pasar de que es una instalación recomendada para reducir el estrés calórico.
Por la falta de esta infraestructura, durante la ola de calor el rodeo estuvo en condiciones de estrés térmico desde las 7.30 y hasta las 00.30. Lógicamente, la franja horaria más crítica fue la comprendida entre las 12.50 y las 18.20.
Para evaluar hasta qué punto están afectados los animales, hay algunos indicadores que los tamberos pueden tomar en cuenta.
Las vacas agobiadas por el calor aumentan su ritmo respiratorio: el normal es de entre 35 a 50 movimientos por minuto y cuando están estresadas superan los 80 movimientos. Además, respiran con la boca abierta (jadeo) y la lengua les cuelga de la boca. También es frecuente que la salivación sea excesiva y que pierdan saliva por la boca.
Otra cuestiones que delatan una situación de estrés térmico son la disminución de la rumia, el descenso de la actividad corporal y el menor consumo de alimentos.
En cuento a la infraestructura (ver “Ventilador...” ), los productores deben preguntarse si cuentan con la suficiente sombra para sus animales (ya sea natural o artificial). En los potreros y lugares de encierre debería ser de 3,5 metros cuadrados por animal. El consumo de agua también debe planificarse con cuidado. Una vaca adulta necesita 120 litros de agua por día en verano y un buen acceso a las aguadas.
En cuanto a la nutrición, hay que adaptar la ración disminuyendo los alimentos fibrosos e incrementando los concentrados en energía (dieta fría). Y se deben evitar desplazamientos excesivos del rodeo bajo el rayo del sol.
Ventilador, antes del ordeñe
Para mitigar las consecuencias del estrés por calor en el tambo, los técnicos del INTA Rafaela dicen que es imprescindible invertir en sombras para corrales de espera, de encierre y potreros. Como medida adicional, es una buena idea llevar las vacas al corral de espera de la instalación de ordeñe entre las 11 y 12. Allí, es necesario contar con un sistema de ventilación y aspersión. “Si esto no es posible hay que mojar las vacas encerradas en el corral de espera durante 20/30 minutos utilizando la manguera de lavado de pisos”, recomiendan. Luego, hay que llevarlas a un lugar con alimento, sombra y agua.
Los técnicos insisten en que es fundamental realizar las inversiones necesarias para garantizar a los animales el acceso a agua fresca, de calidad y en cantidad Estudios realizados por el INTA, demuestran que las inversiones y pautas de manejo aconsejadas tienen un corto período de repago.
Los montos de dinero a comprometer para limitar los problemas de estrés calórico son reducidos en comparación con los montos de facturación de un tambo, independientemente de su tamaño.