El reporte de Oferta y Demanda mensual del USDA acaba de prever una baja en la producción de maíz para esta campaña argentina. De esta forma, su cálculo ha pasado de 26 a 25 millones de toneladas. Su estimación queda reducida, entonces, en 1 millón de toneladas.

Dada el cuadro de la región agrícola, tal reducción parece una broma.

Veamos porqué.

Los números del USDA son muy diferentes a lo que se manejan en nuestro país. Por ejemplo, el último informe de GEA habla de un volumen de 22 millones de toneladas, a resultas de una estimación en el área sembrada de 3,86 millones de hectáreas.

Estas estimaciones -de acuerdo a nuestro punto de vista- se encuentran fuera de la realidad. Principalmente, la correspondiente al USDA que limita con la ingenuidad.

¿Por qué razón?

En primer lugar porque las siembras se hallan visiblemente retrasadas. Y sería muy lógico que no se complete la superficie planeada.

Los fuertes calores han castigado todos los cultivos y el mayor impacto está cayendo sobre los maíces que sobre los de la soja dada su tradicional inflexibilidad frente a la escasez de agua.

Los mayores daños por la falta de lluvias y el calor imperante durante diciembre se observan, en general, en los maíces más tempranos, pues el momento de floración se desarrolló en los peores días de la campaña; y, justamente en la zona central del país que es la más productiva para este tipo de cultivo.

Los maíces tardíos o de segunda corren mejor suerte pues enero –cuando ocurre su floración y polinización- ha sido hasta ahora sustancialmente más benévolos. Y los pronósticos climáticos resultan relativamente alentadores. Pero ello no significa que la situación sea de parabienes. Sobre todo en el sur de la provincia de Buenos Aires.

En consecuencia, se podría afirmar que el reporte del USDA está totalmente fuera de la realidad. Sólo un milagro permitiría llegar al nivel estimado.
Y aunque más realistas, las estimaciones locales también resultan, hoy por hoy, desacertadas.

Bien puede afirmarse que la cosecha finalizaría en un volumen 20% menor. Estamos refiriéndonos a tan sólo 18 millones de toneladas. O algo similar.

En tal caso, lo que el país dispondría para su exportación caería drásticamente. Algo más de un 30%. Imaginen, señores, la baja en la entrada de divisas respecto a los cálculos oficiales.

Los números serían más o menos así: la industria de producción de cerdos y de vacunos absorbe aproximadamente 3 millones de toneladas y la avícola cerca de 4 millones de toneladas, por lo que éstas se llevan alrededor de 7 millones de toneladas.

A su vez, la molienda requiere más o menos 1,5 millones de toneladas y la industria del biocombustible aproximadamente 1 millón de toneladas.

Así las cosas, y sin tomar en cuenta destinos de menor envergadura, el saldo para venta al exterior se aproximaría a tan sólo 8,5 millones de toneladas.

Lastimoso… ¿no?