Se está armando una campaña para el olvido en el cultivo de girasol. “Una de las peores de los últimos 30 años”, dice Luis Arias, presidente de la Asociación Argentina de Girasol (Asagir), a Clarín Rural .

“Con las condiciones actuales por las que atraviesa el cultivo, con altas retenciones y baja rentabilidad, comienza a haber problemas con los volúmenes producidos, la industria tiene capacidad ociosa y se resiente la inversión en desarrollo de las empresas”, agrega Arias.

Es que la oleaginosa está realmente complicada. Durante la precampaña, las estimaciones expresaban que se sembrarían 1,9 millones de hectáreas y, actualmente, ese número se redujo a 1,48 millones, según estimaciones de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires.

La magnitud de este parate es aun más relevante considerando que el girasol es un cultivo muy sembrado en zonas marginales del país, como la provincia del Chaco y el norte de Santa Fe, el este de La Pampa y el sudoeste de Buenos Aires. Es más, en el nordeste argentino, donde las perspectivas hablaban de 550.000 hectáreas, por causa de la sequía se terminaron por implantar 230.000 hectáreas. “Un 32% de retenciones para esta zona es una carga muy pesada”, insiste Arias.

Y agrega: “Además, esta zona corre con la desventaja de la distancia a los puertos, con lo cual es más necesario favorecer la inversión para que mejore la perspectiva del cultivo”.

En un informe difundido por Asagir, los datos de la caída de la superficie sembrada quedan bien claros. “Si se toma como referencia la campaña 2006/07, la última con menores retenciones y un tipo de cambio más real, desde entonces y hasta la actualidad, en total, la superficie cayó un 43%. En Chaco, un 57%; en Buenos Aires el 37%; en La Pampa el 33%; en San Luis el 72%; en Córdoba el 72% y en Santiago del Estero el 80%”, cita la entidad.

Además, añade Arias, en muchas de estas regiones hay un problema de arrastre que jugó en contra de la siembra del girasol: “la paloma”.

Teniendo en cuenta que el margen bruto del cultivo es bajo esta campaña, el productor está disminuyendo también la inversión en tecnología, con lo cual empieza a desandar el crecimiento que se había logrado en las últimas tres campañas, que fue el de estabilizar los rindes promedio nacionales en 20 qq/ha.

El impacto en la caída de la rentabilidad lo sufren de forma desigual las distintas regiones girasoleras: el sudeste bonaerense, con mayor potencial de rendimiento que el oeste bonaerense o el NEA, padece menos esta problemática. “Para el noreste argentino, el girasol sembrado temprano es el primer ingreso para el productor, con lo cual, no sembrarlo o que tenga menos productividad, es muy negativo”, explica Arias.

En materia de inversiones, a nivel de investigación y desarrollo, los menores volúmenes también impactan en las empresas de semilla, justo cuando están apostando a exportar las innovaciones.

La genética desarrollada en Argentina ya está llegando a los países de Europa oriental y Rusia, que se están transformando en grandes productores y tienen la posibilidad de exportarlo directamente a Europa occidental. En los países de Europa del este, “los híbridos argentinos, más la adopción de la siembra directa en algunos lugares, está ayudando al salto tecnológico que incide en las cantidades producidas”, comenta el presidente de la entidad.

Pero en la actualidad, según proyecciones de Asagir, Argentina podría quedarse con apenas el 8% de las exportaciones mundiales en 2014, cuando llegó a tener el 35%.

Para la entidad, el girasol es un cultivo que se concentró en zonas no centrales. Se “marginalizó”. Por eso, hay que prestarle más atención, ya que cualquier coyuntura adversa le pega de lleno.