Ya pasaron varios años desde que la oruga bolillera (Helicoverpa gelotopoeon) hizo las primeras grandes invasiones que merecieron la atención de técnicos y productores.
Según Daniel Igarzábal, reconocido especialista en plagas, a la bollilera le agradan las plantas estresadas que le ofrecen un hábitat más seguro y una supervivencia mayor. Explica que como parte de la bioecología de la especie, los adultos ponen huevos en la base de los brotes y las larvas recién nacidas se dirigen inmediatamente a los folíolos nuevos. Cuando la planta está bajo estrés, cada folíolo permanece plegado mucho tiempo y la larva allí dentro está menos expuesta a condiciones climáticas adversas y a predadores.
A la hora de controlarla aún se discuten los “umbrales”, dice el experto. Desde los históricos “tres por metro lineal”, hasta una a dos por metro lineal, consigna y agrega que otros consideraron que casi una oruga por metro lineal ya es un umbral. Pero Igarzábal avisa que son variables de acuerdo a las condiciones ambientales y el estado de la planta.
De esta manera comenta que la pregunta que siempre llega es: “¿Cuál es el mejor producto para controlar a la bolillera?”. Señala que un piretroide actúa por contacto sobre la larva y luego por ingestión de la hoja, por tanto no funciona cuando la hoja está cerrada y la larva protegida, por lo cual la ingestión es el mecanismo por el cual se controla, comenta Igarzábal.
Es muy importante que en el lugar donde come la larva haya concentración necesaria de producto. Para ello es muy importante revisar las dosis y usar humectantes de primera calidad.
Los productos fosforados también son seguros, ya que penetran en la hoja, pero debe tenerse en cuenta las dosis de penetración, como en los piretroides, consigna Igarzábal. Pero todos estos tratamientos tienen una limitante: solo protegen la hoja tratada. A partir de observaciones de campo, dice el experto, se encontraban larvas muertas en brotes nuevos que no estaban al momento de la aplicación. Esto se daba solo con rynaxypyr. Así, explica Igarzábal, se diseñó un ensayo para probar la eficacia en el control. Se trató con este activo los tallos de una soja en V1 y dos días después se inoculó con larvas de bolillera en los brotes, los cuales fueron aislados mediante cajas plásticas de la zona tratada.
Para él, los resultados fueron contundentes: las plantas a las que solo se había mojado el tallo controlaron a las larvas que nunca tuvieron contacto directo con el producto y protegieron los folíolos no tratados.
Conocer este mecanismo de control es importante en momentos en que se sospecha sobre la aparición en Argentina de una plaga que actúa muy parecido a la bolillera, la “oruga africana” o “bolillera brava”, que ya hizo estragos en todo Brasil.