El problema es que cuando suena el silbato los jugadores empiezan a moverse". La anécdota fue contada un par de semanas atrás en un encuentro de FIEL por el analista económico Enrique Szewach para ejemplificar los problemas de la economía argentina.
Es verdad: los jugadores de la economía, como los futbolistas, se mueven permanentemente. Y, como en el fútbol, no existe la jugada de pizarrón perfecta, porque ningún equipo juega solo.
La mezcla letal derivada del aumento del gasto público, el incremento de la presión impositiva, la toma por asalto del Banco Central para financiar el déficit fiscal con emisión y con reservas y el cepo cambiario provocó elevada inflación, un freno a la inversión, un estancamiento de distintos sectores de la economía por falta de precios, una enorme brecha cambiaria, millonarias pérdidas de reservas y una creciente tendencia a la caída del salario real.
En este contexto, el gobierno nacional parecería estar ensayando una rectificación a partir del acuerdo con Repsol. Concretamente, habría advertido que el aislamiento internacional no puede ser eterno si se requieren con urgencia inversiones de capital. ¿Habrá comprendido Cristina Kirchner la necesidad de salir del Veraz internacional?
Las señales en el Ciadi, donde se cerraron casos contra la Argentina, y las negociaciones con el FMI por el nuevo índice de precios con el fin de que este organismo financiero dé su visto bueno para un acuerdo por la deuda argentina con el Club de París van en aquel sentido.
El principal costo para el Gobierno pasa por el desmembramiento de su relato. Comienza a derrumbarse el famoso mito del desendeudamiento. No sólo porque todos saben que lo que la Argentina dejó de pagarle al FMI hoy se ha convertido en una monstruosa deuda del Estado nacional con el Banco Central y la Anses, con consecuencias impredecibles. También, porque finalmente habrá que pagarle a Repsol el 51% de las acciones de YPF con un bono en dólares a una tasa no inferior al 8% anual, cuando nuestros países vecinos se han endeudado recientemente a niveles del 2 al 4 por ciento.
Paralelamente, para forzar una caída del dólar "contado con liquidación" -usado para fugar divisas legalmente- y presionar a la baja del dólar "blue", la Anses ha comenzado a vender títulos públicos dolarizados que tenía en su cartera. Al hacerlo, bajó el valor de esos bonos y subió el riesgo país, aumentando el costo de endeudamiento. Y añadió otro peligro: que la Anses se desprenda de bonos con rendimientos en dólares del 15 al 18% anual para financiar al Tesoro a tasas insignificantes, descapitalizando al sistema y a los futuros jubilados.
El nuevo titular del BCRA, Juan Carlos Fábrega, estaría dispuesto a aumentar el ritmo de devaluación del peso en el mercado oficial. El problema es que cualquier tenedor de dólares que advierta esa tendencia difícilmente se deshaga de esa moneda para constituir un plazo fijo en pesos a las actuales tasas inferiores a la inflación. Por eso hay quienes especulan con una suba de tasas. Pero esto, a su vez, encarecería el crédito y afectaría el consumo, algo que no desea la Presidenta. Un laberinto sin salida y un problema: los jugadores, efectivamente, se mueven.