Será cierta la imagen de un neokirchnerismo dialoguista que transmite el flamante jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, y que insinúa en esta nueva etapa el jefe de Economía, Axel Kicillof? ¿O será apenas “el mismo perro con distinto collar”, como decía don Arturo Jauretche, tan citado por l os profetas del odio oficialista que dividieron la sociedad en todos estos años con su siembra de discordias y su vocación por la caza de brujas? Presentado por Cristina en su temperamento de diva televisiva más que como jefa de Estado, para perro en el poder tenemos sólo a Simón: se fue Guillermo Moreno, el “perro guardián” de la ultra ortodoxia K, gritón ordinario, de a ratos una vulgar caricatura de sí mismo, que llevó la economía como un Titanic a toda máquina con el iceberg a la vista.
Ese modo de entender el poder recibió una paliza en las urnas, nunca admitida por el Gobierno. Y aunque con un exilio dorado bajo el brazo, Moreno y sus bellaquerías son ya el pasado. Ni de lejos es lo que insinúa Capitanich, nuevo “hombre fuerte”. El kirchnerismo parece haber tomado nota de los urnazos sucesivos. Debió aceptar que Sergio Massa, líder del Frente Renovador, le marcara la agenda hasta forzar cambios en Ganancias, la aceptación de temas críticos que negaba, como la inflación y la inseguridad, y hasta el despido de Moreno.
Todas banderas del intendente de Tigre en su campaña.
Más aún, al profundizarse la brecha de votos en las legislativas, y tras el retorno de la Presidenta, el Gobierno remodeló el Gabinete y puso la mira en el desbarranco de las reservas y la disparada del dólar.
Claro que también persisten viejos hábitos. Por ejemplo, la cuestión del recorte de datos clave en el nuevo sistema de las declaraciones juradas de los funcionarios, que no permite conocer los bienes de cónyugues o hijos menores no emancipados. El mecanismo es un remanente que quedó en pie de la fallida reforma judicial que la Corte le volteó al Gobierno. Un golpe a la transparencia y acaso más: una puerta entreabierta a eventuales maniobras de enriquecimiento ilícito.
Capitanich puso entre paréntesis otras dos cuestiones que alentaba el kirchnerismo más radicalizado.
Y las pasó a la agenda legislativa ordinaria de 2014. Son la decapitación de la responsabilidad civil del Estado y los cambios en el Código Civil y Comercial. Diputados seguramente votará el proyecto que busca eliminar aquélla responsabilidad del Estado y de los funcionarios. El Senado también dará media sanción sólo con el voto oficialista a trascendentes reformas al Código Civil, luego de haber consensuado con la oposición reformas cuya matriz fue propuesta por la Corte. Hasta que llegó la súbita orden de viraje y, en sintonía con la mirada de la Iglesia, se tumbaron innovaciones y avances de la ciencia en materia de fertilización asistida.
Ninguna de las dos iniciativas será ley antes del recambio legislativo. Así, Capitanich parece imponer una tregua al “vamos por todo” y r eivindica el diálogo como herramienta política.
¿Será compatible todo eso con el anuncio presidencial de “profundizar el modelo” ?