El viernes, el televisivo matarife Alberto Samid denunció que otro empresario del ramo, Jorge “El Negro” Martínez, lo amenazó solo por comprar ganado en el Mercado de Liniers.
“Lo voy a matar, lo voy a mandar al hospital”, es la frase que Samid le atribuye a Martínez. El episodio deja a la vista el sendero de nervios por el que han empezado a transitar algunos empresarios bendecidos por el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, a horas de que éste deje el gobierno.
Samid y Martínez son dos claros ganadores de la políticas de intervención aplicadas desde 2006 por el funcionario saliente. Por eso, forman parte de un grupo que bien podría llamarse “las viudas de Moreno”. Lo integran además otros personajes que rindieron pleitesía al poderoso secretario, como el ruralista Ider Peretti o el dueño del camión de “Carne para todos”, Ricardo Bruzzese.
Samid integra ese grupo porque su red de carnicerías La Lonja ha recibido incontables partidas de “La Barata”. ¿Qué es eso?
Una suerte de peaje que Moreno impuso a las empresas que querían exportar carne: por cada 2 kilos de permisos debían destinar 1 kilo a quien él mismo decidiera. Parte de esa carne iba a los super y permitía tomar valores para el INDEC. Pero muchos camiones fueron a empresarios como Samid o Bruzzese. La discrecionalidad era enorme: hasta el guardaespalda de Moreno, Jorge “Acero” Cali, habría llegado a recibir 30.000 kilos de un grupo exportador de menudencias.
Como tantas medidas tomadas por Comercio Interior, para crear “La Barata” no hubo resolución ni tampoco quedarán registros contables. Su reparto se decidía muchas veces en “La Escuelita”, como llaman a la reunión que todos los viernes mantenía Moreno con empresarios amigos. En esas reuniones, a su derecha casi siempre se sentaba “El Negro” Martínez.
Samid se proclama “El Rey de la Carne”. Pero en la era Moreno ese título debería pertenecer a quien supuestamente ahora lo amenazó de muerte. Desde el frigorífico Panamericano, Martínez pasó a controlar muchas otras plantas de faena del conurbano y domina el fabuloso negocio del sebo bovino, la grasa. Su nombre debutó en los diarios en 2008, cuando atacó a Miguel Schiariti, titular de una cámara industrial que se oponía a los primeros acuerdos de precios. Su foto recién se conoció el 7 de noviembre pasado, cuando Martínez -como titular de la ignota la Cámara de Industria Frigorífica Argentina- se reunió con el ex ministro Norberto Yauhar, pidiendo “transparencia” en el negocio.
Otra clara “viuda” que deja Moreno es Bruzzese. También recibía los cortes baratos que vendía mediante su camión de “Carne para Todos” y en 2011 hasta soñó, desde el Mercado Central, convertirse en intendente de La Matanza con la venía del secretario. Titular de una distribuidora llamada “El Padrino”, Bruzzese pudo poner un pie en el negocio frigorífico hace pocos meses, al ingresar de modo confuso a la planta de La Ganadera Arenales, de Esteban Echeverría, que pertenecía al grupo Penta.
Según sus delegados sindicales, Bruzzese desembarcó allí “armado” y rodeado de “patovicas”.
Pero sin dudas uno de los que más extrañará a Moreno será el tambero de Morteros Ider Peretti, que ganó fama luego de hablar en el velorio de Néstor Kirchner. Tras aquel episodio, Peretti escaló posiciones y se convirtió en titular de dos entidades creadas a la medida de Moreno: el Consejo Argentino de Productores (CAP), que motorizó algunos negocios desde el Mercado Central, y una Cámara de Exportadores (Capeco), que durante un par de años distribuyó ROE Verde (permisos de exportación) para trigo y maíz entre supuestos “pequeños exportadores”.
Muchas de estas empresas eran estudios contables que recibían los permisos y luego los transferían a las cerealeras, cobrando comisiones de entre 10 y 15% de la operación. Peretti desembarcó después en la Confederación General Económica (CGE).
Desde allí -entre muchas otras gestiones- comandó el operativo “pongui-pongui”: recibió donaciones empresarias por 35 millones de pesos.
El dinero era supuestamente para los damnificados de las inundaciones en La Plata. Pero todavía no se repartió.