No es común que una ceremonia de entrega de distinciones suscite el grado de alegría colectiva que irradió la noche de los Premios a la Excelencia Agropecuaria. En ese mundo de gente proveniente de las más diversas disciplinas rurales, cada anuncio con el nombre del ganador, en alguno de los 17 rubros de la competencia, fue una explosión de júbilo compartido.

Ese mundo estaba integrado por productores ganaderos y agrícolas, industriales y científicos que contribuyen con sus logros a la etapa excepcional que atraviesa el campo argentino. Obtienen un reconocimiento, tanto o más evidente que aquí, fuera de las fronteras nacionales. Se lo ha verificado una vez más en Hannover, Alemania, en la gran feria en la cual, días atrás, las calidades de la maquinaria agrícola nacional llamaron la atención del público y expositores. Están acostumbrados también a ese tipo de ecos los productores cuya labor es de continuo examinada, como canon por seguir, por los pares de otras latitudes, entre los que se encuentran quienes incluso provienen de sociedades en general más desarrolladas, más previsibles y con mayor seguridad jurídica y física que las brindadas por la Argentina.

Nadie como Horacio Gutiérrez, el veterano criador de Angus que se llevó uno de los trofeos en disputa, halló las palabras justas para definir los aires en la fiesta que se vivía: "Afuera (entre los vividores del presupuesto público) nos pegan y castigan por producir y aquí esta noche se aplaude y hay una alegría por el éxito". Esa solidaridad contagiosa, esa hermandad que coaliga como forma natural de vida a los hombres de campo, o sea, la misma que los induce a afrontar los infortunios de la naturaleza y el desdén y provocación de los gobiernos amparándose unos en otros, se reflejó por igual en el momento de elegirse a los mejores entre los mejores en las más diferenciadas de sus actividades. Y a compartir todos, como celebración propia, cuando se anunció que la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid) se había hecho acreedora al galardón de Oro, por las contribuciones a una agricultura sustentable certificada en programas abiertos a la adhesión de los productores.

Esta versión de los Premios a la Excelencia Agropecuaria, la undécima organizada por la nacion y Banco Galicia, contó además con los auspicios de Toyota y del Instituto de Promoción de la Carne Vacuna. Se logró la cifra récord de participantes, con más de 230, en una competencia que siempre deja la enseñanza de nuevas experiencias: se destacó, así, que entre los ganadores estuvieran Aceites del Desierto, cuya producción, para asombro de muchos de los presentes, se realiza con nueces; la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de La Pampa, por investigaciones que han logrado determinar el origen geográfico de los vinos blancos, en una suerte de trazabilidad en sentido inverso; o Alto Paraná, que ha realizado inversiones para la utilización de biomasa en energía eléctrica.

El campo, y con él todas las actividades asociadas a sus realizaciones, sigue siendo un ejemplo notable de creatividad e innovaciones. Las cuentas públicas del país no podrían haber sido en estos diez años lo que han sido, incluso en cuanto a desaprensión para dilapidar los resultados de lo que se produce con esfuerzo, sin la tonicidad del sector más competitivo y de mayor productividad de la economía nacional.

En la noche de premiación a los mejores tal vez la más natural de las indagaciones habrá sido por qué tanto trabajo, tanto rigor profesional y tanta devoción por lo que se hace deben sortear, como principal obstáculo, la ignorancia y desfachatez de los gobernantes y de los que, con inutilidad minuciosa, están pegados como mohos al muro enorme e ineficiente del Estado.