Al abrigo del auge de la soja en el país, la industria de biocombustibles fue una de las más florecientes de los últimos años, con un crecimiento explosivo en 2011 y 2012. Pero hoy no son los récords en producción y los grandes volúmenes de exportación los que acaparan la escena, sino la preocupación por el alto arancel que fijó la Unión Europea, lo que clausura ese atractivo mercado, y las tratativas con el Gobierno para encontrar una solución que evite el cierre de plantas y reavive las inversiones paralizadas.
El primer aviso de tormenta para el sector llegó en abril de 2012, cuando España amenazó con dejar de comprar biodiésel argentino en represalia por la estatización de YPF, pero el golpe de gracia cayó hace dos semanas, cuando una cuestionada condena por dumping abrió la puerta para que la Unión Europea subiera el arancel de importación para ese producto local de 8 a 20 por ciento.
Luis Zubizarreta, presidente de la Cámara Argentina de Biocombustibles (Carbio), dice que esta medida complica mucho a la industria, porque significa un cierre de su principal destino de exportación. "En los hechos, este enorme arancel nos cerró el mercado europeo, que era 90% de nuestras ventas externas de biodiésel", explica el directivo.
Zubizarreta comenta que el proceso por dumping se originó en la protesta de ineficientes productores europeos que veían cómo el producto argentino, que abastecía 10% de lo que se consumía en Europa, los obligaba a cerrar sus obsoletas plantas. Sus reclamos fueron efectivos: este año la Argentina exportará a ese destino 500.000 toneladas, un tercio de las que colocó en 2011 y 2012.
Si se tiene en cuenta que la capacidad instalada de esta industria supera los 4,3 millones de toneladas anuales, el panorama de corto plazo para las grandes fábricas (que son las que tienen una enorme capacidad exportadora) es muy complicado. "Algunas están paradas desde fines de 2012 y otras podrían parar muy pronto, o reducir drásticamente su actividad", comenta Claudio Molina, director ejecutivo de la Asociación Argentina de Biocombustibles e Hidrógeno.
Ante esta situación, que dejó a las grandes fábricas con 60% de su capacidad ociosa y congeló las inversiones que se habían anunciado, el sector propuso al Gobierno lo que considera que podría ser una salida para este mal momento: aprovechar que el biodiésel es más barato que el gasoil que se importa y aumentar el porcentaje de corte del gasoil nacional con el producto alternativo. "Hoy es de 7%, pero se puede superar el 10%; la maquinaria agrícola puede ir hasta 20% y la generación eléctrica, hasta superar 20%", precisa Andrés Iolster, gerente comercial de Aceites y Biodiésel de Cargill.
Pero hay algo que suma más palos en la rueda de las grandes plantas: la Secretaría de Energía entrega mayores cuotas de mercado local a las pymes, en detrimento de las grandes. Según Iolster, de un total de 80.000 toneladas mensuales, a los socios de Carbio les toca cada vez menos, mientras que a las chicas les dan cuotas por el total de su capacidad (50.000 toneladas). "Además, a las chicas les pagan $ 900 más por tonelada", acota el empresario.
Sucede que al Gobierno le cuadraba perfecta la ecuación en la que fomentaba a las pymes para que abastecieran el mercado interno y crearan puestos de trabajo, mientras las grandes estaban tranquilas con su exportación a Europa. Pero ahora, con el principal destino cerrado, todo cambió y se necesitan ideas para abrir el juego a todos en el plano doméstico.
Ahora bien, el gasoil importado está libre del 41% de impuesto que pagan el biodiésel y el gasoil nacional, por lo que, para que el biocombustible sea competitivo a la hora de usarse como corte, debería equipararse la situación impositiva. "Hoy el biodiésel es US$ 150 dólares/tonelada más barato que el gasoil que se importa, pero como el gasoil que se importa no paga impuesto, para la petrolera es más barato ese producto", se lamenta Zubizarreta.
Molina dice que desgravar al gasoil mineral importado y gravar al biodiésel de producción nacional es ilegítimo y que se trata de una política de "anti compre nacional" y opuesta al agregado de valor en origen, que suena contradictoria con los fundamentos del modelo promovido desde el Gobierno.
Todo esto ha llevado a que, como destaca el consultor en granos Gustavo López, las nuevas inversiones hayan quedado totalmente paradas y las antiguas traten de funcionar como pueden, pero sin saber dónde podrán vender el biodiésel. Por otro lado, también tienen dificultades para conseguir la materia prima, puesto que, por la coyuntura actual, los productores sojeros retienen su soja o difieren la venta.
El repunte de la exportación a los Estados Unidos en los últimos dos meses no cambia la situación, puesto que, como aclara Iolster, eso se debe a que todos los exportadores se apuraron a colocar allí su producto antes de fin de año, fecha en que vence un subsidio de US$ 300 por tonelada que da el gobierno americano al corte de gasoil mineral con biodiésel.
UN AUGE QUE CEDIÓ PASO AL TEMOR
La Argentina tiene la industria de biodiésel más desarrollada del mundo, producto de inversiones por US$ 1200 millones, desembolsados desde 2007 hasta la actualidad. Alrededor de este complejo surgió también todo un segmento de proveedores de insumos para abastecer plantas que ocupan en promedio a 45 personas.
Pero este sector, que fue impulsado por el Gobierno con una retención de 14,6%, 20 puntos menos que la de la soja, tuvo la primera decepción con la actual administración el año pasado, cuando se les aumentó a 20,8% esa alícuota.
Eso no es todo. Las grandes fábricas se quejan de que el Gobierno favorece a las pymes, con el argumento de que así promueve el empleo en el interior. Esa diferencia no causó mayores roces mientras el mercado externo gozó de buena salud, pero ahora que se cerró Europa y las grandes quieren volcar su producto en la plaza doméstica, las diferencias salen a la luz.
Entre grandes y pymes hay en el país 25 plantas elaboradoras de biodiésel. Las grandes integradas (es decir, las que tienen molienda, elaboración de aceite y fabricación de biodiésel) son Dreyfus, Renova (Vicentín, Molinos y Glencore), Bunge y AGD (una cada una), Noble, Cargill y Viluco. Éstas, más las no integradas, como Unitec (Eurnekian) y Patagonia Bioenergía, tienen una capacidad de producción de 2 millones de toneladas anuales.
Entre las pymes están Gente de la Pampa, Diaser, AOM, Aripar, Biomadero, Diferoil, Ecopor, Maicop, Pitey, Rosario Bioenergy, Soyenergy, Oilfox, Bolsan, Agrupación Oeste.
Para Andrés Iolster, de Cargill, si no se solucionan los problemas actuales de falta de un mercado en el que colocar la producción, más tarde o más temprano, todas las plantas de la industria de biodiésel más desarrollada del mundo estarán en peligro..