El establecimiento El Mangrullo –ubicado en Metán, Salta- fue uno de los primeros en ver el comportamiento de las Súper Sojas BT de Nidera que ya comenzaron a sembrarse en el norte del país. Unas 2.000 hectáreas se dedicaron el año pasado a la multiplicación de los nuevos cultivares, disponibles comercialmente para la campaña 2013/14. Se trata de variedades adaptadas al norte del país, que cuentan con el mejor germoplasma del semillero y a la vez combinan los beneficios del evento RR2, de resistencia al glifosato y alto rendimiento, con el primer gen BT que ofrece resistencia a lepidópteros.
La combinación de estas cualidades aumenta el retorno de la inversión de los productores, ya que conjuga una importante reducción del costo de producción -al no requerir los tratamientos contra el ataque de las orugas- con el mayor ingreso que proporciona el incremento de la productividad del cultivo.
Esteban Guerineau es el gerente de producción de El Mangrullo y una opinión calificada para los productores del Norte. En los últimos años, el campo ubicado en Metán vino acumulando experiencia con las Súper Sojas BT, que fue minuciosamente registrada por Guerineau.
En su opinión, esta tecnología para el control eficiente de lepidópteros llega en un momento clave para el NOA, ya que este complejo de orugas les ha estado trayendo bastantes problemas en los últimos años, por el incremento de los costos y las dificultades para realizar tratamientos. “Prácticamente todos los lotes de soja del NOA reciben tratamientos contra insectos que, dependiendo de una serie de factores, por lo general rondan las 3 aplicaciones. Pero durante los últimos años vemos casos de lotes que aún con 6 o 7 aplicaciones sufrieron fuertes defoliaciones que reducen significativamente los rendimientos”, detalló el ejecutivo.
“Aunque depende de diversos factores, las situaciones extremas las encontramos en las zonas del NOA en las que el antecesor de la soja es el cultivo de garbanzo, sobre el que la isoca bolillera ejerce una gran presión ya que, aún con poblaciones reducidas, estas orugas provocan daños importantes prácticamente desde que arranca el cultivo hasta que completa su ciclo”, relató.
Según Guerineau, “aún con dosis muy altas de productos organofosforados y piretroides -los caballitos de batalla para el control de complejos de orugas muy complicadas como bolilleras y medidoras-, los resultados son muy erráticos. Por lo tanto, se debe recurrir a los productos más modernos, como las diamidas, que en general son eficaces pero de alto costo”.
El responsable de El Mangrullo citó algunas experiencias medidas en establecimientos de la empresa ubicados en distintas localidades de Salta. En un lote de Río Piedra, sembrado con una soja RR1, tuvieron que realizar 3 tratamientos, dos con diamidas y uno con carbamatos, que entre el costo de los productos y las aplicaciones totalizaron 52,44 dólares por hectárea. Mientras que en otro lote del mismo establecimiento, con una variedad del mismo grupo de madurez pero de las nuevas Súper Soja BT, no fue necesario realizar tratamientos contra lepidópteros.
En otro campo, ubicado en la localidad de Macapillo, un lote con RR1 requirió 6 aplicaciones (3 de diamidas, 2 de carbamatos y 1 con piretroides) que totalizaron un costo de 93 dólares por hectárea, pero de todas formas causó un daño foliar no menor al 25%, frente a otro lote con una variedad BT que no necesitó tratamientos.
Respecto de las diferencias de rendimientos, Guerineau encontró en El Mangrullo y en Río Piedras diferencias a favor de las nuevas variedades de 10% y 17,9% respectivamente, en ambos casos con riego. En lotes ubicados en la provincia de Tucumán, en condiciones de secano y en una campaña muy afectada por la sequía, esa diferencia llegó al 94,6%. Sin embargo, Guerineau se muestra muy cauto con estos resultados.
“No tienen rigores comparativos –explicó-, pero vemos que las nuevas sojas ofrecen muy buenos rendimientos, con plantas que muestran mucha estructura y porte alto aún en fechas de siembra avanzadas y con muy buena performance en siembras medias y tardías. Además, no observamos daños por lepidópteros, tenemos menor costo de producción por no requerir tratamientos contra orugas, logramos menor impacto ambiental, y un alto peso de 1.000 granos”.
Para este gerente de producción, la nueva tecnología trae además una gran yapa: “al aliviarnos con el control de lepidópteros, las nuevas variedades nos dan mayor disponibilidad de recursos y tiempo para dedicar a otros problemas, como las malezas resistentes y el complejo de picudos”.