La sequía del ciclo 2008/09 fue “un antes y un después” para muchas empresas agropecuarias. A partir de ella, se recalculó el rumbo productivo para darle forma a una nueva estrategia, más flexible y estable, que amortigüe este tipo de contingencias.
Los Solimano, en la localidad bonaerense de Rawson, cercana a Carmen de Areco, constituyen uno de esos ejemplos de empresa agropecuaria mixta que hizo los ajustes necesarios, luego de la sequía, para no volver a sufrir un desequilibrio de aquella envergadura.
Luis y María Solimano, él licenciado en administración de empresas y ella médica veterinaria, son dos hermanos a cargo de San Pedro Agropecuaria, una firma que combina agricultura y ganadería de ciclo completo. Este esquema de integración se organiza en tres grandes módulos, comenta Luis, que es el administrador general del establecimiento desde hace 24 años, desde cuando su padre dejó de realizar esa tarea. Está el módulo agrícola, el ganadero y el de la empresa de maquinaria, que incluye todas las máquinas propias para hacer las tareas, más los camiones para la logística al puerto.
San Pedro Agropecuaria trabaja sobre 7.000 hectáreas entre las localidades de Rawson, Chivilcoy y Tapalqué, todas en la provincia de Buenos Aires, de las cuales 5.000 hectáreas son propias y las restantes alquiladas.
Dentro de este modelo, la agricultura abarca una mayor superficie, ya que representa el 66% y se distribuye entre campos propios y alquilados, mientras que la ganadería es el 34% restante y también se hace bajo ambas modalidades.
El maíz principalmente, y en menor medida la soja, es el punto de contacto entre la agricultura y la ganadería y que podría entenderse como el núcleo de la competitividad de esta empresa.
En esta línea, Luis Solimano cuenta que en todos los campos de la firma las rotaciones agrícolas incluyen tres secuencias de cultivos, aunque con variantes de acuerdo al ambiente.
Una es la aplicada para los campos de mayor potencial, que es la rotación tradicional en la zona núcleo (soja de primera-trigo o cebada/soja de segunda-maíz de primera) y otra para lotes más “inferiores”, que son muy comunes en estos ambientes, o para aquellos sitios con historia ganadera. En estos casos se apunta a la estabilidad en los rendimientos, por lo cual se hace soja de primera-cultivo de cobertura/soja de primera-maíz tardío.
Según aclara Solimano, la inclusión en las rotaciones de los cultivos de cobertura y el maíz tardío fue una de las enseñanzas que les dejó la sequía del 2008/09. “En esos ambientes inferiores del campo, no confío en el trigo, pero tengo que generar cobertura para ayudar a estabilizar los rindes. De esa forma encontré con la avena, el centeno o el triticale una alternativa muy interesante para cumplir con este objetivo, además del aporte de rastrojo que luego hará el maíz tardío”, dice.
En esos mismos sitios del campo, de menor calidad, se está haciendo una fertilización muy fuerte para recuperar la fertilidad química. “Muchos de estos campos tienen historia ganadera y por esta causa acarrean una ligera acidez, según el resultado que nos da el análisis de suelo. Por eso, estamos aplicando enmiendas correctivas para neutralizar el problema, además de aplicar fósforo y nitrógeno”, indica.
En el caso de San Pedro Agropecuaria, el maíz tardío fue ganando tal preponderancia que desplazó al sorgo de los ambientes de menor calidad y es el 50% de la totalidad del maíz sembrado.
“Diferir la fecha de siembra para el mes de diciembre fue una muy buena decisión por varios motivos: dí con un cultivo estable y que rinde más que el sorgo, y a su vez me aporta más calidad a la ración. Por su fecha de secado, también tardía, además logré tener activa por más tiempo a la empresa de maquinaria, porque empezamos a cosechar maíz en marzo y lo hacemos hasta julio”, comenta, relacionando lo productivo y lo empresarial, un eje central en esta eficiente integración.
Pero, más allá de la agricultura, otro de los aspectos centrales de la empresa es el manejo de la ganadería. También la pata ganadera está dividida en tres partes: la cría en campo propio y alquilado, una recría que se hace a campo y confinada a base a silo de autoconsumo, y verdeos de invierno y pasturas de primavera-verano para luego ir terminando a los animales en un encierre a corral desde este momento del año hasta julio/agosto del año que viene.
Nuevamente, Solimano recuerda la sequía y dice: “En ese momento quedó mucha ganadería en el campo sin pasto, porque toda la hacienda se manejaba 100% demanera pastoril y, para no perder animales, en aquel momento se terminó encerrando. De esa forma, nos dimos cuenta que para que cerrara todo el ciclo y hubiera una salida definida de la hacienda, había que cambiar el sistema”.
Ahora, con la experiencia acumulada, el productor pondera la estrategia elegida, que se basó en sacar a la recría del campo y manejarla entre el pastoreo de un verdeo o una pastura, según la época del año, y silo de maíz de autoconsumo.
“Con esto se ganó previsibilidad en la salida de los animales y se liberaron más hectáreas para la agricultura”, precisa.
Dentro de este esquema de integración, la ganadería consume unas 2.000 toneladas de maíz, más expeller de soja, que aporta la parte proteica de la dieta. Con todos estos datos, Solimano habla de las ventajas de poder integrar ambas actividades.
“El maíz se dirige directamente a la ganadería libre de todo gasto de comercialización o de flete; además, esa integración permite tener el circuito ganadero de punta a punta y una invernada flexible para aprovechar la oportunidad de hacer un buen negocio por una suba en el precio”, comenta.
El hecho de integrar, aunque no sea algo nuevo, sigue mostrando la gran fortaleza que brinda a la empresa agropecuaria. Además de abrir oportunidades en dos frentes, el agrícola y el ganadero, permite lograr una gran estabilidad ante las crisis.
El caso de los Solimano así lo demuestra.