Finalmente el futuro llegó. Y está cayendo sobre las espaldas de un gobierno que, por impericia ó vaya uno a saber qué interés, deja a la economía en aguda situación.

Seguramente la ambición electoralista, como medio de incremento de poder, es la que ha primado en este camino tras resultados de corto plazo.

El problema es que ahora estamos lejos del corto plazo. Atrás ha quedado.

Hemos ingresado en el largo. Así, el otrora poderoso trípode de producción agrícola expresado en el maíz, el trigo y la soja tiene hoy por hoy dos patas prácticamente quebradas. Y con dificultades enormes para satisfacer la demanda.

Como sabemos, la cosa no proviene de lo comercial sino de la producción, desalentada a rabiar.

La siembra de maíz en la nueva campaña está muy atrasada; y con una cama de siembra de inadecuada humedad. A su vez, la incertidumbre por el abastecimiento del cereal crece día a día. Además, el trigo no está pasando un buen momento por la escasez de lluvias.

La tercera pata, la soja, está en otra situación. Mantiene un vigor diferente –aunque recién está comenzando la siembra- justamente por haber sido su castigo algo atenuado en comparación al trigo y el maíz.

Sin embargo, la oferta proveniente del disponible no logra cumplir satisfactoriamente con las exigencias de la industria sojera y de la exportación. Acá no se trata de un problema de producción sino claramente comercial.

El cuello de botella -si se lo puede llamar así- ha sido generado por la propia política económica sustentada en la incertidumbre y en un comportamiento permisivo con el cáncer de la inflación.

De acuerdo a la información del Ministerio de Agricultura sólo el 74% de la oferta se habría colocado, al día 2 de octubre. En la campaña previa, este ratio fue de 87%.

Pero hay más datos. Cerca del 30% de la producción nacional no tendría todavía fijado el precio.

A vuelo de pájaro, resulta sorprendente la actitud de los productores con tan gran reticencia a establecer valor cuando la realidad es que el cuadro presente se muestra alentador sobre todo porque la tan aguardada recomposición de stocks en EE.UU. ya se sabe que no se va a dar.

Sólo al ambiente interno de incertidumbre, alta inflación y falta de reglas puede explicar la escasa disposición a desprenderse de mercadería o a fijar valor por parte de los productores.

Porque desde el lado externo, las amenazas sobre los precios son bastantes preocupantes. La realidad es que viene en camino la cosecha del hemisferio sur.

Brasil aguarda una producción. De acuerdo al organismo CONAB, cosecha giraría en torno a 89 millones de toneladas. Se trataría de 7 ú 8 millones más que lo obtenido el año pasado.

Dos patas de la producción agrícola han sido quebradas y la tercera se esconde por temor al zarpazo de un futuro local comprometido. Pese a ello, convendría plantearse la posibilidad de ventas o fijación cuando se registren picos de valores interesantes.