Cristina Fernández parece estar emulando, por momentos, a Fernando de la Rúa. El ex presidente de la Alianza tomó distancia de las legislativas del 2001 no bien presumió una derrota. Luego sobrevino el derrumbe. A la Presidenta no le aguarda nada de eso, aunque sí un irrefrenable crepúsculo. Sabe que la derrota política del 27 de octubre no podrá ser compensada por el relato, por las matemáticas de las bancas ni por la condición de primera minoría. Por esa razón se aparta discretamente de la campaña y de sus candidatos.
También, de los virajes forzados por una oposición que, después de mucho tiempo, le arrebató la iniciativa de la agenda pública. Se refugia en los anuncios de Gobierno y habla hasta por los codos. Cinco discursos la semana pasada. Cultiva una imagen de mujer amigable y generosa. Habría que ver cuánto tiempo conserva esa máscara.
Daniel Scioli y Martín Insaurralde han tomado nota de la novedad.
Ya no consultan a la Casa Rosada cuando deben hablar o tomar decisiones.
El gobernador de Buenos Aires se cobija en la vieja estructura del PJ pensando en su proyecto presidencial. El intendente de Lomas de Zamora se recuesta sobre el mandatario provincial y hace publicidad prescindiendo ahora de la foto de Cristina. También cavila sobre su porvenir político una vez que pase la segunda derrota. ¿Ir como diputado al Congreso o quedarse un par de años más comandando el poder del territorio?
Preferiría afincarse en Lomas.
Los nuevos tiempos parlamentarios podrían devorarlo con facilidad.
Scioli resolvió apurar el calendario ante el temporal electoral que viene. Los cambios de rumbo (inseguridad e inflación) no parecen ser tomados en serio por la sociedad bonaerense. La brecha con Sergio Massa, según las encuestas que él mismo posee, siguen sin bajar de los diez puntos. Insaurralde asoma estancado en los números de agosto (29%) y su falta de conocimiento público forma parte de una fábula política. El gobernador de Buenos Aires volverá esta semana a atrincherarse en la maquinaria del PJ con la intención de señalarle a Massa que su progreso en el peronismo no será sencillo.
Aquella estructura, sin embargo, garantizaría poco. El problema del Gobierno ya no radica, únicamente, en los grandes centros urbanos imposibles de rescatar.
El temor y la tensión por octubre se expande en otras provincias, menores y antes inexpugnables. ¿Se recuperará José Luis Gioja en San Juan? ¿Podrán desprenderse Juan Manuel Urtubey, en Salta, y Eduardo Fellner, en Jujuy, de las parejas elecciones primarias? ¿Logrará conservar Jorge Capitanich en Chaco su estrecha ventaja? Sólo Sergio Uribarri, en Entre Ríos, y José Alperovich, en Tucumán, parecieran liberados del acecho opositor. Si algunos de esos pronósticos se cumplieran, el pejotismo quedaría disminuido y el proyecto presidencial de Scioli podría sufrir un duro golpe.
De hecho, al aparato del PJ no lo ayudan los antecedentes cercanos. Desembarcó hace semanas en Corrientes para darle el último envión al candidato kirchnerista Camau Espínola y apoderarse de la gobernación. Acicateó además la postulación del senador radical Nito Artaza por afuera del partido. Pero terminó venciendo el radical y actual mandatario, Ricardo Colombi.
El mayor incordio para Scioli sería ahora Buenos Aires. Nunca tuvo en esa geografía un aparato político sólido. Su puntal fue su propia imagen que ha comenzado a dañarse por la vecindad con el cristinismo. Para colmo, los ultra K con sus acciones en lugar de ayudarlo lo perjudican. Los incidentes contra Massa en La Matanza resultaron un baldón. En ese distrito –en el barrio El Tambo– vive Luis D’Elía. Los ataques ocurrieron cerca de allí. Vecinos del ex piquetero denuncian un clima de permanente hostilidad.
D’Elía justificó los piedrazos contra Massa aunque se retractó tras el llamado de un diputado camporista.
El gobernador e Insaurralde también reaccionaron con vacilaciones. El candidato, incluso, sembró desconfianza y trató de aparear ese episodio con el robo a la casa del intendente de Tigre, ocurrido antes de las primarias. Quizás no esté al tanto del avance de esa investigación. El juez Esteban Rossignoli tendría varias cosas comprobadas. Que el prefecto Alcides Díaz Gorgonio, autor del delito, habría cometido el hecho como parte de un plan. Estuvo encargado personalmente durante más de dos semanas de vigilar la residencia de Massa y sus movimientos. Que los efectos sustraídos, luego recuperados, fueron algunos documentos pero, sobre todo, dinero recaudado para la campaña.
Que el entrecruzamiento de llamadas telefónicas revelaría la participación en el plan del Ministerio de Seguridad.
Nadie en el juzgado menciona a Sergio Berni pero sí a la dependencia que encabeza. Nada sería divulgado antes del último domingo de octubre.
Quizá la réplica solapada de Massa a esos sucesos haya transitado por otro andarivel. El bloque de diputados massistas en el Congreso forzó al kirchnerismo –antes de que se debatiera el Presupuesto– a una recordación por el asesinato del jefe cegetista José Ignacio Rucci, acontecido hace 40 años, dos días después de la victoria electoral de Juan Perón. El asesinato fue siempre autoatribuido por los Montoneros. Como complemento, los hijos del ex sindicalista pidieron al juez Ariel Lijo, que lleva la causa reabierta, la citación de la diputada nacional kirchnerista, Gloria Bidegain, y del ex legislador Miguel Bonasso.
La pista que se sigue indicaría que las armas utilizadas para el ataque habrían sido aportadas por la Policía Bonaerense y el Servicio Penitenciario provincial. El gobernador era, por entonces, Oscar Bidegain. ¿Qué tendría que ver con todo eso su hija, hoy diputada? En forma directa, nada. Pero Gloria habría sido en esa época la pareja de un ahora verborrágico diputado ultra K, ligado también a la conducción de Montoneros.
El intendente de Tigre tendría en elaboración otra propuesta que podría incomodar al Gobierno y capturarle la iniciativa como sucedió con la inseguridad y la inflación. Tampoco esas cuestiones son de su exclusiva propiedad. Aún con divisiones, todo el arco opositor machaca contra Guillermo Moreno y denuncia la ineficacia para combatir el delito. En este tramo de la campaña podría tocarle el turno al Memorándum de Entendimiento con Irán. Hubo contacto entre diferentes bloques del Congreso. Resta saber qué harán los kirchneristas que vieron con malos ojos ese pacto por el atentado en la AMIA.
Cristina desnudó en Naciones Unidas la impotencia por la falta de resultados del pacto con Irán, nueve meses después de rubricado. Rogó alguna señal que el nuevo régimen de Hasan Rohani concedió: Héctor Timerman se reunió ayer en Nueva York con su colega persa. El saldo resultó bien módico: Irán dio por convalidado el pacto, pero no ofreció un solo indicio de cómo seguirá la historia.
La Presidenta viene pagando por esa jugada elevados costos internos y externos. Hizo aprobar de apuro el Memorándum en el Congreso con los votos justos. Rompió lazos además con la comunidad judía. Arrojó dudas y sombras sobre la investigación que por el atentado de 1994 realizó el fiscal Alberto Nisman, por expreso pedido de Néstor Kirchner.
La Presidenta navega en el plano externo a contramano del reacomodamiento mundial. Selló el pacto con Ahmud Ahmadinejad, que d ejó el poder desentendiéndose del conflicto por la AMIA.
El ex presidente tuvo siempre posiciones extremas que atemorizaron al mundo. Su sucesor, Rohani, insinúa un giro en todos los frentes. Dialogó en la Asamblea de la ONU con Barack Obama y otros líderes de Occidente. Reconoció explícitamente el Holocausto. Hasta podría participar, junto a Washington y Moscú, en la búsqueda de una salida consistente para la grave crisis en Siria. Cristina pareció hablar en la ONU ajena a esa realidad. Vinculó su pelea con los fondos buitre al Memorándum con Irán. Arremetió contra Washington y contra otras potencias.
La idea incipiente del massismo consistiría en denunciar en el Congreso, por incumplimiento, aquel Memorándum.
Pero aguardarán antes si la gestión de Timerman con Irán tiene alguna señal concreta.
El intendente de Tigre actúa en dos tiempos. Debe castigar al cristisnismo donde le duele en la campaña. Pero está obligado, además, a sostener la expectativa si en octubre se consagra ganador. Su acercamiento a Carlos Reutemann iría en esa dirección. También, en la de tender puentes con un sector, el campo, que fue tomado desde el 2008 por la Presidenta como contendor. La reaparición del ex gobernador de Santa Fe dio pábulo a infinidad de conjeturas. Incluso a la de una futura fórmula junto a Massa.
El senador la desestima. Pero quienes lo frecuentan, dicen verlo entusiasmado. Empujado, tal vez, por algún deseo de regresar al ruedo grande.
Para las elecciones de fines de octubre falta mucho todavía. Para el 2015 una verdadera eternidad. Nadie en la oposición pretende sobresaltos ni traumas. Por ese motivo, más allá de las ardorosas discusiones y de sus propias fragilidades, dejó correr en Diputados el impresentable Presupuesto 2014.
Cristina, de no mediar sorpresas en el Senado, contará con esa herramienta para seguir gobernando. Tendrá hasta el final de su mandato, también, el atajo de la emergencia económica.
¿Emergencia en un país que, según su prédica, florece cada día?
No habría respuesta para tanto contrasentido, para tanta sandez.