IGUAZÚ (De un enviado especial).- La decisión de mantener 16.500 hectáreas como reserva de la Selva Atlántica, sobre un total de 110.000 de bosque nativo que la empresa Alto Paraná conserva en la provincia de Misiones no es usual. Pero así lo sostiene la firma a través de la reserva San Jorge, una extensión que se mantiene intacta desde 1999 y que permite que exista un corredor entre los parques nacional Iguazú y el provincial Urugua-í que, sumado al parque nacional brasileño Foz do Iguaçu completan una porción de 301.000 hectáreas de bosque en estado virgen e interconectados.
"La eficiencia productiva es la que hoy hace posible la conservación", destaca el fotógrafo y naturalista Emilio White, a cargo del área y autor de un libro sobre Reserva Forestal San Jorge, y agrega: "El sector privado es fundamental para llevar adelante esta tarea".
Las primeras plantaciones de pino tadea crecían entre 20 y 25 metros cúbicos por hectárea por año. "Hoy, con el mejoramiento genético, se pueden alcanzar los 37 metros cúbicos, una mejora del 40%", explica Gustavo Maestri, de Alto Paraná.
El rol del sector privado en la preservación se hace patente si pensamos que la Selva Atlántica comprendía una superficie de 45 mil kilómetros cuadrados desde Bahía, en Brasil, hasta nuestro país, y que hoy queda sólo el 7% de la extensión original.
Y se evidencia también si sabemos que de las 1000 especies de aves que existen en la Argentina, 450 están en Misiones.
Pero la trascendencia de estas reservas es innegable cuando nos enteramos que en el país existen sólo 200 yaguaretés, el felino que se puede ver en la camiseta de los jugadores de la selección argentina de rugby, y que fue declarado monumento natural nacional lo que lo convierte en el único animal por el que un cazador furtivo puede ser apresado. En Misiones, se calcula, existen 50 de estos "argentinos con problemas", como los denominó la Fundación Vida Silvestre Argentina, la segunda población de yaguaretés del país, luego de la salteña.
Hoy, la mayor parte de la Selva Atlántica que queda en el planeta se encuentra en la Argentina. Animales como el yaguareté, el anta, el tapir, el oso hormiguero; aves como el tucán o el pájaro campana; especies como los centenarios palos rosa o las palmeras pindó se multiplican en San Jorge, que se convirtió también en un lugar que permite investigaciones científicas y actividades educativas y recreativas.
Pero lo que más se hace presente en la reserva es la exuberancia de la selva, tanto que se hacen carne aquellos cuentos de Horacio Quiroga. Una higuera comenzó a enredarse, cientos de años atrás, en un palo rosa y terminó por comérselo, literalmente. En la tierra algo se mueve, y aparece una hormiga gigante, la hormiga tigre. Una tropa de hormigas más chicas pasa sin que nada las detenga, es una formación que se denomina "corrección" que como las marabuntas arrasa con todo lo que encuentra.
La selva es un descubrimiento a cada paso, pero hay que saber mirar. "Existe un juego de escondidas entre los animales y los humanos. La selva se deja sentir y se muestra en la medida que ella quiere, no en la medida que uno quiere", dice White que aún no ha logrado fotografiar un yaguareté a pesar de que lleva largos años intentándolo y remarca cómo, en su interacción infinita, al afectar a una especie de la selva, el daño puede ser irreparable también para otras especies que no se creía dañar pero que hoy viven en un permanente riesgo de extinción.