Hay pasiones que duran para toda la vida. Bien lo sabe Guillermo “Yoyo” Maldonado, un verdadero ídolo del interior del país que hizo historia en el automovilismo y que ahora se dedica al campo con el mismo entusiasmo. Cambió los autos por las sembradoras pero sigue siempre al volante, buscando hacer punta con tecnología y profesionalismo.

Clarín Rural Revista lo visitó en su 9 de Julio natal para conocer su historia y saber cómo ve al agro un hombre que está acostumbrado a estar en la vanguardia.

Mientras almuerza un trozo de asado en un restaurant de la rotonda de 9 de Julio, sobre la ruta 5, Maldonado se remonta más de cuarenta años atrás, cuando salió del colegio secundario y se fue a La Plata a estudiar ingeniería mecánica. Pero la experiencia universitaria no fue demasiado duradera. Para ese entonces su relación con los fierros ya estaba blanqueada porque él ya corría carreras en moto, y Yoyo no aguantó demasiado tiempo adentro de las aulas: lo suyo eran las pistas. Entonces volvió a sus pagos y empezó a trabajar con su padre, que tenía 600 hectáreas de campo mixto.

“A mi viejo le gustaba más la ganadería que la agricultura”, dice. Aquel primer contacto con el agro también fue efímero porque la urgencia era otra. “En el campo hacía de todo un poco, era un comodín. Ahí tuve mis primeras enseñanzas de lo que era el campo, pero fue algo liviano porque mi atención estaba puesta en las carreras. Hasta que un día me fui a trabajar a una fábrica”, cuenta.

A los veinte años empezó a trabajar en una planta de maquinaria agrícola que para esa época se llamaba Odello y Médica Hermanos. Ahí es donde él conoció más de cerca a los fierros agrícolas, y se entusiasmó. “Mi función era el diseño de las máquinas, era un trabajo que me encantaba hacer”, dice. Más tarde, cuando Maldonado ya corría carreras de autos a nivel nacional, esa fábrica cambió su nombre y se convirtió en su patrocinador principal. El nuevo nombre era Yomel, una marca familiar para el agro argentino que le debe su primera sílaba al sobrenombre de Maldonado. “Cuando yo aun trabajaba en la fábrica hacíamos desmalezadoras. Muchos modelos los hice yo, y una de las maneras en que me pagaron mi trabajo fue incluirme dentro de la sociedad. Después, por supuesto, siempre me apoyaron”.

Después, en la década del 80, la trayectoria de Maldonado en el automovilismo creció y aparecieron nuevos auspiciantes. Fueron muchos años de correr pistas y levantar trofeos en categorías como la Fórmula 2 y el TC2000, compitiendo con otras leyendas argentinas. Pero su vínculo con el campo, lejos de perderse, se hizo más fuerte. En el interior productivo, las carreras son una pasión popular, y las marcas del agro están siempre presentes al costado de los boxes.

Maldonado dejó de correr en el 96, a los 46 años, y siguió trabajando con el equipo Volkswagen hasta el 2001. “Cuando Volkswagen decidió no estar más en el automovilismo deportivo en el país, yo también decidí terminar mi carrera. Fue un momento muy difícil para mi. A mi me resultaba simple estar arriba de un auto de carrera, pero cuando me bajé del auto y pasé a ser director de un equipo, no me resultó simple y tampoco me gustó demasiado. Sentía que no estaba dando al 100% de lo que tenía que dar. Me sentía en falta y decidí que tenía que buscar otra cosa”, recuerda. Entonces llegó el momento de cambiar de actividad, y Maldonado recordó con cariño aquellos momentos en los que había trabajado con su padre.

Pero el campo que encontró no tenía nada que ver con el que él había conocido en su juventud. “Me di cuenta que el campo es muy dinámico y me entusiasmé. Me sorprendí por el nivel de tecnología que se usa acá en el país. Se está a primer nivel en todo, permanentemente innovando y probando cosas. Eso es una característica nuestra que yo también la había vivido en el automovilismo. Nuestro automovilismo es de primera a nivel mundial, más allá de las diferencias económicas que tenemos, porque acá no podemos hacer un Fórmula 1”, asegura.

En los últimos diez años, el entusiasmo de Maldonado se volcó de lleno a la agricultura. En el 2004 compró un campo de 600 hectáreas en Carlos Casares y heredó otras 200 del campo que era de su padre. Al principio daba el campo en alquiler, pero con la condición de que los trabajos los hacía él. De esa manera aprendía y se

aseguraba de que se cuidara la tierra. Después de tres años, se animó a trabajar por su cuenta. Ahora trabaja sus campos y los de sus tres hermanos, porque la maquinaria está siempre lista para salir a las pistas y él está al pie del cañon para producir y aprender. Hace trigo, soja, maíz y algo de girasol.

“Cada día que pasa me doy cuenta de que hay más variables para aprender, es un universo totalmente dinámico. Una de las cosas lindas que me toca vivir es la posibilidad de conectarme por el campo con gente que conocí en la época de las carreras. En esa época ellos venían a verme a mi a los boxes y ahora yo los voy a ver a ellos a sus campos para aprender. Son mis maestros, los que saben del tema. Tener amigos es una gran ventaja, y la gente del campo es realmente maravillosa. Hay una gran predisposición a compartir el conocimiento. Es un ambiente muy lindo”, dice Yoyo.

En el campo, al momento de la visita de Clarín Rural , la siembra de trigo está a pleno. Los perfiles están bien cargados de humedad y Maldonado quiere apuntar alto en los rindes. Para eso cuenta con dos sembradoras que trabajan en forma simultánea para no tener retrasos: una grande y otra chica.

“Empecé con sembradoras chicas y me fui agrandando para hacer el trabajo lo más rápido posible. Cuando uno ve lo que va perdiendo por día de atraso, entre las lluvias, las cosas que se rompen... el rendimiento final cae de forma terrible”, dice. Cuando tuvo un par de campañas buenas, Maldonado no lo dudó y se compró los fierros que necesitaba para evitar problemas. Ahora tiene la de diez metros de ancho para la mayor parte del lote y la de 5 metros para las zonas bajas por las que no pasa la grande. “Lo que me da el campo lo invierto en el campo. En este momento, los números son más justos, y si yo tuviera que contratar gente que me haga todas las labores seguramente estaría más complicado”, explica.

Apenas llega al campo, Yoyo se baja de la camioneta y se sube al tractor para calibrar bien la sensibilidad del monitor de siembra. Después va hasta la otra punta del lote para ayudar a sacar a la otra máquina que se quedó encajada en un bajo demasiado húmedo. Carga la tolva con semillas, conversa con su equipo, se pone al tanto del avance de la siembra y hasta habla con un proveedor de tecnología para que le mande un par de sensores nuevos. Maldonado está en cada detalle.

“Me gusta estar en contacto con los fabricantes de maquinaria. Fabimag y Dumaire, por ejemplo, hicieron máquinas con el sistema Verion de siembra variable especialmente para mi, porque yo vi y investigué el sistema y se los pedí especialmente hace tres años. Como es todo por sistemas hidráulicos no tenés mandos mecánicos, lo cual tiene muchas ventajas. Busco que la siembra sea lo más exacta posible. Hidráulica y variable”, dice.

La campaña pasada no fue buena para él. De 200 hectáreas implantadas de girasol cosecharon solo 100. También tuvieron pérdidas importantes en maíz y los rindes de soja fueron bajos. “Fue complicada porque primero llovió mucho y la superficie sembrada se achicó. No pudimos ni hacer fina y en la gruesa hicimos 40% menos de superficie. Después se cortó el agua, en enero y febrero no llovió y las lomas se me quemaron. En soja cosechamos 600 hectáreas y estuvimos cerca de los 3.000 kilos, y fue bastante mejor de lo que pensábamos. De maíz hicimos 180 hectáreas, perdimos 30 y los rindes no fueron buenos, de cerca de 8.000 kilos”, repasa. A su lado está Matías Seltzer, su ingeniero de confianza, quien habla de lo que esperan para esta campaña: “De trigo haremos 200 hectáreas y lo haremos bien. Apuntamos a tener calidad, pero para nosotros, el trigo es rotación”, dice. Luego agrega que en ese campo siembran generalmente a 26,5 centímetros de distancia entre surcos, pero que también están probando hacerlo a 35 centímetros para optimizar el agua. “La contra es que hay que hacer un mejor control de malezas”, dice.

Seltzer toma las decisiones sobre variedades, tipo de fertilizantes, fumigación y otras cuestiones agronómicas, para lo que se asesora con Luis Ventimiglia, un reconocido técnico de la zona. “Dentro de lo poquito que se del agro, te diría que la parte mecánica la manejo bastante bien, pero para la parte más técnica agronómica, confío en el ingeniero”, dice Maldonado, quien ya va por el tercer año de recoger información para el mapeo satelital de su campo.

“La mejor manera de avanzar, tanto en el agro como en el automovilismo y en cualquier cosa, es ir a consultar a los que saben. Hay que tener siempre la última información, y para eso hay que confiar en los profesionales”, concluye.

Sobre el asfalto o en la tierra, Maldonado pone quinta y acelera a fondo.