Hoy se inaugurará en Córdoba el nuevo congreso trianual de la asociación de productores integrados en más de doscientos grupos CREA (Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola) en todo el país. Será, como ha sido habitual en tantos años, uno de los acontecimientos periódicos de mayor realce del campo argentino.

Desde su fundación, a comienzos de los años sesenta por inspiración de Paul Hary, un visionario que comprendió la significación de potenciar sinergias a través de las experiencias comparadas de los productores, los CREA han estado a la cabeza de la lenta, primero, y luego vertiginosa aceleración de la productividad agropecuaria.

Ha sido oportuno, por lo tanto, como preludio a este XX encuentro que se realiza en Córdoba, donde se esperan más de 3000 asistentes, la difusión de un documento de excepcional valor para comprender la magnitud de la contribución de las actividades rurales en el desenvolvimiento nacional.

La cifra totalizadora de ese empeño, en que se reflejan algunos de los índices de mayor innovación y creatividad de la economía nacional, indica que el campo invierte anualmente 262.165 millones de pesos para la obtención de granos, carnes y sus derivados, frutas, hortalizas y lácteos.

Dicho con otros números, eso implica una inversión de 50.000 millones de dólares, o el equivalente, como informa el documento con criterio pedagógico, al valor de casi una vez y media de las reservas de divisas del Banco Central de la República Argentina.

A raíz del tipo de caprichosas dicotomías de las que hace frecuente uso la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, los representantes de las cuatro grandes entidades características del campo estuvieron ausentes de la reunión de "titulares" de las principales fuerzas económicas y financieras del país a la que se convocó en Santa Cruz.

Vale decir que el sector más expoliado por el fisco, más atacado, junto con la prensa independiente, por los círculos del poder político y más ignorado en la verdadera dimensión de sus aportes a la Nación, ha estado mostrando su inmenso potencial en las circunstancias internas más adversas que cabría imaginar.

Se conoce de sobra de qué modo obraron contra estos intereses, en definitiva comunes a toda la Nación, los impulsos reguladores que diezmaron los planteles bovinos, trabaron los envíos de lácteos al exterior y dañaron precios y exportaciones en trigo, maíz y, sobre todo, carnes en estos últimos diez años de coyuntura excepcional en el mundo para las actividades agropecuarias.

Con excusas absurdas y, además, incumplidas de que había que imponer aquellas trabas en beneficio de "la mesa de los argentinos", se privó la Argentina de atender mejor "la mesa de la humanidad", como bien podría hacerlo un país que, al producir 150 millones de toneladas de alimentos por año, tiene capacidad para dar de comer al equivalente de la población de once Argentinas. ¿Cómo explica el Gobierno que haya bolsones donde todavía la gente padece hambre en el país o carece de suficiente sustento alimenticio?

El quinto informe sobre inversión agropecuaria de la Asociación Argentina de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (Aacrea) muestra en detalle que la inversión en ganadería bovina es de 101.594 millones de pesos anuales; de 94.710 millones de pesos la de cultivos extensivos de granos, y que se erogan otros 20.294 millones de pesos en ganadería bovina lechera y 19.720 millones en cultivos regionales. A esos montos deben sumarse 18.133 millones de pesos en producción porcina, caprina, avícolas y derivados, y otros 7714 millones, en frutas y hortalizas.

La sociedad en su conjunto debe asumir la importancia de la producción agropecuaria para su propio desarrollo.

Los gobiernos que, habiéndose beneficiado de modo discrecional del esfuerzo, de las inversiones y del talento de individuos y empresas para introducir en el campo tecnología de vanguardia, y por toda respuesta han dado la espalda a los productores, en algún momento pasarán. Pero los argentinos, como destinatarios permanentes y primarios de esta generación de riqueza, deben ser conscientes de lo que su cuidado y estímulo comporta para ellos y sus descendientes.

Por si faltaran argumentos, ha de señalarse el carácter integrador de la actividad agropecuaria en la vastedad del territorio argentino. El trabajo de Aacrea documenta que el 78 por ciento de los desembolsos de los productores se localiza anualmente en las comunidades donde se gesta la producción, y ese porcentaje crece aún más en las zonas con predominio ganadero.

El congreso por abrirse en Córdoba es esperado, pues, como un motivo de estímulo para la continuidad y el progreso de las labores de uno de los grandes sectores de la vida del país.