En el actual escenario político, el gobierno nacional debe planificar los próximos dos años, ante el éxodo de muchos -hasta hace poco- adherentes acérrimos al modelo, y los interrogantes que más le duelen respecto de las deudas pendientes de la economía.
La mentira, la inflación, la inseguridad y la corrupción asoman como los “cuatro jinetes de la derrota”, según Agustín Etchebarne, de la fundación Libertad y Progreso. Variables que, de no mediar cambios de timón a través de una oportuna autocrítica, harán aún más difícil este período de transición que se inició en las primarias abiertas.
Para el campo, entramos en los momentos que definen el año: Ingresando en la recta final que desemboca en el inicio de la campaña de granos gruesos, las señales son contundentes.
Según el último informe semanal del Sistema de Estimaciones Agrícolas, el crecimiento del área sojera será de entre un 14 y un 20 por ciento sólo en el centro y norte santafesino, una verdadera enormidad. El cultivo definirá la rentabilidad final de la campaña en general, haciendo especial hincapié en el tema de los alquileres.
El maíz, en cambio, retrocede amargamente, jaqueado por la inflación, la incertidumbre y los precios. Según CREA, por este motivo quedará fuera de competencia el 75 % de la superficie cultivable, considerando los costos de implantación y protección, de cosecha, de flete, de comercialización y arrendamientos.
Lo que la entidad denomina un “siniestro cóctel” que conforman derechos de exportación del 20% más el descontrolado accionar de la alta y persistente inflación de los últimos años, “provoca la indecisión de los productores a tomar el alto riesgo de inversión”.
Eliminar retenciones permitiría sostener un precio estable a futuro para poder sembrar un cultivo elemental para toda la cadena productiva. No hacerlo será una necedad. Otra más.