Las grandes sequías y su contracara, las copiosas lluvias e inundaciones ocurridas en los últimos años, ponen a prueba la sustentabilidad de los suelos, tema de larga data en nuestro país. Un informe del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) da cuenta de que anualmente los cultivos consumen 4 millones de toneladas de nutrientes, de los cuales solamente se reponen 1,4 millones por fertilización.
Otro relevamiento concluye que las tres cuartas partes del país son consideradas áridas y semiáridas, con ecosistemas frágiles de diversa calificación y gravedad. Un ejemplo de lo ocurrido a raíz de la reciente sequía de los años 2008 y 2009 fue la nube de polvo que cubrió la ciudad de Bahía Blanca. Algunos campos desnudos de vegetación, por exceso de pastoreo o por prácticas agrícolas degradantes, quedaron transformados en médanos. Ocurre que los animales y cultivos son bienes renovables, en tanto que el médano resultante no lo es. La erosión hídrica se presenta también sobre suelos desnudos de vegetación que resultan arrastrados por precipitaciones intensas, que destruyen la capa superficial del suelo y forman torrentes destructivos a su paso.
Los recientes episodios fueron precedidos por otros, en particular durante la década del 30, que obligaron a buscar comportamientos apropiados, que contribuyeron al nacimiento del INTA en 1956 y los grupos CREA en 1957, para culminar con la creación de Aapresid (Asociación Argentina de Productores de Siembra Directa), que busca aplicar un sistema de cultivo con sembradoras que siembran sobre los restos del cultivo anterior, para que el suelo y la semilla queden resguardados por un colchón de residuos vegetales que reducen la erosión y favorecen la penetración de la lluvia.
La rápida incorporación de esta tecnología aplicada ya a 26 de los 33 millones de hectáreas cultivadas con cereales y oleaginosas muestra el dinamismo y la eficiencia de la agricultura nacional, pese a las innumerables trabas y obstáculos nacidos de la política oficial, cuya presión impositiva resta recursos, entre otros aspectos, para incrementar la necesaria incorporación de fertilizantes.
Es indispensable destacar la ausencia de una adecuada ley de suelos que sustituya la actual ley 22.428 /8, virtualmente desactivada, que provea estímulos a los cultivos en terrazas, en curvas de nivel y otros desarrollos. Debe reconocerse la valiosa ley 8318/89 de la provincia de Entre Ríos, que asigna tales sistemas en el contexto provincial, en el cual predomina una geografía ondulada, proclive al desarrollo de la erosión. Se advierte la necesidad de una legislación, sea nacional o provincial, que cubra los indicados vacíos en un tema de extraordinaria importancia para la conservación de un recurso vital para el país.
Un proyecto de esta naturaleza deberá contar con la participación de las organizaciones de productores, las que, como ya quedó expresado, han reunido una fructífera experiencia en la materia.