En el momento en que concibió esta paradoja, Marx estaba pensando en Napoleón Bonaparte, quien, después de desencadenar la tragedia de la guerra en Europa entre 1800 y l815 hasta ser vencido en Waterloo, volvió en cierta forma, esta vez convertido en la "farsa" de su sobrino Luis Napoleón, derrotado bochornosamente por Bismarck algunos años más tarde.

¿Entra el caso del general César Milani dentro de esta categoría? Los argentinos vivimos una larga tragedia militar, con sus múltiples avatares, entre el primer golpe de 1930 y el regreso de la democracia en 1983. Fue medio siglo en el que pasó de todo, incluida la negra insistencia de las muertes sin sentido. Por eso, cuando el general Milani fue exaltado a la cima del Ejército y suspendido casi al mismo tiempo en medio de graves acusaciones, entre los que tenemos cincuenta años o más de edad estaba aún fresca la memoria de las perturbaciones militares. ¿Volvíamos entonces a las andadas, o estaba ocurriendo algo enteramente nuevo, algo que exigía una fresca explicación?

Cuando se encontraba frente a un arduo problema que demandaba un esfuerzo adicional de reflexión, Ortega y Gasset solía recurrir a lo que él llamaba "la razón narrativa", que no era otra cosa que el recurso de "contar" un problema desde sus orígenes, con la esperanza de seguirle el rastro hasta su esclarecimiento. De ahí que lo primero que debiéramos averiguar en el caso Milani es si es "reiterativo" u "original", si es el retorno de algún "planteo" militar de los que hemos tenido tantos durante medio siglo, o si es un episodio inverso, no un planteo militar a un gobierno civil, sino al revés, un intento civil de manipular a los militares.

Para resolver este dilema, hay que aclarar una cuestión previa: el Ejército de Milani, ¿es más fuerte o más débil que el de sus predecesores, de Uriburu a Lanusse? Si es más fuerte, podría insistir en presionar otra vez al gobierno civil. Si es más débil, tendría que prever que lo van a presionar a él desde el poder civil. Pero el Ejército Argentino de hoy es tan débil que no podría sostener ni siquiera una guerra de siete días con Brasil o con Chile. Por lo tanto, no va a presionar porque no puede. Lo van a presionar a él, y no desde afuera -afortunadamente, no tenemos guerras internacionales a la vista-, sino desde adentro; quizá desde el mismo poder político, desde el mismo poder civil. La primera conclusión a la que podríamos llegar es por ello la siguiente: el general Milani no ha encarnado el despliegue de un poder militar que ni él ni el Ejército poseen; ha sido más bien el "instrumento" de un poder no necesariamente militar que otros sí poseen. ¿Quiénes serían estos "otros"? Podríamos responder a esta pregunta con otra pregunta íntimamente conectada con ella: en la Argentina actual, ¿quién, teniendo ya la suma del poder, aspira a prolongarlo indefinidamente, más allá de su plazo constitucional? ¿Quién, si no, la presidenta Cristina Kirchner?

Pero al Ejército Argentino actual, ¿le queda acaso algún poder residual que merezca ser deseado por otros? Sí, le quedan los recursos de la "inteligencia", esto es, del espionaje. Al poder político que aspira a "ir por todo" en la Argentina actual le queda una asignatura pendiente: espiar sin ser espiado; invadir las mentes de los ciudadanos sin que ellos ni siquiera lo noten.

El general César Milani parecía idealmente dotado para acometer esta empresa. No es por lo pronto un militar de carrera, sino un oficial de inteligencia que había dado muestras de alinearse fácilmente bajo el alero del "modelo" que pretende encarnar la Presidenta. Podía presentarse además ante el resto de sus camaradas como un vehículo ideal para iniciar la contraofensiva de los militares en medio de una sociedad que les ha dado la espalda.

Esta idea de una contraofensiva militar inmediata bajo el cobijo del kirchnerismo le resultó tan atractiva al Gobierno que acortó los tiempos de la reflexión. Quedaron, así, algunos cabos sueltos. Uno de ellos, al que la sociedad, saturada como está por las denuncias de corrupción, no le dio mucha importancia fue la conducta del propio Milani, quien aparentemente no puede justificar su llamativo incremento patrimonial. El otro hilo suelto es paradójico, ya que a Milani le reprochan ciertos antecedentes durante la "guerra sucia" de los años 70, un comportamiento del que participaron todos o casi todos los oficiales en actividad cuando se libraban acciones repudiables de un lado y del otro, pero que si hubieran terminado de otra manera la Argentina democrática de hoy habría sido reemplazada por alguna versión Castro-comunista. Lo curioso, sin embargo, es que a Milani no lo han objetado tanto por su dudoso comportamiento financiero como por su alineación ideológica. ¡Vivimos en otros tiempos!