Todos recordamos que, por cuatro años, entre 2006 y 2009 (más la mala suerte de una seca) la caída de nuestro stock bovino fue dramática: se estima en casi M10 de cabezas.
Obviamente, la reversión del ciclo vino a fines de 2009, después de un año en que también fallaron, y mucho, la soja y el maíz. El precio de los terneros llegó a las nubes, los feed-lots quedaron semivacíos -ya que había pocos terneros- pero también había poco pasto y el maíz era caro. Los consumidores pataleaban por el precio de la carne, pero los criadores no podían disfrutar de la buena nueva, por la escasa oferta disponible.
La recuperación comenzó a sentirse recién en 2011 y desde entonces, hasta principios del año pasado, se insinuó una típica fase de retención, con reducción del porcentaje de hembras en faena y un incremento en el peso promedio de la media res con hueso, en el canal.
En 2012, el maíz volvió a ser escaso y también se consumieron reservas forrajeras, porque otra vez faltó el agua y no hubo ninguna reacción oficial, modificando las restricciones para exportar o estimulando la retención (no hubo tasa de interés subsidiada) o promoviendo la faena con más elevado kilaje o mayor rendimiento en el canal.
Por supuesto que nuestras exportaciones dieron pena, no así las de Paraguay y Uruguay, que siguieron aprovechando y agradeciendo el “Efecto Moreno”. Mientras tanto, los ganaderos locales, sobre todo los criadores y recriadores, revisaban, hasta donde podían la productividad de su stock y comenzaban a tomar decisiones del tipo “fase de equilibrio”, es decir, “no sabemos si de inicio de una liquidación o de final de una retención”.
Veamos algunos números.
- El porcentaje de hembras en faena fue de 37,4% en 2011, con un mínimo del 36,6% en marzo, para luego subir a 39,7% (2012) y particularmente, 41,6% en noviembre-diciembre de 2012.
- El peso en el canal de la media res alcanzó los 230 kg (2011) para bajar a 227, en 2012 y a 217, en los cuatro primeros meses del corriente año.
- La faena total pasó de M 10,85 a 11,53 de cabezas, entre 2011 y 2012, un 5,3% de incremento. En los primeros cuatro meses de 2013 creció 10,2% interanual, en tanto la producción limpia subía apenas 5,4%. Bichos chicos.
- Las exportaciones de carnes y preparados bajaron 5,3% en 2012 y las del complejo de lácteos 10,5% en el mismo año. Ponemos lácteos, por la importancia de los terneros machos Holando. El consolidado mermó en 7,4%. En los primeros cuatro meses de 2013, por la mayor faena, las ventas externas de carne subieron 5,7% pero bajaron 25,5% las de lácteos. Nuestro país, que exportaba más de 720.000 toneladas antes de la intervención de los K, llegó a vender apenas 184.000 el año pasado. Una simple proyección del primer cuatrimestre de 2013, no supera las 193.000 toneladas
- A título de comparación, las exportaciones de “carnes y despojos comestibles de gallos y gallinas” crecieron -en 2012- un 24,5% y ya sumaban MU$S 538, contra 1994 de carne bovina.
- Buena parte del aumento del 10,2% de la faena, en lo que va de 2013, (que se relativiza con la suba de apenas 5,4% en la producción), pasó al consumo interno (+6,2%, en toneladas), ya que las exportaciones cayeron 4,8%, pese a que sus precios eran levemente superiores (1,6%) a los de un año atrás.
Rifa de terneros
La zafra de terneros de 2013 está a punto de rifarse. No es para menos: está lloviendo muy poco en buena parte del país, el maíz disponible cerró el mes de mayo a U$S/TN 215 (carísimo) y cotiza a 174, en el Término, para abril de 2014. En Chicago, el pase, de julio de 2013 a mayo de 2014, es del 12%, es decir, unos 31 dólares por tonelada, inferior al local, que es de 19% (hay mucho optimismo por el maíz en La Argentina).
¿Y si hacen algo? Correcto, por supuesto.
No se puede modificar el precio internacional (y menos aún el local) de un maíz que apenas se empezó a sembrar en Estados Unidos. Tampoco saber cuánto pasto habrá en la Argentina. Pero se puede aplicar una sola y única política, simple, oportuna y seguramente efectiva, para cambiar dramáticamente la situación del sector, beneficiando a prácticamente veinte provincias argentinas. La medida es: liberar todas las exportaciones de carne vacuna desde el 1º de noviembre de 2013 en adelante, aunque sea manteniendo las Retenciones. Y elegimos esa fecha, porque ya habrán pasado todas las elecciones y el Gobierno comenzará a sentir otra vez el inminente agobio de la escasez de dólares “del verano”.
Expliquemos este agobio: apenas dos de las cinco condiciones para diluir el cepo cambiario, se están cumpliendo: a) fluida liquidación de la parte “vendible” (por urgencia financiera de los productores) de las cosechas de soja, maíz y girasol y b) bajos niveles de pagos, con reservas del Banco Central, por intereses de la deuda del Tesoro, en lo que resta del año.
Las otras tres no se cumplen ni por asomo: 1) el tipo de cambio nominal continúa atrasado en por lo menos un 27%, desestimulando las expo y alentando las impo; 2) Brasil (¡chau optimismo!) se terminó de estancar (creció apenas el 0,6% en el primer trimestre, con respecto al último de 2012) y, encima, ha comenzado a devaluar (6% en un mes) el Real y 3) la cuenta de nuestras importaciones de gas es poco menos que catastrófica.
Quiere decir que, una vez pasadas las urgencias financieras de los chacareros, retendrán toda la soja que puedan y exigirán al Gobierno medidas contundentes de estímulo a la siembra, por lo menos de trigo, girasol o cebada, que se implantan antes de octubre. También a la producción de carne vacuna, que aprovecharía la mayor disponibilidad de pastos en la primavera y verano, favoreciendo “que se echen más kilos por pata” y se produzcan cuartos delanteros (en animales faenados en 2014), que sean más grandes y mejor engrasados. Así, podrán los asados, competir mejor con el consumo de pollo, que no sabemos a qué precio se venderá si es que los productores consiguen retener soja y maíz mientras dure el atraso cambiario.
El beneficio
El cálculo del beneficio de liberar las exportaciones de carne, es bien simple. Supongamos una faena, en 2014, de M 11,5 de cabezas y hagamos dos hipótesis:
a) Una optimista, es decir, que se le agregan 200 mil toneladas a la productividad del stock, o sea 18 kilos más al rendimiento en el canal. Se obtendrían por lo menos U$S M 1.000 de exportaciones adicionales y probablemente, un aumento de 2 a 4 kilos por habitante, en el consumo interno de carne vacuna; y
b) Una hipótesis pesimista, en la que casi no aumentaría el consumo por habitante y se obtendría una suba equivalente a la mitad de la postulada en la hipótesis optimista, es decir, apenas unos U$S M 500 de ventas externas adicionales.
La diferencia de efectos, para la misma única medida, no puede manejarse, ya que depende de factores exógenos, como el clima o la producción de pastos o maíz. Lo que sí puede postularse es el costo de no hacer nada, o sea seguir exportando menos de 200 mil toneladas, sólo de cortes caros y comernos toda la diferencia, pagándola muy barata (con ínfima productividad de stock) y obligando a competir, “ruinosamente”, a los ganaderos con los polleros. Éstos tienen la inmensa ventaja que les proveen Retenciones de 32 y 20% sobre la harina de soja y grano de maíz, que son los insumos fundamentales en la producción de esta carne de ciclo muy corto y eficientísima conversión.
Post-Scriptum
El Gobierno Nacional debe reflexionar con respecto a su conducta con el campo, sobre todo si, al 22 de junio próximo, se entera que los probables resultados electorales en la Provincia de Buenos Aires, pueden ser negativo para sus expectativas y totalmente estresantes, para su cada día menos carismática líder.
La Provincia de Buenos Aires siembra buena parte de la cebada y del trigo del país y tiene más de la mitad del área girasolera. También es una de las principales regiones de cría vacuna (la cuenca del Salado) y de producción de terneros y todavía puede ser considerada, al menos en algunas sub-regiones, provincia de invernada.
Como dice un señor de la CNN (Xavier): ¡Toma nota!
La siguente nota fue publicada por el Lic. Jorge Ingaramo para el diario Clarín