A lo Sísifo, el kirchnerismo tratará por cuarta vez de subir esa roca hasta la cumbre sin que se le escape de las manos. Fracasó con Gustavo Beliz, con Aníbal Fernández y con Nilda Garré, para quien Cristina Kirchner fundó el Ministerio de Seguridad.
La estrella de Garré se apagó pronto. Su cartera fue intervenida por Sergio Berni, quien se puso al frente de las crisis más inquietantes, como la toma de Cerro Dragón, los saqueos de Bariloche o la rebelión salarial de gendarmes y prefectos. La convivencia de Berni con Garré fue pésima. Ahora, el secretario consiguió lo que quería: el control total del área, con un "jefe" como Puricelli , que ya demostró su buena disposición para limitarse a lo protocolar: en Defensa, las decisiones más relevantes las estuvo tomando Alfredo Forti, el secretario de Asuntos Internacionales.
Ayer, Berni hizo una demostración de ese incremento de poder en una conferencia de prensa en la que dio señales de lo que está por venir: un fuerte cuestionamiento a la policía de Buenos Aires.
¿Por qué la Presidenta no jubiló a Puricelli y convirtió en ministro a Berni? Simple: Puricelli es "pingüino", es decir, pertenece a una especie que, cuando se siente despechada, fantasea ante las cámaras de TV con sobreprecios, bóvedas y lavado de dinero.
Hay otra explicación para la predilección por Puricelli. La Presidenta quiere evitar que su Ministerio de Seguridad sobresalga. Prefiere que la población identifique sus desgracias con Mauricio Macri y, sobre todo, con Daniel Scioli. El jueves pasado, en un discurso que pasará a la historia del desborde emocional, la señora de Kirchner reclamó a Scioli, entre tantas otras cosas, que enfrente el drama del delito. Es un reproche razonable. Lo que fue injusto es que le echara en cara haberlo acompañado en las inundaciones de La Plata cuando ella no tenía nada que ver con el problema. La repartición con mayores responsabilidades frente a los desastres naturales es el Ministerio del Interior a través de su Dirección Nacional de Protección Civil, a cargo de Emiliano Respighi ( http://www.mininterior.gov.ar/provincias/proteccion_civil.php?idName=provincias&idNameSubMenu=provinciasProtCivil ). Sin embargo, nadie preguntó dónde estaba Florencio Randazzo durante la crecida. Sólo Amado Boudou debe haberlo hecho. Su enemistad con Randazzo es tan profunda que recurrió al secretario general de la UTA, Roberto Fernández, para tentarlo con alborotar el área de Transporte, a cargo del ministro. Boudou cree que Randazzo fue el motor oculto del escándalo Ciccone. Es menos peligroso que pensar que fue Carlos Zannini.
Puricelli, es decir, Berni, debe resolver a partir de hoy el destino del séquito residual que deja Garré en Seguridad. La incógnita más relevante es qué sucederá con Germán Montenegro, el titular de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA). Esa fuerza se ha convertido en la predilecta del kirchnerismo, sobre todo desde que cayeron en desgracia la Prefectura y la Gendarmería. Una prueba: todos los allanamientos del caso Báez fueron realizados por efectivos de esa policía. ¿Existe alguna relación entre ese empresario, la financiera La Rosadita y los aeropuertos? Garré parte hacia la representación de la OEA, en Washington, con varios secretos del kirchnerismo en la maleta.
Montenegro, el jefe de la PSA, acompañó a Garré en Defensa. Es hijo del brigadier (RE) Rubén Montenegro, último jefe de la Aeronáutica de Carlos Menem y antiguo asesor de la ex ministra. Este militar tiene un discreto vínculo, anudado durante la dictadura, con algunos ex montoneros amigos de la ministra. Ahora que cuenta con el beneplácito de Puricelli, ¿tolerará Berni a Montenegro en su área?
Los mordaces agentes de la Policía Federal llaman a Berni "el licenciado". Es senador de la Legislatura bonaerense en uso de licencia. Y también tiene licencia como teniente coronel. Para el kirchnerismo de izquierda, es una paradoja mortificante: tanto hablar en contra de la intervención de las Fuerzas Armadas en la seguridad interior y la Presidenta les dedica, irónica, un oficial del Ejército para administrar esa materia.
Por esta pertenencia castrense, la influencia de Berni abre interrogantes en Defensa. El más importante se refiere al destino del general César Milani. Es el subjefe del Ejército, con la peculiaridad de que retuvo también la Jefatura de Inteligencia. Gracias a que es amigo íntimo de Garré, Milani consiguió sobreponerse hasta ahora a dos enemistades. Una es la de su superior, el general Luis Pozzi, con quien ya no se habla. Varios oficiales comentan que, semanas atrás, Pozzi convocó a una reunión de generales para exponer los planes del Ejército, y que Milani reaccionó invitando a la misma hora a los coroneles, también para hablar del futuro, pero con criterios encontrados.
Milani teme a un adversario más poderoso que su jefe: Berni, su "subordinado". El teniente coronel está fastidiado con el general, sobre todo por la interferencia de su aparato de inteligencia con el área de Seguridad. Los detractores de Milani le atribuyen ser el cerebro del controvertido Proyecto X, de espionaje sobre las organizaciones sociales. También le endilgan una influencia crucial sobre el contraalmirante Manuel Tomé, responsable de la inteligencia naval.
Tal vez sean exageraciones de Berni: hasta ahora la única infiltración que se le detectó a Milani es en Twitter, donde el jueves por la noche mandó divulgar que será el futuro jefe del Ejército. Rossi apenas había sido nominado y ya soportaba el desafío de este soldado ansioso.
El nuevo ministro tendrá que saldar los riesgosos enfrentamientos que agitan a la cúpula del Ejército. Para coronar a Milani tendrá que sobreponerse a la acusación que pesa sobre ese general por haber participado como oficial de inteligencia en el Operativo Independencia contra la guerrilla, en Tucumán, entre 1976 y 1977. Un dato que apareció en el Senado cuando se analizó su currículum para un ascenso. Se ve que a los asesores de Garré encargados de purgar las Fuerzas Armadas de cuadros contaminados con la represión de los 70 ese detalle se les pasó.
Pero Rossi debe resolver un dilema mucho más crucial respecto de Milani, y es si quiere tener al frente del Ejército a un oficial de Inteligencia. Es decir, si desea dar el mando superior de una fuerza viciada por enfrentamientos de facción a un hombre formado en el submundo de las ambigüedades.
Con independencia de algunas afiebradas interpretaciones que circulan por el oficialismo, y a pesar de la fractura que se verifica en la opinión pública respecto de su administración, Cristina Kirchner releva a las autoridades militares en un contexto muy saludable, en el cual cualquier conato de golpe sería imposible. Por la densidad democrática del entorno internacional y, sobre todo, por la feliz ausencia de consenso interno. Pero estas ventajas no deberían llevarla a frivolizar una interna de generales en una institución que debe estar verticalizada, para beneficio de ella misma, como comandante en jefe, y de la sociedad en general.
A Rossi lo espera otra encrucijada. ¿Mantendrá o removerá en la Secretaría de Relaciones Internacionales de Defensa a Forti? Este funcionario fue el encargado de imprimir un sesgo de pasable bolivarianismo al alineamiento argentino en materia militar. La designación de Garré en la OEA ratifica esta orientación. Aunque la nueva embajadora tendrá que atender otras urgencias apenas llegue. Por ejemplo, consolar a su vecina Cecilia Nahón, sobre quien hace escarnio el cuerpo diplomático destacado en Washington por publicar en la página web de la embajada una propaganda sobre la "decade won", que apreciado habrán en la Rosada Casa: http://embassyofargentina.us/embassyofargentina.us/email/130525decadewon5.html . ¿Estará capacitada Garré para mejorar esa gramática?
La designación de Garré desaira a Puricelli y a Berni. Ellos desean recomponer la relación con los Estados Unidos, igual que la Secretaría de Inteligencia, fastidiada por el acuerdo con Irán. El último episodio de cooperación terminó con Héctor Timerman incautando los equipos de los instructores norteamericanos por temor a que hubieran maquinado producir en Buenos Aires un atentado terrorista. Por lo visto, la Presidenta no liquidó la querella entre Garré y Berni. Al contrario: prefirió exportarla.