El cuadro es delicado no sólo en EE.UU. sino también en China. Este gran productor tiene también serios problemas con el clima. En el noroeste chino, las inclemencias derivadas de la humedad y el frío preocupan a los operadores.
Pero más preocupante es la situación en EE.UU. Como sabemos, tanto para maíz como para soja, lo que sucede en Norteamérica define, en grandísima parte, la oferta de este hemisferio y del globo. En definitiva este país produce aproximadamente el 40% del total de este cereal y el 33% del total de esta oleaginosa, en el mundo.
Para decirlo más claramente: cuando se acaba la oferta de Sudamérica, EE.UU. es el gran proveedor global. No hay otro de relevancia.
Veamos entonces qué es lo que sucede allí.
La cama de siembra ha sufrido las inclemencias climáticas y no es fácil su total recuperación. A lo ancho y a lo largo, el país ha sufrido el azote del clima bajo las tres formas más crudas.
Están las muy bajas temperaturas y la caída de nieve tardía, además demasiadas lluvias y, en algunos casos y para finalizar, la escasez de ellas. Recién en los últimos días, ha mejorado el ambiente por lo que el ritmo de siembra de maíz ha empezado a acelerarse. Pero no lo suficiente.
Todo esto sucede en el año en que las existencias brillan por su ausencia.
El retraso tiene una gran parte de irreversibilidad. Para esta época lo usual es que cerca del 90% de la superficie planeada para maíz se encuentra cubierta. Sin embargo, la realidad es cruda: sólo el 60% del área estaría sembrada.
El tema es más grave de lo que este ratio llevaría a concluir. Porque la ventana de siembra en este país es menos extendida que la de aquí, en la Argentina.
Así las cosas, tal retraso es peor de lo que este número nos muestra. Porque el período de implantación es mucho más breve. Vale remarcar que no sólo es un tema de extensión, también es un problema de rinde por hectárea, porque las demoras conllevan menor productividad.
Por ello, lo más probable es que la superficie para soja crezca visiblemente, cubriendo el espacio que dejaría el cereal.
Como están las cosas, la pregunta es cuán grande será la porción de la superficie destinada a maíz que ahora pasaría a soja. Pocas dudas caben: no se llegará a cumplir el 90% de lo planeado. Es más: probablemente apenas alcance al 85%.
Si las cosas son así, debería crecer la producción de soja… ¿no? ¿Qué nos dicen los futuros al respecto?
Los mercados internacionales lo están mostrando. La expectativa de menor producción de maíz y de mayor volumen de soja está en el tablero. Por eso, los futuros del cereal tienden cerrarse en forma negativa en los contratos cercanos, y de manera positiva en los lejanos. Y exactamente al revés se observa el comportamiento de los futuros para la soja. Tienden a cerrarse de manera positiva en las posiciones cercanas y negativa en las alejadas.
La relativa firmeza de los mercados sojeros, en pleno período de oferta procedente del MERCOSUR, se explica por la estrechez que sufre EE.UU.
Este país ha debido dirigirse a Brasil y Paraguay para abastecer sus necesidades crecientes. Se estima que la campaña va a finalizar con una bajísima relación stock-consumo del orden del 4%.
El “superimportador”, China, a lo largo de este año ha mantenido una posición sumamente conservadora en sus compras. En los primeros cuatro meses importó tan sólo 15,5 millones de toneladas, es decir cerca de 2,5 millones menos de lo adquirido en el mismo tramo del año pasado.
No hay que ser adivino para prever, entonces, un aumento en el ritmo de importaciones de este país para lo que resta del año.
Ello nos lleva a pensar que el probable incremento en la superficie norteamericana para la soja no habrá de influir con demasiada fuerza en los precios.
Porque, además, los retrasos en la siembra norteamericana también se están dando en la oleaginosa. De acuerdo a distintos informes, la proporción sembrada no llegaría al 10% cuando la media de los últimos años se encuentra en el 25% para esta fecha.