De los pasos que quiera dar el Intendente del Tigre, Sergio Massa, dependen, directa o indirectamente, las movidas del gobierno, las de Macri y las del justicialismo disidente. Pocas veces, si acaso alguna, en los años transcurridos entre la elección consagratoria de Raúl Alfonsín, en 1983, y los comicios legislativos de octubre del año en curso, una candidatura a diputado nacional ha significado tanto.

Por su parte, Cristina Fernández aprendió, en su calidad de alumna prolija, cuanto se encargó de enseñarle su marido. Aprendió que “no debe aflojar nunca y a tirar para adelante siempre”, según expresó en un acto en la localidad de Ezeiza mientras en la ciudad de Buenos Aires se desataba un verdadero caos: marchas, cortes de luz, basura en las calles y hasta falta de agua.

Acostumbrada a pelear y convencida de que la política se agota en el conflicto y que al poder sólo lo legitima su uso discrecional, creer siquiera por un momento que se sentará cruzada de brazos a esperar que su cuñada sea destrozada en la decisiva elección de la provincia de Buenos Aires, el próximo 27 de octubre, supondría no conocerla, afirman en su informe político semanal los especialistas Massot y Monteverde.

El dilema en el que se debate la viuda de Néstor Kirchner, sin hallarle aún una solución razonable, no es de poca monta: qué hacer sin un delfín para 2015 ni una candidata de peso en el distrito bonaerense para octubre. Si bajase de la boleta a su cuñada, ¿acaso Florencio Randazzo, Julián Domínguez, Sergio Berni o el recién llegado al pelotón de los posibles, Gabriel Mariotto, le asegurarían una performance más digna en términos de sufragios? La respuesta no admite dudas. En rigor, ninguno de todos ellos mide en las encuestas mejor que la hermana del santacruceño. La alternativa de borrarla de un plumazo parece, entonces, descartada.

El kirchnerismo, a su vez, para mover sus piezas en el tablero, depende del intendente de Tigre. Al oficialismo nacional, la perspectiva de Alicia derrotada a manos de Francisco De Narváez le quita el sueño. Pero un escenario donde finalmente Massa sea de la partida le resulta de pesadilla. El Colorado estaría en condiciones de vencer a la actual ministro de Acción Social en una elección que, de todas maneras, amenaza ser reñida. Sergio Massa, en cambio, si, como apuntan todas las encuestas, se impusiese por una diferencia de entre 15 y 20 puntos, le infligiría al gobierno un daño irreparable.

Pero un detalle no menor es que el intendente de Tigre aún no definió si competirá en los comicios de este año. Todas las encuestas coinciden en que cambiaría el panorama si se presentara. Dudan si acompañaría al oficialismo o a la oposición, según informó Infobae.
De acuerdo con los últimos sondeos, el intendente de Tigre encabeza todas las encuestas en el distrito más importante de la Argentina. Un sondeo de Management & Fit registró esta semana que es el dirigente con mayor intención de voto: el 20,9% de las personas que participaron de la medición afirmó que lo respaldaría si fuese candidato.

Al hecho de que Massa aún no haya definido su candidatura se suma la duda sobre a qué partido respaldaría si se postulase. Aunque Mauricio Macri rechazó la posibilidad porque consideró que el intendente es parte del kirchnerismo, buena parte del peronismo disidente vería con buenos ojos sumarlo a sus filas.

Esto no se le escapa a Cristina Fernández como tampoco al propio Massa, cuya posición, tironeado como se encuentra por tirios y troyanos, que le piden una definición cuanto antes,  no es cómoda. Acredita a su favor, como dice un viejo peronista, “una cedula de identidad insolente”, tiene apenas 41 años,  administra un municipio del Gran Buenos Aires modelo y tiene una imagen positiva y una intención de voto envidiables. Qué más podría pedir. Nada, y sin embargo duda respecto de si encabezar un frente distinto del kirchnerista o si desensillar hasta que aclare.

Demás está apuntar que las razones para dar un paso al frente son tan valederas como las de quedarse donde está. No hay unas mejores que otras. Cuanto se halla delante de Sergio Massa es uno de esos interrogantes que sólo un conductor de fuste se halla en condiciones de responder. Y ello sin saber si, al tomar una decisión, habrá acertado o habrá ayudado a clausurar su carrera política. El curso ulterior de los acontecimientos es, de suyo, incierto. Juegue o no juegue, Massa no puede desentenderse de la serie de expectativas que él forjó y de aquellas que, más allá de su voluntad, tienen vuelo propio y no le piden permiso para hacerse valer.

Seguramente el intendente de Tigre se tome el poco tiempo que falta para oficializar las candidaturas a los efectos de resolver, en última instancia solo, qué es lo que le conviene. No sería de extrañar que Cristina Fernández hiciera algo, si no parecido, tomando en cuenta la disposición de Massa para pelear o no por una banca de diputado en octubre. Si decidiese quedarse en el municipio con la idea de preservarse, de cara a 2015, lo más probable es que, aun con todas las dudas que genera y la poca simpatía que irradia, la candidata del FPV sea Alicia. Si, en cambio, Massa siguiese el camino inverso, una cosa es segura: debería soportar una campaña de difamación montada por el kirchnerismo, pocas veces vista. Pero, además, la posibilidad de obligarlo a Scioli a ponerse la camiseta del FPV estaría a la vuelta de la esquina.

Luis Majul planteó en el Diario La Nación ¿por qué Scioli no se decide todavía si irá a la candidatura del 2013? Primero: porque tiene la esperanza de que Cristina, a pesar de todo, lo acepte como su heredero, ante la falta de un candidato mejor. Segundo: porque está seguro de que si "salta la pared" antes de las próximas legislativas, su decisión disparará una guerra abierta con el gobierno nacional que provocaría un verdadero incendio político en la provincia de Buenos Aires. Y tercero: porque no le termina de creer a Massa sobre sus verdaderas intenciones. "Si Sergio le gana a Alicia Kirchner y a Francisco (De Narváez) va a querer ser presidente, no gobernador, porque habrá conseguido, como cabeza de lista, herir de muerte la posibilidad de que Cristina sea reelegida", sostienen cerca de Scioli.

Por otra parte, ¿cuáles son las dudas de Mauricio Macri y de Francisco De Narváez? El lord mayor porteño no termina de convencerse de la singular importancia de estas elecciones. Por un lado escucha atentamente, como siempre lo ha hecho, los consejos de Jaime Durán Barba, su gurú político, que le machaca en la cabeza la idea de que el verdadero desafío se presentará dentro de dos años. Aunque parezca raro, semejante postura no es sólo patrimonio del asesor ecuatoriano sino también de Marcos Peña. Por otro lado, ha decidido la alianza con Roberto Lavagna en la capital y el lanzamiento de Héctor Baldassi en Córdoba y de Alfredo De Angelis en Entre Ríos. Al respecto resulta curioso, por decir lo menos, cómo chocan esos movimientos para dotar de envergadura al PRO, con la reticencia y ceguera demostradas por Macri en la provincia de Buenos Aires.

Si Macri verdaderamente desea ser presidente de la República no se entiende por qué no se impuso delante de Gabriela Michetti, ordenándole bajar al distrito bonaerense, o, de no ser ello posible, por qué no renunció al gobierno de la ciudad, como le pedían algunos de sus íntimos, para figurar como primer candidato a diputado. Ha montado un partido con vocación nacional que seguramente ganará en Capital, saldrá segundo en Santa Fe.

Aprovechando la ineptitud de Macri de consolidarse en territorio bonaerense y decidido a jugar sus cartas en combinación más o menos ostensible junto a Daniel Scioli, El Colorado está en condiciones de vencer a Alicia Kirchner. Aunque no se le escapa, al mismo tiempo, que si aparece en escena Massa deberá optar por una de estas dos variantes: o se pliega al de Tigre o se llama a cuarteles de invierno.

Todo gira en derredor de lo que decida un hombre de apenas 41 años, ex jefe de gabinete de Néstor Kirchner y nacido políticamente en la UCEDE del ingeniero Álvaro Alzogaray, que hoy se ha convertido en la esperanza blanca de buena parte del peronismo y de no pocos sectores antikirchneristas. De los pasos que quiera dar dependen, directa o indirectamente, las movidas del gobierno, las de Macri y las del justicialismo disidente. Pocas veces, si acaso alguna, en los años transcurridos entre la elección consagratoria de Raúl Alfonsín, en 1983, y los comicios legislativos de octubre del año en curso, una candidatura a diputado nacional ha significado tanto.