El ministro Florencio Randazzo agregó ahora a la lista a los sindicatos y las empresas del transporte de larga distancia. "No hay interlocutores", dicen empresarios y gremialistas.
El sector es un ejemplo de los desajustes brutales causados por el Gobierno y que Cristina Kirchner se niega a solucionar. Si hay colapso, es culpa de otros, avariciosos, que están en contra del modelo nacional y popular. ¿Será el plan sostener el "modelo" a capa y espada, y si todo explota victimizarse y denunciar un "golpe de mercado", como dijo Domingo Cavallo? Muchos otros piensan lo mismo, pero no lo dicen, a diferencia del ex ministro, que nunca fue muy afecto a matizar sus opiniones.
Hace poco más de un año el Gobierno le quitó los subsidios al transporte de pasajeros de larga distancia y redujo a la mitad el aplicado al subterráneo porteño. La intención era doble: hacer que crezca más despacio el monumental déficit fiscal y que el costo lo paguen otros.
Mientras, Cristina Kirchner siguió tratando de congraciarse con la clase media ofreciéndole subsidios multimillonarios a Aerolíneas Argentinas para que haga jugosas ofertas para viajar por el país y el exterior. El mismo gobierno que se niega a subsidiar un pasaje en subte desde Plaza de los Virreyes a Bolívar, en la Plaza de Mayo, pone fortunas para abaratar los pasajes a Miami.
Pero resulta ser que quienes viajan quieren comprar dólares, y allí aparece el ministro Julio De Vido para tratarlos de apátridas.
La política para el sector de transporte de larga distancia es, en palabras del viceministro de Economía, Axel Kicillof, que sufran "rentabilidades negativas" por un período de duración incierta. Los empresarios se quejan de que desde que el Gobierno congeló los precios de los combustibles apareció un gasoil "blue", más caro.
Las tarifas que aplican son demasiado parecidas a las ofertas de Aerolíneas. "Cristina dejó la gestión en manos de estos chicos que pasaron de la facultad directo al gobierno y que no entienden nada; si manejan un quiosco tienen problemas para calcular el vuelto de un Beldent", dice un economista que siempre tuvo visiones tan distantes del ultrakirchnerismo como del ultra-antikirchnerismo.
Si a las empresas de energía eléctrica se las ha llevado casi a la quiebra con el argumento de que "ganaron mucho" en la década del 90, a las de transporte de pasajeros de larga distancia pretenden aplicarles esa política en adelante. "Cristina no da malas noticias, no hace ajustes", dicen cerca del Gobierno.
Jamás en épocas electorales comenzaría a subir los pasajes de larga distancia en ómnibus y, por lo tanto, tampoco los de avión. Se niega a hacerlo.
"En el universo kirchnerista no hay problemas, todo es culpa de los demás", dicen en el sector.
La Presidenta enfrenta un gran dilema. Si intenta solucionar los problemas, se enfrentará con parte del electorado. Si no lo hace, también. Debería hacer un plan contra la inflación, achicar el déficit fiscal y sincerar el mercado cambiario, porque la devaluación ya ocurrió. Pero todo ello tendría efectos desagradables y los beneficios no se verían hasta después de las elecciones. No habría, y esto es lo más importante, modo de culpar a otros. Conclusión: no lo hará.
La estrategia no es otra que "el relato". El Gobierno, según esa versión, está acosado por avaros que quieren comprar dólares para darse una vida de jeques en Miami o París y se niegan a pagar impuestos.
Hace tres años que no se actualizan las escalas del monotributo. Muchos contribuyentes pueden estar facturando más simplemente por la inflación, y entonces deben subir de categoría y pagar una cuota más alta.
Aunque no hayan cambiado de categoría, les aplicaron un aumento de la contribución a la obra social. La inflación les hace el ajuste, como les pasa a los asalariados con el impuesto a las ganancias.
Si se exceden de los topes del monotributo, deben inscribirse en el IVA y pasar a hacer presentaciones mensuales, por las que deben pagarle a un contador. Y facturar con IVA, es decir, con 21 por ciento de recargo sólo para dárselo al Gobierno, lo que los pone en problemas si sus clientes son consumidores finales, que tal vez no puedan soportar más aumentos.
Pero el "relato" dice que no es que el Gobierno esté haciendo el ajuste, sino que hay quienes no quieren pagar impuestos. Son los que, según Cristina Kirchner, "se la llevaron en pala" en los últimos años.