A 15 kilómetros de la localidad pampeana de General San Martín, Mario Fetter pudo cristalizar el anhelo de toda su vida, que repasó una y mil veces mientras daba sus primeros pasos en la ganadería y desandaba las rutas a bordo de su camión, transportando papas: ser propietario de una cabaña ganadera. Tras mucho esfuerzo, ese día llegó, y desde 2005 está al frente de su establecimiento, al que bautizó Peuma Yen, que en mapuche significa “lugar soñado”. Allí estuvo Clarín Rural hace pocos días, para conocer los detalles de la historia.
De hablar pausado y sencillo, el cabañero recuerda aquellos primeros días cuando con algunos ejemplares de la raza Hereford se lanzó a la conquista de un ambiente que, a priori, representaba el enorme desafío de ser eficiente con factores como suelo, clima y precipitaciones claramente desfavorables.
Esta empresa se articula en dos campos, que son explotados como una sola unidad productiva. Por un lado, la citada cabaña Peuma Yen, de 700 hectáreas, y La Chacra, un establecimiento de 200 hectáreas, ubicado a unos 20 kilómetros, que totalizan un rodeo de 400 ejemplares Hereford que incluye 150 madres y dos toros para el repaso luego de la inseminación artificial.
En esta zona semiárida, que por momentos se transforma en árida, los sistemas ganaderos presentan grandes dificultades al momento de su manejo, porque los suelos franco arenosos y los escasos 580 milímetros anuales de lluvias son una gran limitante.
El primer paso para sostener este planteo fue consolidar una cadena forrajera en una zona que a las dificultades mencionadas suma la presencia de tosca a poca profundidad, con lotes heterogéneos y ventanas de tiempo acotadas para realizar las labores necesarias. En este punto, Fetter reconoce que las labranzas justas (el manejo se hace en convencional) son fundamentales para la planificación ganadera.
A este esquema, en el que el sorgo BMR diferido es protagonista y permite ganancias diarias de peso de hasta 700 gramos por día, apuntan en el corto plazo a sumarle pasturas perennes, que junto a un laboreo eficiente son básicos para evitar la erosión.
Un caso interesante es el del panicum. Fetter explicó que de la mano de su elevada productividad (8.000 kilos de materia seca por hectárea), pudo mejorar la receptividad bovina en Peuma Yen. “Nos sorprendió el rinde y para el próximo año incorporaremos 24 hectáreas para la recría de toros”, remarcó.
El médico veterinario Mauricio Antista, asesor del establecimiento, detalló que esta disponibilidad de alimentos permite sostener un planteo que, con una carga de 0,35 EV/ha, exhibe una preñez del 95% y un 92% de índice de destete, con una producción en cada ciclo de 50 toros y 70 vaquillonas, que son comercializadas en exposiciones regionales y otros campos de cría de la zona.
Entre sus principales atributos, estos animales presentan un frame moderado, que permite una adaptación exitosa en esta región exigente, manifestó el especialista.
El segundo eslabón en la búsqueda de mayor eficiencia pasa por el uso de genética. Luego de la fuerte sequía de 2008/09, el profesional remarcó que uno de los principales desafíos consiste en reacomodar los servicios, que por los efectos de la falta de lluvias se fueron atrasando. “Nunca dejamos el servicio estacionado; lo iremos concentrando mediante la inseminación artificial a tiempo fijo, y sin descuidar la cadena de forrajes”, sostuvo.
En sus primeros días, el planteo productivo de la cabaña consistía en un campo de cría dividido en nueve potreros. En la actualidad, la necesidad de producción intensiva hizo que estos potreros pasaran a ser 26, más las 200 hectáreas de La Chacra, que están divididas en 13 potreros.
El circuito comienza con los servicios, que se llevan a cabo en los lotes con sorgo BMR diferido, el cual, combinado con algunos lotes de pasto llorón, sirve de refuerzo para las instancias de inseminación, posterior repaso de los reproductores y los encierros continuos que demandan esos trabajos. Al momento del destete, cuando las vacas disminuyen su requerimiento nutricional, son destinadas a los lotes de menor productividad.
Los terneros destetados van a los lotes de avena, para apuntar a un crecimiento más rápido para su posterior comercialización como reproductores antes de los dos años. Por su parte, la recría de las hembras también se hace en La Chacra, que empieza en avenas y continua en sorgo BMR.
A mitad de marzo se realiza el servicio a la cabeza de las vaquillonas, que tendrán entre 14 y 15 meses, y regresan preñadas a los mejores lotes de Peuma Yen, en donde son suplementadas hasta el momento de su venta.
En el establecimiento, y de una manera muy particular, apuntan al bienestar animal. Desde hace tres años aplican un manejo llamativo, que consiste en incorporar una burra en el rodeo para que los animales estén más serenos. Fetter recuerda que en una jornada ganadera vio que un productor aplicaba este sistema en el que el simpático animal convive con los bovinos. Nadie da una razón técnica, pero el resultado de la convivencia, dicen en la zona, es que los bovinos están más tranquilos. “El problema era conseguir un burro en esta zona”, recuerda el cabañero, que tras una extensa búsqueda compró una hembra preñada. Así, la burra es un detalle de color en esta estancia, que la semana pasada albergó una jornada técnica del Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA).
En una zona complicada para la producción ganadera, el productor punta a un uso cada vez mayor de las pasturas perennes, al cuidado del suelo y a la genética, que se perfilan como un combo tecnológico, junto a la agricultura, que permite allí, aunque sea difícil, hacer una ganadería eficiente y sustentable.