Los avatares climáticos en los Estados Unidos definen jornadas de bajas en las cotizaciones, seguidas de jornadas de importantes alzas.

En plena siembra del maíz estadounidense, el exceso de lluvias y el frío demoran considerablemente el avance en las tareas y ello genera nerviosismo en la plaza maicera. Al lunes pasado, el porcentaje sembrado de los 39,4 millones de hectáreas fue del 5%, cuando el año anterior a la misma fecha era del 49% y el promedio de los últimos cinco años se ubica en el 31%. Si bien la capacidad de siembra de EE.UU. es de 1,5 millones de hectáreas por día, lo cierto es que en la presente semana el avance no ha sido bueno y que las fechas óptimas se van superando.

Son muchos los que opinan que luego del 10 de mayo los rindes potenciales comienzan a ajustarse negativamente. Así, la hipótesis de alcanzar el rinde de tendencia de 102 quintales por hectárea se torna más compleja, y si bien el récord es de 103 quintales en 2009, debe tenerse en cuenta que el mismo se correspondía con un superficie cosechada final de 32 millones de hectáreas, contra los 36 millones que se prevén para el ciclo 2013/2014. Son pocos los agrónomos consultados que aprueban esta hipótesis.

En semejante contexto, comienzan las conjeturas respecto de las superficies que finalmente se implantaran con maíz y soja (la oleaginosa podría subir a expensas del forrajero) en los Estados Unidos y los "fondos" especulativos tradicionales comienzan a evaluar la posibilidad de volver a ponerse del lado comprador (la semana pasada estaban vendidos en maíz y trigo y muy poco comprados en soja).

A la fecha, la presente campaña ya muestra la mayor demora relativa de la historia en materia de avance en las tareas de siembra (inferior incluso a 1984). En definitiva, el cuadro de situación justifica un marco de alta volatilidad y las próximas dos a tres semanas serán claves para las cotizaciones en Chicago.

MÁXIMA ATENCIÓN

El productor argentino debe prestar atención a lo puntualizado, pensando en la probable evolución e los precios de la soja, puesto que para el maíz los vaivenes de Chicago no debieran generan cambios en sus valores locales. Quienes no aprovecharon la presencia de los exportadores en el mercado ahora verán reducidas sus pretensiones a la pulseada con los compradores que abastecen el consumo interno y pueden cazar en el zoológico.

En el caso de la soja, la cuestión es distinta. El ritmo de ventas es muy bajo y se cumple nuestra hipótesis de que el productor argentino sería el gran árbitro de la plaza sojera internacional. En EE.UU. el saldo exportable está agotado y en Brasil el porcentaje ya vendido se acerca al 70%, mientras que en estos pagos no llegamos ni al 15% de mercadería con precio fijado. Insistimos: en un país en el cual está prohibido ahorrar (dólares y "ladrillos", severamente restringidos), el productor ha nominado a la soja como refugio de valor.

Si el 60 por ciento de la siembra se realiza sobre campos alquilados y el alquiler representa entre el 40 y el 60% del costo de una hectárea, es razonable suponer que -al menos- los titulares de la tierra no tendrán motivo para acelerar sus ventas. Se confirma entonces que la explicación a la actitud considerada especulativa por parte de los productores argentinos hay que buscarla en la misma política oficial. Cuando no hay alternativas y alguien se ve "obligado" a vender el trigo y el maíz para evitar la consecuencia del cierre de los mercados, la soja gana en consideración. Y ello es un importante factor de mercado en Chicago también.