Hay cientos y cientos de delitos que, habiéndose cometido estos años a diario, han quedado sin registro oficial y se preservan sólo en la memoria de quienes los padecieron. Quien lea este comentario sabe que ha sido un protagonista más de ese tipo de historias silenciosas de sufrimiento y humillación. La inseguridad se ha convertido en un problema central de los argentinos, sobre todo en los grandes centros poblados y en su periferia.
Después de diez años de kirchnerismo, será muy complicado recuperar el nivel de garantías individuales y públicas que se corresponde con los de los países medianamente desarrollados. Hemos caído en ese capítulo en el peor de los infiernos, a no ser que quisiéramos comparar nuestra situación con las tasas "bolivarianas" del ámbito regido por el delirio chavista o con el de las comarcas centroamericanas dominadas por bandas de narcotraficantes y pandillas juveniles.
Así como el mentiroso relato del Indec sobre las cifras de evolución económica y oficial del país no consigue ocultar lo que todos saben, también la desaprensión del Estado en su obligación de proteger a unos de los otros es una deuda que la sociedad le seguirá exigiendo.
Este último sábado, la televisión transmitió un espectáculo deportivo que terminó siendo la inesperada metáfora sobre lo que se vive: el veredicto del jurado en la pelea estelar de la noche resultó, a ojos de los televidentes, tan discutible en relación con lo ocurrido en el ring como la propaganda oficialista deslizada entre los intervalos del combate.
Las declaraciones del vicegobernador bonaerense, a quien por milagro no le secuestraron a su mujer en su domicilio de Lomas de Zamora, al decir muy suelto de cuerpo que "habitualmente ocurren estas cosas", pusieron de manifiesto que estos funcionarios han perdido la brújula y no saben siquiera qué significa estar a cargo de los asuntos que se les han confiado. Justo en Lomas de Zamora, donde en doce asaltos este año mataron a doce personas.
Se roba por doquier y se mata por matar. Once balazos quitaron la vida, días atrás, a un técnico agropecuario que obstaculizó el ingreso de delincuentes en la casa de sus padres. Casi con simultaneidad, en Buenos Aires, en su departamento en la calle Lavalle, a metros de Callao, una anciana moría por infarto de miocardio en medio de un asalto a su domicilio.
Mentira y violencia asociadas desde el propio poder político del país constituyen la mezcla menos apropiada para abordar con voluntad de resolver dos de los problemas gigantescos que quedarán como herencia del kirchnerismo: la inseguridad física y la inseguridad jurídica. Los habituales exabruptos verbales del secretario de Comercio se expusieron en su irrupción en la asamblea de accionistas de Clarín. Moreno acometió la nueva tropelía con el acompañamiento tan natural para este caso del viceministro Kicillof, moralmente inhábil para el desempeño de un cargo público después de haber dicho que "la seguridad jurídica es un concepto horrible".
Después de diez años de kirchnerismo, el país sigue, según la legislación vigente, en "estado de emergencia económica". Si fueron incapaces de sacarlo de esa situación en más de una década, no queramos pensar en el legado que estos gobernantes dejarán cuando abandonen las poltronas.
Cuentas públicas exhaustas, divisiones y odios entre compatriotas, desconfianza mundial respecto de la Argentina, educación pública degradada, escándalos financieros, villas miseria que se extienden y un ministro de Economía a quien la conciencia terminó por superar y confesó durante una entrevista ese angustiante "me quiero ir" que dio vuelta al planeta para la incredulidad, en rigor, de quienes no saben qué ocurre en la Argentina.
Quien no pudo mentir cuando le preguntaron por los índices de inflación acabó así, en un desborde emocional incontrolable, desbaratando la cosmética urdida durante años para todo. Hasta para procurar el disimulo de la inseguridad derivada, en su actual magnitud, de la política que se introdujo en 2003 y que urge cambiar en beneficio del orden social y de la pacificación y reconciliación de los que habitan este confín del mundo, el del papa Francisco.
Gracias, Lorenzino.