Pero lo está haciendo, aunque lo niega. La rebaja de los salarios a parte del sector público la denomina "quita de complementos" y la quita de subsidios al transporte urbano la llama "que cada uno se haga cargo de lo suyo", en referencia a intendentes y gobernadores que no cuentan con fondos para evitar los aumentos de tarifas.
Al no actualizar las escalas del impuesto a las ganancias es brutal el aumento de la presión impositiva sobre los salarios, y mantener congeladas por años las escalas del monotributo hace crecer la presión sobre esos contribuyentes.
Pero Cristina Kirchner también muestra que la forma en que está manejando la economía está causando fenomenales desajustes, que, para los economistas, son la evidencia más clara de que todo funciona cada vez peor. Por ejemplo, en la recesión de 2008 a 2009 la tasa de inflación estuvo moderándose, por malas razones, pero lo hizo. Eso no ocurre ahora. La actividad no logra despegar, pero la inflación se mantuvo alta en 2012 y en lo que va de este año.
En la misma recesión anterior el déficit energético se moderó y
consecuentemente lo hizo la importación de energía, disminuyendo las necesidades
de importaciones y de que el Gobierno compre dólares. No pasó ahora.
Las cifras del Indec, al que hasta el ministro de Economía, Hernán Lorenzino,
tiene graves problemas para creerle, muestran que las importaciones han seguido
aumentando y las exportaciones siguieron cayendo. En una recesión sería
esperable obtener todo lo contrario.
Salvo que el problema sea una fenomenal inflación de costos, como está ocurriendo, que hace que producir localmente sea tan caro en dólares que ya casi ninguna industria pueda vender afuera con ganancias.
Las noticias del exterior, para colmo, no son buenas. En la consultora Analytica, Ricardo Delgado advirtió sobre los efectos de la reciente suba de tasas de interés en Brasil. Calcula que el país este año crecerá como máximo 3 por ciento.
Dilma Rousseff estuvo en la Argentina sobre el fin de la semana pasada. El trato con la presidenta Cristina Kirchner fue de enorme amistad, pero las noticias no fueron buenas. Brasil quiere reforzar las ventas a la Argentina, uno de los pocos socios con los que mantiene superávit comercial. Y, además, está retirando inversiones. La más grande que estaba en marcha era la de la minera Vale.
Murillo Ferreira, presidente de la minera que tiene participación estatal brasileña, lo dijo claramente el jueves, mientras Dilma y Cristina estaban reunidas: "Esperemos que con estas discusiones que están en marcha esta semana, Vale deje la Argentina en la forma más tranquila posible y que el proyecto Río Colorado se lleve a cabo, pero con otros socios". Hay un solo plan: que los empleados de lo que era la mayor inversión en la Argentina, que generaría exportaciones y dólares, cobren hasta octubre. Después de las elecciones se verá.
El mayor de los síntomas de desajustes lo ofrece el dólar blue o paralelo. Pero ése ya dejó de ser un síntoma de desajuste económico y lo es más bien de temores, o terrores, político-institucionales.
El Gobierno sigue aplicando una política de terror. El Banco Central se lanzó a averiguar ahora qué hacen los argentinos que en cajeros del exterior sacan adelantos de efectivo en moneda extranjera con sus tarjetas de crédito. Las autoridades están cada vez más cerca de explicitar que consideran un delito la tenencia de moneda extranjera. Lo hizo Malasia en 1997 durante la crisis del sudeste asiático. La Malasia que elogia Joseph Stiglitz. Aquí apoya ideas semejantes el Plan Fénix.
"Mientras muchos se desviven mirando lo que pasa en la economía, el Gobierno está interesado en otra cosa: Cristina quiere cambiar por completo el sistema político y lo está haciendo. Los desajustes ya no sólo tienen origen económico, lo que está en riesgo absoluto son las libertades individuales y la propiedad privada, si el Estado podrá tomar por asalto compañías enteras, quedarse hasta con quioscos y farmacias, y no habrá recurso de amparo que valga. Entonces, tiene razón Martín Redrado: el dólar blue no tiene techo", dijo un economista.
Cerca de Mauricio Macri hay asesores económicos que no entienden bien las jugadas: "Es una lógica extraña, el Gobierno acelera a fondo en unas jugadas que causan conmociones profundas, a todo o nada; es como si quisieran maximizar las tensiones y que todo salga mal, para luego victimizarse y decir que hubo un golpe de mercado".
Las denuncias de "golpe económico" ya aparecieron en las charlas con empresarios de Guillermo Moreno y en los tuits del piquetero proiraní Luis DElía. Cerca de Macri piensan que sería tremendo si, parafraseando a Lorenzino, fuera la Presidenta la que si no logra someter todo a su voluntad diga: "Me quiero ir".