La proclamada democratización de la Justicia abrió una disidencia inesperada que enfrentó ayer en el Senado al titular del CELS, el periodista K, Horacio Verbitsky, con el secretario de Justicia y militante de La Cámpora, Julián Alvarez.
Otra fisura en ese universo parece incubarse de modo subterráneo a raíz de la revelación periodística sobre la fuga de dinero a paraísos fiscales realizada por Lázaro Baez. El empresario K correntino, que adoptó a Santa Cruz como tierra natal, constituye un engranaje clave y permanente en la vida de los Kirchner. El Gobierno ha pretendido, como única respuesta hasta ahora, farandulizar el episodio aprovechando que dos de los protagonistas están vinculados a ese ámbito. Leonardo Fariña, presunto valijero, casado con la modelo Karina Jelinek. Fabián Rossi, presunto intermediario, esposo de la vedette Iliana Calabró.
“Yo hablo solamente de cuestiones políticas”, planteó, en esa dirección, el diputado Carlos Kunkel. Pero la estrategia, según exigencias de algunos sectores oficiales, resultaría insuficiente. “Hay que aclararlo. No sirve desviarlo” , sostuvo un kirchnerista en el poder que osó parafrasear a Felipe Solá. ¿Qué dijo el peronista disidente? Le pidió alguna explicación pública a Cristina “para que se honre, al menos, la memoria de Kirchner”.
Junto a la idea apresurada de apuntar a la farandulización del escándalo, el Gobierno recurrió a un argumento complementario. Que las denuncias sobre corrupción sólo pretendían enredar la reforma judicial que el cristinismo tramita raudamente en el Congreso. Esa argucia tornó a desgajarse cuando Verbitsky trasladó su oposición a aspectos de la reforma (sobre todo las medidas cautelares) a una refriega verbal con el bisoño Alvarez. Tan sorprendente como esa firmeza resultó la réplica del secretario de Justicia. “Terminemos de dar argumentos a la patria zocalera para que instale el temor como hicieron durante la dictadura”, dijo con empedrado tono académico. La sorpresa no radicó tanto en las palabras de Alvarez como en su interpretación ulterior: ¿Pudo haber sido el camporista tan severo con Verbitsky sin contar con la anuencia presidencial? ¿Está ocurriendo algo en la sólida e histórica relación política entre el periodista y Cristina? ¿Existe algo más que la diferencia que alumbró entre ambos luego de la elección del cardenal Jorge Bergoglio como nuevo Papa? Una relación, en decibeles, muy por encima que la que el mismo periodista mantuvo con Kirchner.
La sola realización de ese encuentro reflejaría el peso que el CELS y su titular suelen tener en la política oficial. La objeción de las cautelares, entre varias cosas, fue un tópico con el cual insistieron jueces, constitucionalistas y el arco de la oposición política.
Pero sus voces resultaron siempre desoídas. Varios párrafos de Verbitsky en una nota dominical fueron, en cambio, suficientes para que el Senado abriera una puerta y montara una escena de diálogo y debate que se negó a practicar con la oposición. Por otro andarivel podría juzgarse el acierto o no de la determinación opositora de ausentarse en las reuniones de comisión.
Hubo una estación de coincidencia, sin embargo, en ese contrapunto de Verbitsky con Alvarez. Al periodista le inquietó un artículo de los amparos que, a su entender, podría ser una hipotética hendija beneficiaria para el Grupo Clarín, en el litigio abierto sobre dos artículos de la ley de medios. Alvarez no compartió esa mirada puntual aunque sí la misma preocupación por la batalla contra la empresa de medios. Eso habría servido para certificar viejas presunciones: que la pregonada reforma tiene inspiraciones menos nobles que la declamada democratización.
Fue difícil comprender qué otro objetivo pudo perseguir el Gobierno detrás de esa coreografía en el Congreso. La convocatoria al CELS se hizo después de que el oficialismo despachara su dictamen de mayoría. Ese dictamen no podría echarse atrás aunque sí, quizás, plantear alguna modificación cuando mañana se trate en el recinto. Allí estará la oposición: la corrección del proyecto podría generar nuevas incomodidades al oficialismo.
La oposición continúa en su derrotero zigzagueante. Un grupo de ese segmento (Mauricio Macri, Mario Barletta, Francisco de Narváez, entre otros) manifestó en Tribunales para rechazar la reforma judicial. El socialismo estuvo ausente aunque su titular, Hermes Binner, convocó a “parar en las calles y en las urnas” la ofensiva cristinista. Llamó a participar activamente, incluso, del cacerolazo que se prevé para mañana.
La desarmonía opositora pareció hallar un bálsamo en Diputados. Después de un pobre debate, salpicado con insultos y chicanas con los K en las comisiones de Asuntos Constitucionales y Justicia, todos los legisladores de la oposición convergieron en un dictamen de rechazo a la reforma judicial. Simbólico, porque el oficialismo impuso el suyo con mayoría propia. Nadie tuvo allí la suerte de ser escuchado, como la tuvo sólo el CELS en el Senado.