Al igual que el suelo y el agua, los bosques nativos son sistemas vitales. Si los aprovechamientos forestales no están bien manejados, degradan el bosque: le quitan cantidad de árboles y se pierde calidad ambiental y productiva.
El “desarrollo sostenible” –que se refiere al progreso actual sin comprometer a las generaciones futuras– fue la respuesta de la humanidad al proceso de deforestación con fines de expansión urbana y agrícola y a la consecuente degradación de los recursos naturales.
La industrialización basada en la quema de combustibles fósiles y otras actividades, como la agricultura por inundación y la ganadería, sumadas a la deforestación y a la degradación de bosques por mal manejo, generarían la acumulación de Gases de Efecto Invernadero (GEI) en la atmósfera y, en consecuencia, el aumento de las temperaturas.
Uno de los desafíos más importantes que la sociedad debe enfrentar en el siglo XXI es encontrar soluciones que permitan mitigar ese proceso sin impedir el avance de los niveles de bienestar y desarrollo humano.
Los bosques nativos forman parte del sistema climático y, según explicó Pablo Laclau, investigador forestal del INTA Balcarce, constituyen “un sumidero de carbono capaz de hacer frente al cambio climático, ya que fijan una parte importante del CO2 que la actividad industrial, la ganadería y la propia deforestación liberan a la atmósfera”. Mientras tanto, “el reemplazo y la degradación de los bosques son fuentes de emisión de ese gas”, comentó el especialista.
En la mayoría de los países de América del Sur, el cambio en el uso del suelo es un problema que preocupa por su posible impacto en el calentamiento del planeta. Según el Cuarto Informe de Evaluación del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), durante los últimos 50 años, las temperaturas de la superficie de la Tierra aumentaron al doble de velocidad que lo observado durante la primera mitad del siglo XX.
Graciela Magrin, experta en Cambio Climático del INTA Castelar y participante del IPCC por la Argentina, comentó que, en gran parte, la deforestación mundial está supeditada “a la extensión de la frontera agrícola que también se relaciona con el aumento de la demanda mundial de alimentos y de biocombustibles y desencadena una presión muy fuerte sobre los sistemas forestales”.
¿Cómo mantener la integridad el bosque?
Según José Graziano Da Silva, director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), “la incorporación de los bosques en toda estrategia de futuro sostenible no es optativa, sino obligatoria” y deben aplicarse en todo el mundo prácticas de “manejo forestal sostenible”, basadas en la idea de que todo árbol utilizado debe sustituirse por otro nuevo. El funcionario señaló que “la deforestación deja de ser un problema grave en la mayor parte de los países que han alcanzado cierto nivel de desarrollo económico y han adoptado prácticas forestales acertadas sobre la base de compromisos políticos”.
Dado que en muchos casos la conservación de los bosques nativos debe enfrentarse a las necesidades derivadas de la pobreza, Tomás Schlichter, coordinador de investigación forestal del INTA, aseguró que “la única manera de preservar su integridad es agregar valor a los productos que se extraen de él”. Un ejemplo de esto es la situación de los Bosques Andino Patagónicos, que no sufren la presión de la deforestación porque son una fuente de turismo invaluable. Frenar la deforestación “no es únicamente cuestión de prohibir, sino que hay que darle valor económico al bosque”, agregó el especialista.
Para Daniel Somma, director del Centro Regional Buenos Aires Norte del INTA mantener la integridad del bosque, sobre todo en lo que respecta al funcionamiento de las cuencas hidrográficas, implica aumentar la eficiencia de la superficie destinada a las actividades agrícolas, “sin pensar en el incremento de tierra dedicada a la producción agropecuaria a expensas de las tierras forestales”.
Hacia sistemas productivos sustentables
El desafío que se presenta a escala mundial es manejar la producción de alimentos sin generar debilitamiento de suelos ni avanzar sobre los bosques y, complementariamente, recuperar los que se han perdido mediante la plantación de especies forestales nativas y otras técnicas que conduzcan a la restauración forestal. Mitigar el calentamiento global requiere también la reducción de las emisiones de GEI.
Si bien plantar árboles es un camino posible para eliminar carbono atmosférico de una manera eficiente y económica, Schlichter comentó que “hoy se intenta bajar la tasa de emisión de GEI mediante un esfuerzo colaborativo mundial para disminuir los ritmos de deforestación y degradación de bosques”, en un proceso que, desde la Conferencia de las Partes realizada en Bali en 2007 (COP13), se conoce como REDD+.
Con un conjunto de buenas prácticas silviculturales es viable implementar sistemas productivos sustentables para el bosque nativo y encontrar alternativas tecnológicas para que el ganado conviva con el sistema forestal sin deteriorarlo. Laclau destacó que el INTA trabaja activamente en “buscar tecnologías apropiadas de uso silvopastoril, que permitan ubicarse en una situación de transición en la que no se pierdan las propiedades fundamentales de un bosque: la infiltración del agua, la fotosíntesis, la captura de carbono, la supervivencia de muchas especies de invertebrados o mamíferos que forman parte de la cadena ecológica, el agua, la contención de la erosión”. El instituto trabaja en todo el país en estos proyectos, que además de mitigar el cambio climático, permiten sostener economías regionales.