Los productores agropecuarios coinciden en que con campañas climáticamente tan erráticas como las que vienen dándose, no hay receta agrónomica posible y cada año es un desafío distinto. Desde el 2011, los agricultores de la principal zona sojera argentina -norte de Buenos Aires y sur de Córdoba y Santa Fe- trabajaron en escenarios totalmente opuestos, y ya pensando en la próxima campaña estas experiencias serán un buen punto de partida para planificar con la mayor antelación posible las estrategias de producción.
De cara a los siguientes años, ¿cuáles son las enseñanzas que dejaron los dos últimos ciclos? Para indagar a fondo sobre estas cuestiones, Clarín Rural reunió en un campo de Chacabuco, en el norte bonaerense, a tres productores de la zona núcleo que, más allá de las particularidades de sus estrategias de manejo, expusieron puntos estructurales en común.
Al momento de pensar en perspectiva, ellos se mostraron a favor de practicar una agricultura que definieron como “preventiva”, aunque sin descuidar el potencial, basada en mejores elecciones de aspecto que definen la estructura del cultivo (fecha de siembra, variedades y distanciamiento entre filas). Otra de las coincidencias importantes estuvo en la necesidad de no perderse el tren de la biotecnología. Teniendo en cuenta que el clima se presentará cada vez más inestable, las herramientas que se puedan incorporar a la semilla desde el inicio son un reaseguro más al manejo agrícola.
En una instancia individual, todos sostienen que incorporaron prácticas de acuerdo a su zona y forma de trabajo, y que al aplicar una sintonía más fina sobresalieron estrategias como el uso temprano de fungicidas, los monitoreos de lote constantes y la eficiencia en implantación.
Adolfo Comino es propietario de una agronomía y productor. Siembra 900 hectáreas entre propias y alquiladas en la zona de Ascensión (a unos 80 kilómetros de Pergamino, provincia de Buenos Aires), y explicó que luego de enfrentar un 2012/13 muy difícil, el asesoramiento técnico se convirtió sin duda en un punto a tener muy en cuenta para el futuro.
En esta última campaña, y anticipando un ciclo complicado por la variabilidad climática, remarcó que su ingeniero agrónomo le aconsejó como estrategia, por un lado, el monitoreo diario de lotes y, por otro, acortar la distancia entre hileras al sembrar, entre otras pautas centrales. De esta manera, el profesional le recomendó una siembra a 42 centímetros, que permitió hacer diferencia. “Tuve ventajas con respecto a quienes sembraron a 52 centímetros, por una cobertura más rápida del entresurco y más humedad en el perfil. Al momento de la cosecha fueron 400 kilos más por hectárea que al final suman”, señaló el productor.
En este sentido, también destacó la importancia de conocer con la mayor antelación posible los pronósticos climáticos y con esa información apuntalar todas las decisiones.
Para Comino, las tecnologías de manejo en cultivos constituyen un tema fundamental, y en este punto destacó que los productores deben pensar cada vez más en el largo plazo para adaptarse a las novedades y, de esta forma, ser más eficaces al momento de aplicar lo planificado.
De este modo, subrayó que no deben demorarse las decisiones de manejo que impliquen la incorporación de nuevas herramientas agrícolas, siempre y cuando éstas no impacten en la rentabilidad. Como ejemplo, explicó que una de las características de su región es la presencia de rama negra, que cobró mucha notoriedad en los últimos tiempos por ser de difícil control.
“En esta campaña no lo pensé demasiado y opté por comprar semilla tratada profesionalmente, así no acumulamos problemas”, enfatizó.
En la misma sintonía, Horacio Merialdo detalló que el principal objetivo de los productores con una escala de 1.000 hectáreas tiene que ser aplicar la máxima cantidad de tecnología posible para obtener mejores resultados al momento de cosechar. Junto con sus dos hermanos, lleva adelante una empresa agropecuaria con un área que se distribuye entre las localidades bonaerenses de Suipacha, Chacabuco, Chivilcoy y Navarro, con mayoría de la superficie alquilada.
Si bien apuesta a la tecnología, Merialdo marcó una cuestión con la cual también coincidió Comino, que son las capacitaciones a los encargados de operar la maquinaria agrícola. Desde su óptica, falta una estructura de capacitación que permita un uso eficiente de máquinas como sembradoras, pulverizadoras y cosechadoras.
En el marco de un manejo agrícola preventivo, la labor eficaz de un operario de maquinaria permitiría reducir el margen de error en cuestiones problemáticas y sensibles a la hora de buscar más rindes.
Al mismo tiempo, un buen diseño de siembra permitiría que el cultivo capte de manera eficiente los nutrientes disponibles. La reducción de errores al momento de pulverizar sumaría puntos en un ítem delicado como las malezas resistentes o las plagas, y al momento de la cosecha, una correcta lectura de los implementos de agricultura de precisión puede incidir en el rinde.
Como parte de una empresa que trabaja unas 3.000 hectáreas propias y arrendadas, repartidas entre Bragado y Chacabuco (Buenos Aires), Matías Graisaro agregó otro punto de vista y sostuvo que hay que mejorar las prácticas agronómicas y no estar tan pendientes de la tecnología.
“A los avances los conocemos bien, pero el manejo no lo pueden aplicar todos”, explicó.
Al referirse al manejo de soja en su esquema de producción, señaló que en los últimos años cambiaron algunas variables como la duración de los barbechos, que hoy se realizan más temprano, junto al uso de herbicidas residuales. En el mediano plazo resaltó que con los márgenes ajustados -sobre todo en campos alquilados-, hay que ser cauteloso.
“Además de seleccionar las variedades adecuadas y las fechas de siembra óptimas, optamos por aplicar fungicidas de forma anticipada porque manejamos un volumen de 1.000 hectáreas de soja”, comentó, en clara alusión, a la importancia de la prevención sanitaria en una gran superficie sembrada.
Con la experiencia ganada en las últimas campañas, los sojeros de la región núcleo apuntan hacia el manejo agronómico que mejor se adapte a sus ambientes productivos, sin descuidar la incorporación de tecnología.