No hay explicación política ni de sentido común que les quite parte de la responsabilidad que tienen sobre las consecuencias de las inundaciones en la ciudad y en la provincia de Buenos Aires. Es verdad que la cantidad de agua caída en la ciudad, una parte del conurbano bonaerense y La Plata registró cifras inéditas, pero el dato más importante es que puso al descubierto las miserias políticas de casi todos.
El jefe de gobierno de la ciudad hace tiempo que venía diciendo que esto podía pasar. Lo explicó varias veces, al pedir, de manera pública, que el gobierno nacional le diera el aval para endeudarse y comenzar así las obras del arroyo Vega. El permiso para gestionar ese crédito ante el Banco Mundial llegó recién la semana pasada. "Están condenando a los vecinos, no a mí", había argumentado. En ese punto, tiene razón y también evidencias concretas, como las cartas oficiales de pedido que la administración nacional ni siquiera respondió. Sin embargo, Macri quedó en falsa escuadra al revelarse que, en medio del desastre, estaba volviendo de Brasil. ¿Tenía derecho a tomarse un descanso? Sí. ¿Era oportuno? No. ¿Alguien de su gabinete le anticipó la envergadura de lo que podía suceder? Según el ministro Diego Santilli, desde el pasado domingo a la tarde sabían que una importante tormenta se iba a desatar. "Pensamos que iba a llegar a los 70 milímetros, y no a los más de 150 milímetros", se excusó, cuando se lo pregunté ayer desde la radio. Una vez que las aguas terminen de bajar, Macri deberá tomar decisiones políticas de fondo, distintas de las que viene asumiendo, si es verdad que, como dice, Buenos Aires es una ciudad "completamente inundable" y que una hecatombe como ésta podría volver a repetirse en cualquier momento.
El gobernador Daniel Scioli también deberá tomar decisiones fuertes o terminar de decirles a los bonaerenses que la Presidenta los usa de rehenes. Él, igual que Macri, es una víctima política de Cristina Fernández y sus ministros y secretarios, quienes se frotan las manos cada vez que una crisis política, económica o social estalla en la provincia de Buenos Aires. Y la ciudad de La Plata, cuyo intendente es Pablo Bruera, es parte de la provincia de Buenos Aires. Hasta los niños ya saben que el superministro Julio De Vido les entrega a los intendentes fondos frescos para obras y planes sociales, y que la Presidenta dejó de brindar ayuda financiera para poder hacer frente al aumento de los docentes. ¿Eso hace a Scioli menos responsable? No. Porque no hace falta ser muy perspicaz para darse cuenta de que ni él ni Macri son los verdaderos damnificados, sino las familias que todavía lloran a sus muertos en el medio del desastre. Eso sí, dirigentes como De Vido y el ex jefe de gobierno Aníbal Ibarra deberían, por lo menos, tener la delicadeza de quedarse callados en vez de tratar a Macri como si hubiera sido el que provocó la tormenta. De Vido no debería ignorar que una buena parte de la sociedad le asigna responsabilidad por la tragedia de Once, que dejó 51 muertos y más de 700 heridos. ¿Es necesario recordar una vez más que la connivencia entre un grupo empresario inescrupuloso y un Estado que hizo la vista gorda fue lo que produjo, entre otras cosas, aquella crónica de una muerte masiva anunciada? E Ibarra, aunque tampoco ingresó la bengala que terminó en el desastre de Cromañón, que dejó 194 muertos, debería comprender que todavía muchos argentinos le asignan responsabilidad política por lo que sucedió en aquel boliche de Once.
Es que los muertos no deberían ser utilizados, ni ahora ni nunca, como un argumento político para sacar ventaja del adversario. El secretario de Seguridad, Sergio Berni, hace bien en presentarse en las tareas de rescate. Pero suena a oportunismo político echarle en cara a Macri la organización del TC 2000 el fin de semana pasado y comparar la inversión de esa carrera con el dinero que se necesita para las obras del arroyo Vega o del Medrano. Cada una de las obras para hacer los canales aliviadores cuesta más de 150 millones de dólares, y están fuera de cualquier presupuesto regular. No hay otra manera de financiarlas que a través de un organismo de crédito internacional como el Banco Mundial. De hecho, Macri sostiene que el inicio de la obra del arroyo Medrano le corresponde al gobierno nacional y no al de la Ciudad. Pero el jefe de gobierno debería revisar, una vez más, la eficiencia de las políticas que dependen solamente de su distrito: la deficiente recolección de residuos, las débiles alertas tempranas y la carencia de información clara y precisa para que los vecinos sepan a qué atenerse frente a una situación como la del lunes. Por parte de la Presidenta, fue una buena decisión subirse a un helicóptero y bajarse en una zona de La Plata para demostrar lo afectada que se siente ante un hecho tan dramático. Por qué las imágenes de la actividad oficial fueron emitidas, en exclusiva, sólo por la señal de cable C5N es algo que deberían aclarar los responsables de la comunicación oficial. También deberían explicar por qué el canal público, en el medio de las inundaciones en la ciudad de La Plata, enseñaba a hacer una suprema a la Maryland o recordaba el cumpleaños número cien del Club Atlético Boca Juniors.
Habrá un antes y un después en el humor social de los porteños y los bonaerenses cuando terminen de procesar lo que acaba de suceder en las últimas horas. Para los que les interesa saber cómo reaccionarán, será útil recordar lo que pasó después de los sucesos del Indoamericano. Fue en diciembre de 2010, cuando unas mil familias ocuparon el parque en reclamo de viviendas. El enfrentamiento entre los okupas y los vecinos de Villa Soldati y Villa Lugano dejó un saldo de tres muertos. El gobierno nacional y el de la ciudad se echaban la culpa entre sí. La Presidenta no quería enviar a la Policía Federal y Macri aducía no contar con la fuerza de seguridad mínima como para enfrentar la situación. Ambos terminaron siendo castigados por la mayoría de los consultados. El pedido más insistente era que dejaran de sacar ventaja política en el medio de los hechos de violencia. Menos de un año después, ambos ganaron las elecciones, pero eso no significa que un buen día el hartazgo acumulado los coloque fuera de la carrera del poder. En los últimos tres días murieron y sufrieron demasiados argentinos. Los suficientes como para que la jefa de Estado, Macri y Scioli dejen de pensar, por un momento, en su propio futuro político y se pongan a trabajar juntos, ahora mismo.