Los precios históricos que tuvimos ya fueron historia, la gran cosecha de Brasil empuja a las cotizaciones a la baja, sobre todo con la normalización de los embarques de ese país y la entrada de la producción sudamericana.
Ya hay productores que se dieron cuenta y otros que no lo quieren ver. Lo cierto es que nos enfrentamos a una crisis económica financiera bastante delicada.
La cosecha gruesa pasada arrojó magros rindes producto de la sequía. Luego las inundaciones al inicio de la actual obligó a resembrar o se dejó los lotes con los típicos manchones, aumentando los costos de labores en forma significativa.
Si a estos problemas productivos le sumamos el atraso cambiario la inflación en pesos y en dólares de los insumos necesarios para producir la situación se torna demasiado compleja.
El trigo, este cereal que muchas veces fue utilizado para salvar huecos financieros, se encuentra en vías de extinción en Argentina. Ya no puede ser utilizado con este fin: hoy no es rentable y el que haga bien los números se da cuenta que conviene quedarse sentado que producirlo. El desastre de las intervenciones oficiales desde 2007 a la fecha, el desconocer los Roes verdes otorgados oportunamente, los innumerables anuncios y actos no cumplidos como el de transparentar o abrir el mercado y ahora, en los albores de una nueva campaña, otorgar Roes para fomentar la siembra -sabiendo el productor que nunca cumplieron un anuncio- hace vidrioso el panorama.
Como consecuencia de estos temas, unos pocos productores terminaran bien el ciclo, muchos se enfrentaran a nulas o muy bajas rentabilidades y otros deberán si o si recurrir a financiamiento para seguir dentro del sistema. Un gran porcentaje de productores deberán vender si o si para afrontar la enorme deuda contraída con los proveedores de insumos, bancos y alquileres renegociados de la anterior campaña, quedándole muy poco para vivir y casi nada para invertir.