Las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO), previstas para el 11 de agosto, ¿serán suspendidas? ¿El conflicto entre Cristina Kirchner y Daniel Scioli hará colapsar a la provincia de Buenos Aires? ¿Mauricio Macri y Francisco de Narváez acordarán una lista de diputados nacionales? Margarita Stolbizer, ¿pactará con el radicalismo?
La dirigencia política llega a la Semana Santa con estas preguntas en la cabeza. Su futuro depende, en gran medida, de qué respuestas encuentre para ellas.
Sobre Buenos Aires se acumulan, una vez más, las principales tensiones de la lucha por el poder de la Nación. Allí se resolverá el destino de Cristina Kirchner y su saga.
Los líderes de la oposición están preocupados por la posibilidad de que el Gobierno evite las PASO. Para entender este dilema hay que identificar la estrategia electoral del kirchnerismo. Los candidatos oficiales harán una buena elección en el norte y en el sur del país. Pero es muy probable que fracasen en distritos populosos como Córdoba, Santa Fe, la Capital Federal y Mendoza. El gran campo de batalla será Buenos Aires. Para conseguir un gran caudal de adhesiones la señora de Kirchner debe unificar allí al oficialismo. Y para alcanzar una diferencia apreciable con las demás fuerzas tiene que lograr que la oposición se disperse. Sólo así estaría en condiciones de aventurarse a un intento final a favor de la reelección.
La fragmentación de los opositores ayuda a ese programa. Pero en la noche del 11 de agosto el escrutinio de las PASO identificará al candidato en mejores condiciones para vencer al Gobierno. A ese dirigente le será fácil convocar detrás de sí a todos los que quieren la derrota del kirchnerismo. Al adelantar el resultado de octubre, las PASO pueden inducir a una gran polarización entre el representante del Frente para la Victoria -en el supuesto de que gane- y quien haya salido segundo. Las primarias prestarían, entonces, un pésimo servicio a Alicia Kirchner, la candidata más probable a encabezar el oficialismo. Por esa razón, más alguna infidencia, en algunas agrupaciones comienza a sospecharse que el Gobierno las podría suspender. ¿Cuál sería la excusa? Que los padrones aún no incorporaron a los jóvenes mayores de 16 años que fueron autorizados a votar.
Esta hipótesis se analiza en el entorno de quien hoy secunda al kirchnerismo en las encuestas: Francisco de Narváez. Mauricio Macri también la analizó durante el almuerzo que compartió anteayer con las principales figuras de Pro. La jugada es tan verosímil que inquieta a los jueces de la Cámara Electoral. El acertijo debe resolverse antes del 12 de mayo, que es la fecha límite del Ministerio del Interior para convocar a las PASO.
El segundo enigma que la política bonaerense proyecta sobre la Nación es el de la relación entre Cristina Kirchner y Scioli. El gobernador logró que se lo perciba más lejos del gobierno nacional. Una prestigiosa consultora de opinión pública registró que, desde comienzos de 2012, el imaginario colectivo lo ha desplazado desde la proximidad de la Presidenta a una posición extrañísima: ahora a Scioli se lo ve como un kirchnerista que comparte el espacio simbólico del macrismo. Casi un ente mitológico, como el caballo alado o el centauro.
Esta metamorfosis es el eje de la estrategia electoral de Scioli: aislarse de la batalla, apostar a que una elección mediocre impida pensar en la reelección y esperar a que el PJ se postre ante su gran popularidad. Mientras tanto, Scioli aconseja a Felipe Solá o a Eduardo Amadeo, por ejemplo, sumarse a De Narváez.
Este plan olvidó un dato crucial: que las negras también juegan. En vez de aguardar a que el duelo sucesorio con Scioli sea resuelto por los votantes, la Presidenta decidió reducir a su rival con un instrumento más seguro: la capacidad del Estado nacional para ahogar a la provincia de Buenos Aires. Ésta es la novedad que el gobernador debe incorporar a su mesa de arena: Cristina Kirchner supone que él es el candidato de sus peores enemigos y, por lo tanto, ha resuelto hacer todo lo que esté a su alcance para impedir que llegue a la Presidencia. Nada que sorprenda: es lo que se propuso Carlos Menem con Eduardo Duhalde. Y lo logró.
La diferencia entre la señora de Kirchner y Menem es el método. La Buenos Aires de Scioli está siendo sometida a la asfixia fiscal. Con tal de que no estallen sus comunas, los intendentes se hacen cargo de pagar a los comercios que canjean comida por vales de planes sociales bonaerenses. Los proveedores de la cárcel de Olmos no entregan la mercadería antes de cobrarla con un cheque datado para el día. Los hospitales compran gasa con la caja chica. Y las farmacias ya suspendieron los descuentos a los afiliados al IOMA.
Para no demorar el pago de sueldos Scioli necesita un refuerzo de unos $ 10.000 millones, de los cuales 4000 deberían estar disponibles antes de julio. Si quisiera normalizar el funcionamiento de la administración, le harían falta 8000 más. Ese dinero es imposible de conseguir sin un acuerdo con la señora de Kirchner. Sólo ella puede ordenar una transferencia del Tesoro, autorizar el endeudamiento -la gobernación fue autorizada a emitir títulos por $ 18.700 millones- y relajar los controles sobre el Banco Provincia para que siga financiando a la administración. Es difícil que lo haga si, pese a la inanición, Scioli sigue invitando opositores a su barco: el último en subir -o en blanquear que estaba abordo- fue Alberto Fernández.
La opción de poner en circulación los viejos patacones es inviable. Scioli jura que jamás lo haría. Pero, si cambiara de opinión, serviría de poco. El gobierno nacional advirtió a dueños de supermercados y expendedores de combustibles que no tolerará que reciban esos bonos. Es obvio que tampoco la AFIP los aceptaría.
La pregunta "¿cuál es el límite hasta el que la Presidenta piensa llegar en su cerco sobre Scioli?" siempre obtiene esta respuesta: "Ella sabe que también terminará quemándose si se incendia la provincia". ¿Lo sabe? Desde que, en octubre de 2011, arrasó en las elecciones, Cristina Kirchner ha demostrado en varias ocasiones que no calcula las consecuencias de sus grandes decisiones: YPF, el cepo cambiario, la negativa a negociar con los holdouts , el acuerdo con Irán son pruebas de esa negligencia. ¿Y si el acoso a la provincia se integrara a ese inventario? En tal caso, la crisis ya no sería un episodio de la puja entre la Presidenta y el gobernador por el poder. La quiebra de la provincia tendría un impacto mucho más inmediato y catastrófico sobre la economía del país. Los indicios de una tregua que evite el desastre son poquísimos. Es el motivo por el cual la dirigencia bonaerense ayer puso la lupa en la solicitada que publicaron 89 intendentes para respaldar a Scioli en sus negociaciones con el kirchnerista Roberto Baradel, que lidera a los docentes. Algunos están ultraverticalizados con la Casa Rosada. Pero tal vez haya sido una falsa señal de conciliación. Varios de ellos fueron reprendidos ayer por haber firmado. Una curiosidad: Sergio Massa y sus aliados Gabriel Katopodis y Luis Andreotti no aparecen en el texto.
En cuanto a las paritarias bonaerenses, ¿cuánto falta para que Scioli o alguno de sus colaboradores recuerde que el problema se debe, en su esencia, a la inflación y a la negativa del kirchnerismo a combatirla?
El tercer enigma bonaerense, la capacidad de los opositores para elaborar una oferta electoral competitiva, empieza a despejarse. Macri recibió de Scioli una oferta de acuerdo: respaldar a De Narváez en octubre, aislando bajo un paraguas la competencia presidencial de 2015. Pero el jefe porteño está lejísimos de acordar con De Narváez, a quien no saluda siquiera cuando se lo cruza en el gimnasio. Prefiere la alternativa que le ofrece su primo Jorge: ir a las elecciones de este año con una lista respaldada por una liga de intendentes que encabeza Gustavo Posse. ¿Massa colabora con esta estrategia? Es posible. Su plan para el año 2015 lo hace coincidir con Macri: antes que frenar a Cristina Kirchner, deben evitar la consagración de la alianza De Narváez-Scioli.
Las negociaciones entre el GEN de Margarita Stolbizer y la UCR están empantanadas. Víctor De Gennaro (CTA) advirtió que no toleraría un acuerdo. En ese escenario, el Frente Amplio Progresista quedaría roto.
Cuando vieron al arzobispo de Buenos Aires instalado en la silla de San Pedro, muchos imaginaron un país sumergido en la concordia. El pronóstico está tardando en verificarse. Por lo visto, hasta para el papa Bergoglio la reposición del equilibrio político argentino es una hazaña inalcanzable. Así y todo, Scioli envió a Roma un emisario.