La mezcla de invenciones toma como punto de partida la construcción ideológica de las actuales autoridades, lo que ocurrió en el pasado, y deduce lo que harán. Esa lógica choca con la de la actual administración, que no anuncia o formaliza lo que hace y no hace nada de lo que anuncia, porque en general son fantasías irrealizables que a otros les costarían la eterna burla.


Quienes se ríen de los proyectos estratosféricos de Carlos Menem en los 90 nada dicen de los fantasmagóricos emprendimientos de las dos últimas administraciones, por los cuales habría un tren bala a Rosario o un ducto que traería gas desde Caracas.

Las especulaciones ahora indican que el cristinismo, en una situación parecida a la previa al Rodrigazo de 1975, obraría así:

Congelaría las paritarias y daría aumentos salariales por decreto inferiores a la inflación real.

Desdoblaría el tipo de cambio para tratar de sincerar el mercado. Moreno, mientras tanto, deja deslizar una de sus operaciones de acción psicológica: quiere que el dólar blue cueste apenas 6 pesos. Es el mismo funcionario que prometía "lluvias de gasoil".
Los empresarios estuvieron esta semana buceando en las posibilidades de realización de estas medidas y se encontraron con estas alternativas:

El Gobierno no ha desactivado las paritarias y probablemente no lo haga. Tiene un método más acorde con la costumbre "morenista" de no escribir en normas lo que exige. Presiona por aumentos de salarios inferiores a la inflación. Porque con Cristina, a diferencia de Néstor, los salarios sí son inflacionarios.
"Si el aumento que surge de la negociación colectiva supera lo que quiere el Gobierno, Tomada no lo homologa", dice alguien que conoce bien los procesos. El resultado es que el incremento es obligatorio para todos los miembros de la asociación empresaria que firme. Pero optativo para los miembros de la patronal que no están asociados. Así, las empresas más grandes deben pagar, pero las más chicas no están obligadas.

¿Igual remuneración por igual trabajo? Por ahora, no. Los peronistas bajan las banderas y toman las del capitalismo que llaman salvaje, pero no lo dicen. En las empresas chicas la salida es así: "Los obreros aceptan aumentos inferiores a la inflación o enfrentan el despido", dice un empresario de un sector con serios problemas.

El desdoblamiento cambiario se corresponde con la tradición dirigista de las actuales autoridades. Axel Kicillof se sumó a la larga lista de teóricos que creen que esta vez se podrá. El viceministro de Economía debería llamarse Sísifo. Aquel que fue condenado por los dioses a subir eternamente una piedra por la ladera de una colina, sólo para que se despeñara cada vez que lograba ponerla en la cumbre.

La enorme brecha entre el dólar oficial y el blue comienza a paralizar la economía. Muchos se preguntan cuál será el precio de reposición de los bienes. ¿El asociado al oficial o el que corresponde al marginal? La empresa que produce, ¿con qué dólar volverá a comprar insumos? Lo mismo el que importa bienes. Ante una avalancha de consumidores que quieren sacarse los pesos de encima, los vendedores se ponen reticentes. Resultado: más recesión con inflación.

En algunos de los bancos más grandes del país dicen que un desdoblamiento que no permita volver a vender dólares para atesorar no resolvería la cuestión de la brecha. Quedaría un blue.

Si se permite vender para atesorar, ¿cuántas reservas está dispuesto a perder el Gobierno para calmar los mercados? Cero, dicen, porque las reservas se encaminan a caer debajo de los 40.000 millones de dólares. "Entonces el desdoblamiento no sirve", afirman.

Mientras, como Carlos Monzón cuando una sorprendente piña de Bennie Briscoe lo dejó mirando los relojes del Luna Park al borde del nocaut, el Gobierno cuenta los días para que empiece la cosecha de su odiada soja, a la que la Presidenta supo llamar "yuyo".