Apuntó a sofocar a los competidores internos y a atraer a un sector de la oposición, en este caso, a la UCR.
Daniel Scioli fue el blanco principal del primer movimiento. La Presidenta le atribuyó gozar de un blindaje mediático que lo exime del costo de la inseguridad; recordó que en su provincia se hacen obras financiadas por el resto del país, y comparó su decisión de endeudarse para solventar gastos corrientes con la presión que ejercería el sistema financiero para que la Argentina vuelva a tomar créditos.
Estas hostilidades verbales acompañan el cerco fiscal de la Nación sobre la provincia de Buenos Aires. La señora de Kirchner partió a los funerales de Hugo Chávez sin que el gobernador pudiera plantearle este problema, por lo que el acuerdo con los docentes debió postergarse hasta el lunes próximo.
A Scioli ya no le caben dudas de que ese torniquete financiero está al servicio de un plan electoral. Según esta hipótesis, el objetivo del asedio kirchnerista es forzarlo a incorporarse a la lista de diputados nacionales del Frente para la Victoria (FPV). Esta vez la candidatura no sería testimonial, como en 2009, sino que iría precedida de la renuncia a la gobernación.
Estas elucubraciones de Scioli son más que una corazonada. Relevantes dirigentes del PJ bonaerense escucharon al vicegobernador Gabriel Mariotto, en los últimos diez días, hablar de que Scioli tendría que dejar su cargo para acompañar a Alicia Kirchner en la lista. El argumento de Mariotto sería: "Si es verdad que está tan comprometido con nuestro modelo, que salga a defenderlo".
Después de enviar a varios emisarios a explorar lo que se discute en la trastienda de la Legislatura bonaerense, Scioli reunió algunos datos que lo convencieron de que la jugada para desplazarlo está en marcha.
Esos correos les señalaron a los supuestos protagonistas de ese movimiento. Entre ellos está Juan de Jesús, uno de los pocos aliados territoriales de Amado Boudou, que ocupa la presidencia del bloque oficialista de la Cámara baja provincial. También conocería este ajedrez el diputado Carlos Kunkel, casado con la presidenta de la bancada senatorial del FV, Cristina Fioramonti.
En la pesadilla de Scioli aparece Mariotto, claro, aunque con un papel distinto al de sus propias confesiones. La versión que recogió Scioli indica que el vicegobernador, que aspira a relevarlo hasta el año 2015, también debería renunciar y sumarse a la oferta electoral.
En este caso, el principal distrito del país quedaría a las órdenes de Sergio Berni, actual secretario de Seguridad de la Nación y, al mismo tiempo, vicepresidente del Senado provincial. La situación institucional de este teniente coronel en actividad es psicodélica. En marzo de 2012 pidió licencia en la senaduría para intervenir la cartera de Nilda Garré; pero el 21 de febrero pasado, sin que él regresara a sus funciones, sus colegas lo reeligieron como vicepresidente de la cámara. Esa decisión, que confirmó a Berni como el segundo en la línea sucesoria de Scioli, obedeció a una orden de Cristina Kirchner.
Más allá de los datos y las especulaciones, la pretensión de que el gobernador abandone su puesto y se sume a la lista de diputados hace juego con algunas constantes del kirchnerismo.
Cada vez que los Kirchner necesitaron inyectar popularidad a sus ofertas electorales, recurrieron a Scioli como una pieza clave. En 2003 le dieron la vicepresidencia; en 2007 lo postularon para la gobernación; en 2009, como acompañante de Néstor Kirchner en la lista de diputados, y en 2011, para la reelección provincial. ¿Por qué la Presidenta no volvería a echar mano de ese insumo en los comicios en que se discute la supervivencia de su proyecto de poder?
Hay otro axioma oficial que vuelve más lógico lo que podría parecer delirante: desde que derrotaron a los Duhalde, los Kirchner consideran la provincia de Buenos Aires su propio feudo. ¿Por qué permitirían que Scioli siga beneficiándose de ese recurso para sostener una oferta alternativa a la de la Presidenta?
Mariotto suele hacer un comentario que revela esta visión: "Si quiere hacer campaña para la Presidencia, que la haga como diputado. La provincia es de Cristina".
La conducta de Scioli alimenta los planes que el kirchnerismo hace en su contra. Es verdad que él se resiste a las sirenas que le proponen romper con la Casa Rosada. El intendente de Tigre, Sergio Massa, es uno de los que indagaron al gobernador sobre la posibilidad de armar una composición electoral disidente para este año. Scioli respondió confesándose ante Eduardo Duhalde, durante una comida, en su chacra La Ñata: "No me presionen más. Voy a seguir siendo gobernador". Igual sigue haciéndole encerronas a Massa para fotografiarse juntos, lo que enfurece al intendente.
Cristina Kirchner no ve esa mesura como una muestra de lealtad, sino de cinismo. La Presidenta da por sentado que Scioli auspicia la candidatura porteña de Roberto Lavagna. Y le sobran pruebas de que el gobernador está combinado con Francisco de Narváez, quien lanzó una exitosa campaña bajo la consigna "ella o vos". Si faltara un indicio de esa afinidad, ahí está José "Pepe" Scioli, integrando el equipo íntimo de De Narváez y postulando a su hermano para la Presidencia. Síntesis: para la señora de Kirchner éstos son signos de que Scioli no piensa romper con ella. Ya rompió.
A la luz de estas intrigas, el sitio fiscal a la provincia sería la estrategia para provocar el sometimiento de Scioli al plan electoral de la Casa Rosada. La presión se ha vuelto insoportable. Buenos Aires, que en 2011 se benefició con 7500 millones de pesos del Tesoro, este año no recibió una moneda.
Desde hace nueve meses no paga a sus proveedores, las farmacias comenzaron a suspender la entrega de medicamentos a los afiliados a IOMA y la empresa gastronómica que abastece a la cárcel de Olmos sólo entrega la comida a cambio de un cheque con fecha del día. Un encumbrado colaborador de Scioli confiesa: "La provincia no está por estallar. Ya estalló, pero sin ruido". Economistas independientes calculan que la administración bonaerense podría colapsar antes de tener que pagar el aguinaldo. El final quizá llegue en mayo.
Con este panorama como telón de fondo trasciende una novedad desde la intimidad del gabinete, en La Plata: Scioli estudia salvarse de la asfixia poniendo en circulación los antiguos patacones. El Banco Provincia atesora hoy dos ediciones de ese bono, impresas en la antigua Ciccone.
Según los encargados de la operación, para recurrir otra vez a esa cuasi moneda no se necesitaría autorización de la Legislatura. Bastaría una resolución del gobernador, quien sólo pide que lo dejen manejar el timing de la decisión. ¿Amenazará a la Presidenta con esa "solución" cuando ella se digne a escuchar sus preocupaciones fiscales? Tal vez esa amenaza abra lugar a una tregua que hoy parece muy remota.
La emisión de bonos provinciales, igual que la devaluación o el default, es insoportable para el kirchnerismo, ya que recrea la atmósfera infernal de la que Néstor Kirchner vino a sacar al país, según reza la historia oficial.
La posibilidad de emitir patacones es la manifestación económica de una decisión política: Scioli repite ante sus amigos que no aceptará que lo obliguen a renunciar a la gobernación. La dinámica interna del oficialismo se vuelve más agresiva. El gobernador aguardaba la declinación electoral del kirchnerismo para reclamar, con buenos modales, su herencia. Quería presentarse como la continuidad en el cambio. La opción kirchnerista frente a un inverosímil "cristinismo". Demasiados matices para una cultura como la de los santacruceños, en la que sólo imperan dos colores. La ensoñación pacifista de Scioli está arrojando otro resultado. Se está volviendo una quimera.