"El período de siembra de pasturas se acerca y sabemos de la importancia de la ganadería pastoril en la Argentina. Debemos producir más carne y más leche y, por lo tanto, más pasto", dijo el presidente de la Cámara de Semilleristas de la Bolsa de Cereales José María Collazo.
La industria de semillas forrajeras está representada en un 90% por semilleros agrupados en esa entidad nacida en 1955 y que desde entonces ha promovido la expansión del comercio de estas semillas en el país y el exterior.
La Cámara participa además en la Comisión Nacional de Semillas (Conase), en el Comité Asesor del Instituto Nacional de Semillas (Inase); es miembro del Cluster de la Semilla y de la Federación Internacional de Semillas (ISF). En 2012 participó en la elaboración de Reglas de Comercio y Arbitraje (TARC).
Según Collazo el país cuenta con la gran ventaja de no tener nieve en el invierno y ello permite producir más pasto. "La Argentina tiene que explotar su potencial de base pastoril, y ese potencial está en la semilla", dijo.
El semillerista reconoció que la actividad sufrió el proceso de sojización de la pampa húmeda y supo adaptarse a un cambio profundo para recomponer la actividad. "Así surgió con el esfuerzo de los semilleros que la integran la Cámara, nueva genética adaptada a las distintas zonas de suelos y climas, que permitió el despegue en los niveles de producción de pasto", explicó.
MODELOS SUSTENTABLES
"Hoy tanto los planteos de producción de carne de las zonas de invernada, como de las cuencas lecheras, muestran que los modelos económicos sustentables en varios años tienen un fuerte componente pastoril, pero para que dicha premisa se cumpla, se debe tratar a los lotes de pasturas como a los lotes agrícolas", dijo el directivo.
En otro orden, señaló que la industria nacional de semillas forrajeras es un claro ejemplo de complementación entre importación y exportación. "Las importaciones son necesarias por la imposibilidad agroecológica de producir económicamente algunas especies. Por ejemplo hay especies en el país que producen pasto con muy buenos índices de producción y calidad, pero que por razones climáticas no producen semilla en niveles que permitan la actividad, el ejemplo más claro lo tenemos con la alfalfa, que tiene gran presencia en cuencas lecheras y zonas de invernada, pero la falta de zonas productivas de semilla rentables, se traduce en que cerca del 80% de la semilla se importe".
Y, según dijo, lo mismo pasa con las especies megatérmicas o subtropicales, que se adaptan al norte del país y que están ocupando también campos con suelos salinos en pampa húmeda, pero que por razones agroecológicas no producen semilla en el país.
"Por otra parte, hay especies en las cuales somos muy competitivos, y tenemos empresas dedicadas a la exportación de genética confiable y reconocida en el exterior, hecho que constituye un agregado de valor en origen y que es fuente legítima de ingreso de divisas", concluyó Collazo.