En este marco, el Gobierno no actúa como debería, exhibiendo una falta de pulso en el manejo cambiario y de sus implicancias económicas.
Por un lado, estamos en presencia de un mercado fundamentalmente comprador, donde todos quieren hacerse de divisas y casi nadie vende, y cuando consigue hacerlo, convalida cualquier cotización que establezca.
En la medida en que durante enero y febrero, sobre todo en períodos como cambios de quincena o fines de mes calendario, la agencia recaudadora no flexibilice la ventana de acceso al dólar oficial, los ciudadanos continuarán buscando en el mercado paralelo lo que no pueden obtener por otros mecanismos.
Por otro lado, aun con algún probable retroceso en la cotización a partir de marzo, hay un componente estructural que perdurará durante todo el año. La economía argentina opera en un marco de sobreabundancia de pesos (la base monetaria crece casi al 40 por ciento anual) y exigua oferta de dólares (sólo divisas comerciales).
Esta dinámica se acentuará a medida que nos acerquemos al período de liquidación de la cosecha gruesa, toda vez que ante la escasez de opciones de inversión rentable en pesos, y con una mayor expectativa devaluatoria, probablemente los productores agropecuarios también recurran al mercado paralelo, tensionándolo.
Sin decirlo explícitamente, este gobierno ha dejado de lado la flotación administrada que rigió de 2003 a 2010 para dar paso a una "tablita" con atraso cambiario, que pone una dirección inequívoca para el tipo de cambio: hacia arriba.
Por lo tanto, lo que ahora puede parecer caro puede terminar siendo barato más adelante. En ese sentido, el manejo de la política cambiaria (ya no exclusivamente terreno del Banco Central de la República Argentina) está brindando señales confusas a la economía. No pueden darse ese lujo en esta coyuntura.
CONTANDO LOS DÍAS
La única estrategia oficial es contar los días hasta que comience la liquidación de la cosecha y, mientras tanto, negar la realidad. Se trata de una visión muy pobre, ya que con una expectativa alcista sobre el tipo de cambio sólo se logran comportamientos conservadores de toda la población incluyendo, desde ya, el de los productores agropecuarios.
El Gobierno debería reconocer que la política de manotear las alcancías que se acumularon durante la primera administración Kirchner, sólo ha generado atraso cambiario y más inflación.
Resulta paradójico que en un mundo donde sobran dólares a la Argentina le falten. Esto no es producto de conspiraciones, sino de una política económica que ahuyenta los flujos en moneda extranjera para la inversión en producción e infraestructura.
Casi toda América latina esta aprovechando esta coyuntura histórica. Sólo hacen falta profesionalismo y gestión para el manejo de las políticas públicas. Mientras se crea que el dólar se lo puede manejar como en un "pago chico" con políticas de aldea, los argentinos seguiremos pagando con menor producción y deterioro de la calidad de vida. Hay otro camino sin traumatismos que es convocar a todos los dólares disponibles aquí y en el mundo.
Negar el impacto que este mercado genera sobre las expectativas inflacionarias es dañino para la economía toda. Acá ya no cuenta si el mercado informal es chico o no en términos de su volumen. En nuestro país esta dinámica afecta no sólo al sector que tiene vinculado su negocio con la necesidad de divisas, sino que replica en cualquiera que tenga la capacidad de ser formador de precios y, por lo tanto, presiona sobre el nivel de inflación.
En síntesis, el Gobierno necesita estabilizar durante 2013 el intervalo al que se moverá la brecha cambiaria y situarla en un nivel inferior al actual, para que no se sume como foco de incertidumbre ni como parte de la agenda política en un año electoral donde el Gobierno se juega mucho.
Nosotros lo hicimos en 2009, sólo hace falta mayor pericia.