Franco Moffa es un auténtico empresario agropecuario 2.0. Es marplatense, tiene 31 años, y se formó profesionalmente en plena consolidación del modelo productivo actual. Estudió agronomía en el INTA Balcarce -que brinda esa carrera en convenio con la Universidad de Mar del Plata-, y hace cuatro años, en sociedad con un amigo contratista, comenzó a trabajar en campos alquilados cerca de su ciudad. Hoy hace trigo, cebada, soja, girasol y algo de ganadería en 2.500 hectáreas arrendadas en diferentes zonas y se asocia con los dueños de los campos para buscar la mejor ecuación económica y agronómica.
Mientras comenzaba la trilla de fina, Clarín Rural viajó hasta estos campos entre el mar y las sierras para conocer cómo funciona la empresa, que es pura gestión y eficiencia en el uso de los recursos; es decir, lo que hoy hace falta para ser competitivo.
“Hace cuatro años comencé a trabajar con un amigo que tenía una empresa contratista y de servicios de transporte. El ya sembraba, pero como tenía muchas responsabilidades con las otras actividades decidieron delegar la superficie que sembraban en mi firma. Hoy yo hago todo lo administrativo, los contratos, las rotaciones y la comercialización y él aporta una parte de los trabajos de siembra, cosecha y fertilizaciones, que valoramos al momento de hacerlas para calcular el porcentaje de participación”, explica Moffa.
Su empresa trabaja actualmente en cinco zonas distintas dentro de la región: Mar del Plata, El Dorado, Balcarce, Mechongué y Mar Chiquita. En cada lugar tiene un paquete de alrededor de 500 hectáreas. De esa manera, con planteos adaptados a cada ambiente, diversifica el riesgo climático. La rotación habitual en estos campos empieza con algún cultivo de fina -trigo o cebada-, después van a una soja de segunda y luego a girasol o soja.
Cada año, al terminar la cosecha, Moffa inicia la negociación de los arrendamientos para la campaña siguiente, porque necesita tiempo suficiente para ejecutar el manejo que le permita optimizar el recurso agua. “Es fundamental llegar a la siembra con un barbecho largo y tener los lotes limpios, sin malezas que nos quiten agua y nutrientes y que generen un banco de semillas para los próximos años”, explica.
La eficiencia en el uso del agua y los nutrientes son una de las bases de su planteo. Por eso busca estar al día en el manejo de cada una de las problemáticas agronómicas, como lo son hoy las malezas resistentes al glifosato. “Hay que variar la fórmula y utilizar herbicidas que sean específicos para las malezas que más presencia tengan en cada año y en cada lugar. Nosotros, este año, por ejemplo, tuvimos mucho problema con rama negra, para lo que el glifosato ya no es efectivo”, asegura el productor.
El año pasado fue bastante complicado en el sudeste de Buenos Aires, al igual que en casi toda el área agrícola argentina, porque faltaron lluvias, y eso se expresó en los rindes. En girasol, la empresa de Moffa obtuvo entre 2.200 y 2.700 kilos por hectárea. La soja, que tiene un potencial en la zona de 3.400 kilos, no llegó a los 2.600.
En trigo, estos campos dan de 5.000 kilos para arriba. “El año pasado fue bueno para la fina. Hemos tenido trigos y cebadas de 6.500 kilos, siempre con toda la tecnología y la fertilización necesaria. Claro que si no te ayuda el clima, no hay con qué darle”, dice. Cuando habla de tecnología, Moffa piensa en incorporar nuevas variedades con altos potenciales de rendimiento, hacer análisis de suelos para saber dónde está parado al momento de la siembra y aplicar las cantidades de fertilizante necesarias. “A veces, en trigo, cuando usamos más de 200 kilos de fertilizante hacemos la aplicación dividida -una al inicio del macollaje y otra más adelante-, para aprovecharla mejor y que no se pierda mucho por volatilización”, explica.
Este año, por cuestiones de mercado, no hicieron trigo y pasaron toda su superficie de fina a la cebada. “Al momento de la toma de decisiones, los precios del trigo estaban bajos y las exportaciones estaban cerradas”, dice.
Los suelos que maneja la empresa no son todos iguales, y necesitan recetas hechas a medida. En El Dorado, por ejemplo, los suelos son clase uno, con alto contenido de materia orgánica. Además, algunos lotes vienen de producir papa, lo cual deja muy buena fertilidad porque para ese cultivo se usan altas dosis tanto de fósforo como de nitrógeno.
Este año, los análisis de suelo antes de la siembra de la cebada dieron 30 partes por millón de fósforo. Por eso, Moffa aplicó allí 130 kilos de urea y 60 kilos de fósforo, mientras que en los lotes de cebada que se hicieron sobre rastrojo de soja se aplicó 100 de fósforo y 170 de urea. En total, la cebada ocupa 500 hectáreas. “Apuntábamos a obtener 6.500 kilos por hectárea, pero con el efecto de la ramularia seguramente caiga mucho el rinde”, dice el productor.
El cereal ya está siendo cosechado, y después viene la soja, que entre siembras de primera y segunda ocupará 1.500 hectáreas. El girasol, por su parte, tendrá otras 500. Para la gruesa, el panorama pinta mucho mejor que el año pasado porque la campaña comenzó con los perfiles muy bien recargados.
Pero no todo es agricultura para Moffa. En Mechongué, varios kilómetros al sudoeste de Mar del Plata, algunos de los lotes se destinan a la ganadería de cría, con un plantel de 120 vientres. La empresa comenzó con esa actividad hace solo dos años, y el año que viene, de la mano del dueño del campo, se animará a dar un paso más con la incorporación de algunos corrales para el engorde de los animales. Para esto, el maíz se incorporará a la rotación en esos campos. “Fue una idea del dueño. Vamos a engordar a nuestros terneros y comprar otras categorías para terminarlas nosotros. La idea es darle más productividad al campo”, remarca.
Entre los objetivos del futuro también está incorporar algunas hectáreas de colza en el esquema. “Tengo amigos de la zona que han logrado buenos márgenes. La idea es seguir diversificando”, dice.
Seguramente, aún le quede mucho por hacer. Para eso, hay un capital muy importante e intangible, que lo acompaña: el teléfono, los contactos y la capacidad de gestión.