No hace falta entrar en mayores consideraciones para afirmar que el gobierno detesta el mercado. Ahora bien, si uno entiende qué es el mercado, puede entender por qué el gobierno lo detesta y por qué su ataque al mercado está ligado a las libertades individuales.
Si bien desde el gobierno intenta presentar al mercado como un grupo de inescrupulosos que quieren ganar fortunas a costa de la pobreza de la gente, una burda descripción del mismo, la realidad es que el mercado es un proceso donde la gente expresa sus valoraciones.
En efecto, cada uno de nosotros tiene necesidades ilimitadas y recursos escasos. Esas necesidades varían de persona en persona y, a su vez, cada persona va cambiando el valor que le otorga a cada necesidad. Todo depende de las circunstancias en que se encuentre. Por ejemplo, una persona no le otorga el mismo valor a un vaso de agua en el medio del desierto que si está en su casa cómodamente instalado con abundante agua potable. En el medio del desierto esa misma persona podría entregar una enorme suma de dinero por un vaso de agua. La misma persona en su casa no entregaría jamás una fortuna por el mismo vaso de agua. El intercambio se produce a partir de las valoraciones que tiene la gente de un determinado bien y en determinadas circunstancias.
El simple ejemplo anterior muestra que, en el caso de la persona que está en el medio del desierto, está dispuesta a hacer el intercambio de su dinero por el vaso de agua porque valora más éste último que el dinero que entrega. Si está en su casa con abundante agua potable, valorará más el dinero que tiene que el agua que puede conseguir abriendo solamente la canilla.
En el mercado todo el tiempo la gente esta decidiendo si hace un intercambio. Si compra algún bien es porque le otorga más valor a lo que recibe, que el dinero que entrega. Si no lo compra es porque valora más el dinero que tiene que el bien en cuestión. Al comprar o dejar de comprar cada persona está expresando libremente sus valoraciones y estableciendo los precios de la economía.
Cada compra o no compra en base a las valoraciones de las personas va conformando el sistema de precios del mercado. Los precios del mercado expresan las valoraciones que las personas le otorgan a los bienes que se ofrecen en el mercado.
¿Cuál es la función del empresario? Descubrir dónde hay una necesidad insatisfecha para satisfacerla. Si detecta esa necesidad insatisfecha, invierte y logra utilidades. Pero, el punto a considerar, es que la gente, con sus valoraciones, estará dispuesta a entregar determinada cantidad de dinero por el bien que le ofrezca el empresario, por lo tanto éste no puede poner cualquier precio como pretenden argumentar los anti mercado. Solo puede poner el precio que la gente esté dispuesta a pagar y, por lo tanto, los costos de producción en que puede incurrir el empresario están limitados a los precios que quiere pagar el consumidor, precio que depende su teoría subjetiva del valor: cuánto valoro lo que me ofrece el empresario y cuánto el dinero que tengo. Si el empresario pone un precio superior al valor que yo le otorgo al bien en cuestión, incurre en pérdidas.
Como puede verse, el mercado tan detestado por el gobierno es un proceso muy democrático. Cada uno vota todos los días al comprar o no comprar determinado producto.
A partir de lo expuesto, es fácil comprender que el mercado, siendo una expresión democrática y libre, choca contra la concepción autoritaria del populismo imperante.
Todos los costos de producción, incluyendo los salarios, los determinan los precios que la gente está dispuesta a pagar por cada bien o servicio. Las utilidades de las empresas las determinan los consumidores comprando o no comprando, por lo tanto, en el mercado, la distribución del ingreso dependerá de las valoraciones subjetivas de millones de consumidores que serán los que dirán quienes ganan y quienes pierden. El que satisface las necesidades de la gente y los que trabajan para ellos ganarán más que los que no satisfacen las necesidades de la gente.
En una economía de mercado progresa el que, por su propio interés, beneficia a la gente con su producción y su trabajo. Es lo que podríamos llamar una cooperación pacífica y voluntaria entre los miembros de la sociedad. Este progreso por méritos de esfuerzo, inteligencia, dedicación, riesgo, etc. es independiente del poder político populista y, por esa razón, inaceptable para el populismo porque son los populistas los que, en su ambición de poder, quieren decidir quienes progresan y quienes no, de acuerdo a sus necesidades electorales.
Por otro lado, el populismo abre las puertas a la corrupción porque los ganadores de ese sistema son aquellos que bendice el poder político, por lo tanto, los burócratas están en condiciones de “vender” la posibilidad de estar en el lado ganador y el que no “paga” es perdedor del modelo. La corrupción es inherente al modelo populista porque es un mecanismo de tráfico de influencias abusando del monopolio de la fuerza.
Esta matriz corrupta del populismo necesita, para sobrevivir, de la ausencia de controles. De una justicia sometida para que no se investigue la corrupción, al tiempo que requiere silenciar a los medios de comunicación para que la gente no conozca los turbios negocios del populismo.
No hay nada más contrario al populismo que los controles de una república liberal, en que la división de poderes hace que unos controlen a los otros. Por eso el populismo necesitan destruir la república, para no tener controles y poder hacer sus negociados con total impunidad. Y también por eso requiere del silencio de los medios de comunicación y de todo aquél que levante su voz contra el sistema corrupto. Necesitan intimidar a la gente con métodos violentos o bien mediante el monopolio de la fuerza que les fue delegado.
Si al partido militar se lo criticaba por usar las armas para levantarse contra el orden constitucional, el populismo hace exactamente lo mismo pero sin sacar los tanques a la calle. Se limitan a usar los resortes del poder para dar un golpe de Estado avanzando sobre la justicia, persiguiendo a la gente con los organismos de recaudación, creando fuerzas de choque con los dineros de los contribuyentes para amedrentar a la población y otros mecanismos de violencia contra todo aquél que no piense igual
En síntesis, los gobiernos populistas detestan el mercado no por una razón económica, sino porque va contra el objetivo del populismo que es controlar la distribución del ingreso en beneficio de sus propios intereses políticos y, obviamente, contra el mercado de corrupción que crean con los favores regulando la economía y, como para lanzarse a la corrupción más descarada necesitan que no hayan controles, también les hace falta terminar con los controles de una república liberal.
Fuente: Economía para Todos