En el tambo no existe una receta mágica y la competitividad se logra a partir de la articulación a fondo de tecnologías en todo el sistema. Esta fue la conclusión central de un grupo de referentes del INTA Rafaela, uno de los centros de investigación en lechería más importantes del país, que analizaron con Clarín Rural varios desafíos de la producción de leche en la Argentina.
En este sentido, los profesionales aseguraron que uno de los desafíos es encontrarle la vuelta al amesetamiento de los índices de preñez en los tambos, que en muchos casos ni siquiera llegan al 50% de los animales inseminados. Dos veterinarios del área de Mejoramiento y Reproducción Animal, Daniel Scándolo y Martín Maciel, están estudiando este problema a fondo para determinar cuáles son los causas que provocan el estancamiento de un indicador clave de los establecimientos lecheros.
“Nuestro trabajo está focalizado en mejorar la tasa de detección de celos, juntar más vacas para inseminar en el tambo por períodos y, en consecuencia, tratar de mejorar las tasas preñez. El problema es que estos dos indicadores no crecen y en la transición a esquemas más intensivos, incluso, se vinieron abajo”, contó Maciel a este enviado. El técnico dijo que es probable que cuando los tamberos se amolden a las nuevas formas de trabajo en los tambos, que ahora son más intensificados, los índices comiencen a empinarse. “Pero en la transición, se está sintiendo mucho”, insistió.
Desde el INTA Rafaela se está acompañando este proceso ayudando a los productores a incorporar tecnología y manejo. Una vieja alternativa que propuso el especialista es utilizar pintura para identificar a los animales en celo. “Queremos que productores y veterinarios se involucren más con esas rutinas de inseminación, que generalmente están a cargo de los operadores”, explicó Maciel.
Los técnicos del INTA plantearon, entonces, que para mejorar los indicadores reproductivos hay que capacitar al personal, para que maneje correctamente los rodeos y así aprovechar el potencial de la inseminación y también lograr más eficiencia en los servicios naturales, al utiliza toros.
“Cuando todos los componentes del sistema funcionan (nutrición, bienestar y confort animal, sanidad, etc.), la reproducción también lo hace. No depende tanto de la magnitud del tambo sino de la muñeca del productor, y en las cuencas lecheras nacionales todavía hay diferencias muy importantes entre las tasas de preñez que se logran en diferentes establecimientos”, reconoció Maciel.
Por su parte, Scándolo aseguró que ante la disyuntiva de las bajas tasas de preñez hay alternativas como los protocolos de tiempo fijo: “Consisten en sincronizar por medio de hormonas un grupo de animales, para inseminarlos en un mismo momento para, así, tratar de suplir las dificultades habituales que hay en los tambos para detectar los celos”, contó.
Pero el investigador admitió que es una alternativa de manejo que todavía se está ajustando en muchos establecimientos. “No siempre se logran tasas de concepción muy altas, aunque en los grupos de animales que estamos sincronizando los resultados que se están consiguiendo son muy interesantes”, destacó.
El técnico contó que con estos protocolos se logró que el 55% de las vacas inseminadas se preñaran, y en algunos casos hubo tasas de preñez del 65%, identificando algunos problemas puntuales.
“Es una receta que -como todas- tiene sus problemas y observamos que las disminuciones en la concepción se pueden atribuir a una dispersión de los protocolos y también a que no ovulaban el 100% de los animales”, explicó.
Los profesionales Rafaela coinciden en señalar que esta metodología abre las puertas para profundizar la utilización de semen sexado (que permite obtener solo hembras) que se está introduciendo de a poco (ingresó al país en 2006 y sobre todo se utiliza en los tambos de punta). Agregaron que esta otra tecnología abriría las puertas para mejorar los indicadores de preñez, además de que el aporte de más hembras puede ser el punto de partida para aumentar el rodeo nacional lechero, que también está estancado.
Otra tendencia que se está incorporando en los tambos es la automatización de los procesos. “Eso implica el diseño de una estructura específica y eficiente”, aseguró Alejandra Quatrín, una ingeniera agrónoma que conoce a fondo el tambo experimental semiautomatizado del INTA Rafaela. “Hay muchos establecimientos que debido a su crecimiento debieron modificar sus instalaciones y adoptar esta tecnología. En cambio, los más intensificados, que buscan la máxima eficiencia, incorporan la identificación con el registro consiguiente de toda la información que se produce en la sala de ordeñe”, destacó.
Pero ese avance tecnológico no llegó sólo adentro del tambo, sino también afuera, con los mixers con balanza para medir exactamente cuánto se le está dando de comer a los animales o las antenas de detección de celo a campo para saber justo el momento adecuado para inseminar, por ejemplo.
“Son muchas las herramientas y cada tambo las va incorporando de acuerdo a sus necesidades. La automatización tiene un costo y hay que pensar en una infraestructura para sostener no sólo la instalación sino el mantenimiento, porque la mayoría es electrónico y los tambos de tamaño medio están incorporando extractor automático de pezoneras, alimentación grupal y mixer con balanza. Todo esto requiere gestión, por la riqueza de información que se produce”, advirtió la especialista.
El director del INTA Rafaela, Carlos Callaci, planteó que uno de los desafíos centrales es la conformación de equipos de trabajo profesionales, sobre todo en los tambos familiares. Además, hay que seguir intensificando la producción de forraje, consideró.
“La lechería pasa a ser eficiente y competitiva a partir de producir una gran cantidad de alimentos para los animales, de tener un rodeo que sea capaz de transformar ese alimento en leche y de contar con capacitación e instalaciones para generar un producto de calidad”, concluyó.