Sentí al mismo tiempo emoción, nervios y miedo. Hacía mucho que no hablaba con ella, y los pocos que la frecuentan me venían comentando que últimamente se ha puesto difícil. No le gustan cómo están saliendo las cosas, se enoja más de lo que se desenoja, dice que está rodeada de inútiles, se pasa el día entero urdiendo maniobras contra Clarín, ve conspiraciones en todos lados y no para de pedir que le organicen actos para poder hablar.
Es decir, yo no estaba yendo a Olivos, sino al matadero.
"Ni se te ocurra contradecirla", me dijo Zannini. Le respondí que nunca lo hago, porque con los años voy perdiendo todo menos el instinto de supervivencia.
Cristina me mandó llamar porque se acerca el 8-N y quería saber qué estrategias de contramarcha estamos pensando en Unidos y Organizados (odio a los que nos menosprecian llamándonos Uno o dos y Rentados). Básicamente le expliqué que no había de qué preocuparse. Nuestra estimación es que, en caso de ser lindo día, el gorilaje no va a juntar más de un millón de personas. Y si llueve, apenas 300.000, porque odian que se les moje la ropa importada.
-¡Me muero sin son tantos! -saltó Cristina-. Creo que no podría soportarlo.
-Tranquila, señora: hablamos de un millón repartidos por todo el país, más Nueva York y otras ciudades; es decir, muy dispersos. ¿Quién los va a contar? Además, ya hablamos con el Servicio Meteorológico Nacional para que ese día pronostique sudestada, vientos huracanados, frío, lluvia y granizo; con la Policía, para que cada diez tipos cuente uno, y estamos tratando de que esa noche Tinelli ponga a la sueca en el Baile del caño. ¿Qué le parece?
-Un desastre. No estamos planteándoles la batalla en el terreno de las ideas.
-De eso quería hablarle. Tenemos algunas ideas. Una forma de sacarles gente a los caceroleros es no irritarlos. Por ejemplo, y dicho esto con todo respeto, quizá es conveniente esconder a Boudou, a Moreno, a De Vido. También a Aníbal, a Abal Medina y a Echegaray. Y a la Garré, Timerman, Lorenzino, Kicillof, Boudou y Moreno. A Boudou y a Moreno los nombré dos veces porque pensamos que hay que esconderlos bien.
-¡Pero ustedes quieren hacer desaparecer a medio gobierno!
-Bueno, sí, y un poco más también. Pero insisto en que decimos esto con todo respeto por cada uno de los compañeros. Es sólo por unas horas o unos días. Y si la cosa funciona bien, por unos meses. También proponemos que de acá al 8 no se hable más de cepo, de re-re, de que no hay inflación ni inseguridad, de cierre de las importaciones, de ir por todo. Incluso, déjeme decirle, con todo cariño y admiración, que no sería bueno usar tanto la cadena.
-¡No, no y no! ¡Con la cadena no se metan! -Cristina me estaba perforando los tímpanos-. ¡Yo voy a hablar cuantas veces quiera! A la gente le enloquece mis discursos.
-Eso es cierto: la escuchan y se ponen locos. Bueno, lo de la cadena era una propuesta. Tenemos otras. En estos días sería importante no estar atacando a los opositores, apretando a jueces y empresarios, hablando de intentos destituyentes, peleándonos con todo el mundo. Y algo más, pero no lo tome a mal, es sólo un consejo: ¿y si hasta que pase el cacerolazo nos olvidamos de Clarín?
-¿Olvidarnos de Clarín? ¡Vade retro, Magnetto! ¡Eso nunca!
-Ok, ok, no se ponga mal. Nuestra idea era pactar por abajo con ellos para que TN no transmitiera en directo la marcha y en ese horario pasara un programa especial con los 300 goles de Messi. Pero si no le parece bien, pensamos en otra cosa. Quizás los goles de Messi los podemos dar esa noche en 6,7,8, con Víctor Hugo como invitado. Capaz que a dos o tres puntos de rating llegamos.
-Nada de lo que me están proponiendo me parece ingenioso, inteligente y eficaz.
-Es que todavía no terminé, señora. ¿Qué tal si sorprendemos a todos con una ola de anuncios? Esos anuncios bien nuestros, que suenan bárbaro porque si algo sabemos es montar el escenario, la obra, los actores y el público. Anuncios que suenen a relato glorioso: pagar los 20 millones de dólares y repatriar la Fragata, subir el mínimo no imponible de Ganancias, usar las reservas para sacarnos definitivamente de encima a los fondos buitre. ¿Le parece bien?
Por primera vez esa tarde, Cristina pareció sumergirse en una reflexión profunda. Fueron segundos que se me hicieron eternos.
-Acabo de caer en la cuenta -dijo, y sus ojos hablaban de un odio apenas contenido-: me están proponiendo esconder a nuestra gente, nuestro relato, nuestras luchas, nuestras convicciones. Me están proponiendo que enfrentemos al antikirchnerismo con menos kirchnerismo. Incluso con menos cristinismo. ¿Saben qué? Haré exactamente todo lo contrario. Seré más yo que nunca. Y usted, retírese ahora mismo.
Dejé Olivos triste y alarmado. Tengo miedo de que el 8-N revienten las calles, avenidas y plazas de todo el país. Le tengo miedo a esa oleada de cacerolas. Por primera vez le tengo miedo a la gente, que puede convertirse en la oposición más peligrosa.
Y, con todo respeto, le tengo miedo a la señora.