Según las mediciones privadas que recopila el índice del Congreso, hasta agosto se acumuló un aumento del costo de vida de 24,2%, contra el 23,6% registrado en el año en que Cristina Kirchner logró la reelección y cuando la economía crecía muy fuerte.
La aceleración de la suba del costo de vida, y en particular de los alimentos y bebidas, haría que la Asignación Universal por Hijo (AUH) siguiera perdiendo poder de compra pese a las actualizaciones.
La Presidenta, al anunciar la semana pasada el aumento del 25,9% en la prestación, advirtió a los comerciantes, y en particular a los supermercados, que no aumenten los precios de los alimentos y bebidas porque, según ella, se registran esas subas cuando aumenta la AUH.
Pero las estadísticas la desmienten. En agosto el mayor aumento de precios, según las mediciones privadas, correspondió precisamente al rubro que tiene una incidencia preponderante en los consumos de los pobres. Y aún no había sido anunciada la mejora en la AUH.
En promedio, para las mediciones privadas en el ámbito de la Capital y el conurbano los alimentos se encarecieron 25% en agosto, más que el 24,2% del promedio general.
También parece alta la incidencia de los rubros transporte y salud. En el primer caso, fue efecto del incremento de los pasajes que se pagan sin la tarjeta SUBE y el encarecimiento de los combustibles. En el caso de la salud, fueron los aumentos de la medicina prepaga.
En todo caso, se trata de encarecimientos que no deberían afectar a los beneficiarios de la AUH.
Pero vale preguntarse por qué ante una retracción económica en 2008 y 2009 hubo una desaceleración de los precios, que incluso le permitió al Gobierno acelerar la tasa de devaluación del peso sin mayores consecuencias.
Basta ver el resultado fiscal. En julio de 2008 el sector público nacional, sin incluir los bancos oficiales, tuvo, después de pagar la deuda pública, un superávit de $ 3242 millones. En julio último hubo un déficit de 2824,3 millones. Además, en 2008 el Gobierno no podía usar ilimitadamente las reservas para pagar la deuda, como hace ahora, ni estaba en un festival de emisión monetaria para financiar al Tesoro, como también hace ahora.
La Argentina ya tenía en 2008 un problema de inflación en alza, pero al menos la recesión le ponía freno. Ahora ni la caída de la actividad ni los crecientes problemas en el mercado laboral consiguen moderarla.
La Presidenta quiere, además, moderar los aumentos salariales que se logren en paritarias para no perder competitividad. Pero, como aseguraba Néstor Kirchner, los salarios no son inflacionarios. Mientras no hubo atraso cambiario ni déficit fiscal financiado con emisión y uso de las reservas para pagar deuda sin ningún límite, los salarios pudieron crecer más que el promedio de los precios.
Además, el Indec acaba de reconocer que en el recesivo segundo semestre hubo un leve aumento de la desocupación y del empleo no registrado. Las cosas no habrían cambiado mucho en agosto. La encuesta del índice general de expectativas económicas de la UCA y TNS Gallup reveló que el mes pasado el 46% de las opiniones decía que hay pocos o muy pocos puestos disponibles. En agosto de 2011 contestó así sólo el 28%. Un año atrás sólo el 10% de los encuestados creía que en los próximos meses habría menos puestos. En agosto último el 27% espera que las cosas sean peores. La Presidenta ha exigido a los trabajadores varias veces y en público que no pidan aumentos salariales disparatados. Pero el mercado laboral indica que no hay lugar para hacerlo.
También los datos de la inflación desmienten el argumento oficial, que no se funda en números y que señala que para los pobres los aumentos no son tan elevados.
Según las mediciones privadas, incluso con el último incremento, la asignación por hijo pierde contra la inflación acumulada desde que se instauró en octubre 2009. Desde entonces, se duplicó el precio de la canasta básica alimentaria.
La AUH arrancó en 180 pesos y hubo tres actualizaciones, incluida la última, que la llevará a 340 pesos. Cuando ese aumento se pague en octubre, ya estará atrasado respecto del valor de la canasta básica alimentaria de un mes atrás.