Cuando hablamos de política, aquellos que se ubican entre los 16 y 18 años no suelen tener los miedos y los fantasmas de los adultos.

Hoy los miedos se refugian, entre otros, en los ministros y secretarios de Estado; en los intendentes, gobernadores y legisladores peronistas; en los empresarios en problemas; entre los sindicalistas deseosos de fondos; y en los medios periodísticos que necesitan de la suculenta caja oficial para sobrevivir.

Todos saben que no tienen que sacar los pies del plato, que deben evitar todo tipo de cuestionamientos al gobierno nacional, apoyar el voto a los 16 y la reforma de la Constitución Nacional para ir por la re reelección de Cristina Kirchner.

El ejemplo más claro es el de los gobernadores que están atravesando serios problemas a la hora de afrontar los pagos a proveedores y, sobre todo, los sueldos, aguinaldos y jubilaciones.

La mayoría opta por el silencio y por trasladarles sus inquietudes a los ministros Julio De Vido (Planificación), Hernán Lorenzino (Economía), Florencio Randazzo (Interior) o Alicia Kirchner (Desarrollo Social), cada vez que se cruzan en un acto oficial al que no pueden faltar para no figurar en la lista negra de los ausentes.

Lo mismo ocurre con los intendentes, especialmente del conurbano bonaerense, que son visitados en forma frecuente por el vicegobernador Gabriel Mariotto o que hacen cola para pedirle a De Vido o la hermana Alicia que le envíen los fondos para la obra pública prometida y que amplíen la asistencia social en sus distritos.

Frente a esto, Daniel Scioli no tiene mucho por hacer. Se ha refugiado en su gestión y en paliar los problemas más importantes de la provincia, como lo es, ahora, la ayuda para los pobladores y productores agropecuarios inundados.

Mientras tanto, Scioli quiere que el tiempo pase para sacarse una gran duda el año próximo. Si el kirchnerismo logrará los votos para la reforma constitucional y la re-re, o si se le abrirá una puerta para intentar ser el sucesor de CFK, a pesar de la oposición del núcleo duro del cristinismo y La Cámpora.

En cambio, al que el tiempo le juega en contra es al gobernador de Santa Cruz, Daniel Peralta.

Parece que ahora el cristinismo descubrió que Peralta no es lo que parecía, que tiene un origen peronista y sindical que no es de su paladar y que, quizás, no sea conveniente que siga gobernando.

Desde que Néstor Kirchner dejó de gobernar en Santa Cruz, con su mano dura, la provincia ya tuvo dos mandatarios provinciales que se fueron antes de tiempo, Sergio Acevedo, que tuvo luego un paso por la SIDE y Carlos Sancho.

Y los problemas financieros de la provincia van de mal en peor, aunque Peralta quiere resistir.

Por lo pronto, pagó el sueldo a los empleados públicos y ya le dijo a los intendentes que, ya que tienen excelente relación con el ministro de Vido, que se encarguen de conseguir fondos para pagar los sueldos de sus empleados y la obra pública ya que la gobernación no tiene más plata para darles.

Es más, si bien en privado sabe que son peligrosos los movimientos del secretario Legal y Técnico de la Presidencia, Carlos Zannini, en público castiga con sus palabras a De Vido, a quien calificó de interventor virtual de Santa Cruz.

Habrá que ver hasta dónde está dispuesto a avanzar la presidenta, a pesar de que en uno de sus discursos condenó los golpes institucionales.

El caso del cordobés José Manuel de la Sota es especial porque tiene una vieja disputa política con el kirchnerismo y quiere ser una alternativa de gobierno nacional para 2015.

Siguió la línea de su antecesor y aliado político Juan Schiaretti y llevó a la Corte Suprema de Justicia la pelea con la Casa Rosada por los fondos previsionales de la provincia.

De la Sota sabe que no va a cambiar la actitud del gobierno central y que no debe esperar un fallo rápido de la Corte.

Es otra cosa la que puso en juego y quedó de manifiesto con sus críticas a la administración de Cristina Kirchner, que dejó el contraataque en manos del ministro Lorenzino y del jefe de la Anses, Diego Bossio. Pero la pelea de fondo con De la Sota la dará ella misma.

El Gallego, como le dicen, ya avisó que el peronismo cordobés que lidera no irá con el Frente para la Victoria en las próximas elecciones y quiere que el kirchnerismo vuelva a ser la fuerza electoral débil que fue en algún momento de la última década.

Mientras tanto, hay otros gobernadores que no piensan levantar la cabeza y menos la voz cuando a pesar de que crujen sus economías.

En esa línea están, entre otros, José Alperovich en Tucumán, Sergio Urribarri en Entre Ríos, Jorge Capitanich en Chaco, Eduardo Fellner en Jujuy y Gildo Insfrán en Formosa.

Como se ve en la Argentina, muchos le temen a Dios, pero hay un nutrido grupo que le teme más que un poquito a Cristina.