Se las considera desproporcionadas e injustas. O arbitrarias en un estado de derecho. Y modificatorias de las reglas del juego de una sociedad que pretende incluirse en el mundo capitalista. Conformarían, además el tipo de escenario que presenciaremos en los tiempos que vendrán. O no será así, si los vientos cambian.
El pro-oficialismo aplaude, participa de los actos, vitorea la estrategia de la Casa Rosada y pide la profundización del modelo con el agregado de vamos por todo.
Paralelamente la Presidenta ha sido protagonista de un giro importante en sus discursos que la Casa Rosada considera un elogiable contacto directo con la gente sin intermediarios (que vendríamos a ser los periodistas). Las nuevas medidas lindantes con un férreo control de la vida cotidiana y el nuevo lenguaje presidencial han dado pié a numerosas observaciones de los especialistas.
Esos expertos en análisis de discurso lanzan advertencias de comunicaciones paternalistas, populistas, donde se dan órdenes y, con un ritmo a veces juguetón y confianzudo, la Jefa de Estado ataca a quienes la cuestionan y reta a los funcionarios o a los que se supone sus adversarios o sus obedientes empleados. En conclusión los que la siguen y escuchan pueden sacar como resumen que el gobierno no carga con las responsabilidades de la realidad, no tienen nada que ver con sus equívocos y mala gestión, sino que la culpa es de los otros, oposición, factores externos, crisis internacional, y los periodistas que opinan y muestran los entretelones.
Como si fuera poco ahora viene a sumarse la re-reelección. A falta de candidatos que sustenten las mismas banderas, varios líderes del oficialismo piden que Cristina Fernández, previa modificación de la Constitución, tiene que perpetuarse en el poder. No sólo lo hacen intendentes, gobernadores y punteros políticos y hasta sindicalistas y parlamentarios. Se han agregado al coro los llamados intelectuales de Carta Abierta. Según el diario La Nación, el Director de la Biblioteca Nacional y mentor de Carta Abierta, Horacio González, ha señalado que está de acuerdo con la extensión del mandato de la Presidenta. Faltaría -dijo- que la Presidenta diga si está de acuerdo.Tarde o temprano tendrá que expedirse. Es justo que lo haga porque hay muchas personas involucradas en esta situación.
¿Cómo encuadrar todas estas orientaciones, según los parámetros de la historia política? ¿Es sólo una tendencia a vulnerar los principios republicanos y liberales históricos del país? ¿Y si lo fuera? ¿Les importa a quienes respaldan todo lo actuado por el gobierno? En el actual momento reina, imperturbable, la vieja tradición argentina de la ciega y confusa confrontación. Si no estás conmigo, sos mi enemigo. Y al enemigo se lo enfrenta y se lo destruye si fuera necesario.
Esta manera de proceder se iguala a las del populismo con colores autoritarios. Norberto Bobbio ha enseñado que las definiciones del populismo padecen de ambigüedad conceptual. Para algunos es un movimiento basado en la premisa de que la virtud reside en el pueblo auténtico. El pueblo es asumido como mito. Fundándose en el postulado de la homogeneidad de las masas populares, el populismo se diferencia radicalmente no sólo de los movimientos de clase sino también de los movimientos interclasistas. En los sistemas populistas se resalta siempre un liderazgo de tipo carismático y la formación de una élite de iluminados, de intérpretes de la voluntad y el espíritu de lo que reclama la gente, en su mayoría. Son los únicos representantes de la defensa de la patria. Con ciertas ideologías extremas, el populismo comparte el desprecio por el orden constitucional y hasta se presenta como una protesta contra el sistema tal como venia funcionando. Más: desprecia lo anterior, lo considera inservible y perjudicial para la felicidad del pueblo. Los populismos juzgan que el igualitarismo democrático no es capaz de producir autoridad ni propuesta de futuro.
En los próximos meses se podrá comprobar la profundización de este modelo. Si hay perseverancia en las medidas o si hay virajes hacia uno y otro lado, según la marcha de la economía o si las cartas en manos del gobierno le despejan o no el camino hacia la seguridad de la permanencia en el poder.