Si hay algo que actúa en desmedro de los precios es el temor.

A nivel mundial, el actual temor en los mercados financieros se traduce en la búsqueda, por parte de los especuladores, de opciones lo menos riesgosas posibles.

En esta búsqueda, los especuladores ven en el dólar la opción de alta liquidez más segura.

A su vez, quienes están ubicados en opciones ligadas al euro tratan de huir y, así, promueven la desvalorización de esta moneda.

Por otra parte, la apreciación del dólar es también resultado de la salida de fondos de los mercados de granos, especialmente de soja.

La consecuente apreciación del dólar, con la excepción de EE.UU., incide negativamente en la capacidad de importación de los países. Es el caso de los que integran la U.E. y los de Asia.

El caso de China resulta especial porque su moneda se halla en buena medida vinculada al dólar. Aunque se peque de excesiva simplificación, podría decir que, por cada apreciación del dólar, este país queda afectado en forma similar a EE.UU.

Pero los demás países citados, tienen de esta forma menores incentivos a la compra de granos y subproductos. Obviamente, este aspecto cambiario afecta a los valores de los granos y, muy especialmente, a la soja.

Sin embargo, y por un tiempo, las condiciones fundamentales incentivan el sostenimiento o, al menos, descomprimen las fuerzas negativas que operan sobre los valores de estas commodities. La escasez de producción disponible es por ahora remarcable. Con sólo mirar los últimos cálculos sobre la cosecha argentina de soja, uno recuerda la baja en la oferta de este año.

Habrá que ver qué pasa en EE.UU. y posteriormente en América del Sur.

Pero el productor argentino debe tomar en cuenta no sólo estos aspectos del mercado granario, sino también los futuros escenarios a nivel local.

Nos referimos a lo que podría suceder en breve.

En tal sentido, puede decirse que los meses venideros serán de escasez creciente de divisas no sólo por el premio que reciben las importaciones y el castigo que tienen las exportaciones por el actual tipo de cambio desgastado por la inflación, sino también por el temor general que provoca el atesoramiento del dólar frente a la eventualidad de una nueva y abrupta devaluación del peso.

A ello se agrega la falta de horizonte para todo emprendimiento en un clima de incertidumbre sobre los derechos de propiedad.

Y por si ello no fuera suficiente, Brasil ha iniciado un camino de suave pero firme depreciación del real. Ello acentúa el problema cambiario argentino ya que aumenta la falta de competitividad local.

Lógicamente en este cuadro, las presiones sobre las autoridades monetarias para un nuevo salto en términos de devaluación serán crecientes.

Frente a la aversión de las autoridades para reconocer el problema cambiario, es muy posible que implementen un mercado desdoblado.

Esto significaría un tipo de cambio más desfavorable para los granos y los subproductos. De ser así, además de las retenciones, habría un dólar menor para la exportación de los productos de la agricultura, con un dólar mayor para los insumos y demás necesidades.