Si se plantan árboles que pierden sus hojas en lugar de especies perennes se contrarresta el número de cotorras y palomas torcazas, entre otras aves plagas, que comienzan a anidar en cercanías de cultivos en la pampa bonaerense y pueden convertirse en un problema como ya ocurre en otros lugares del país, según una investigación del Grupo de Estudios sobre Biodiversidad en Agroecosistemas (GEBA) de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (FCEN-UBA).

"En la provincia de Buenos Aires se incrementó la agricultura y cada vez hay más proliferación de árboles. Esa combinación trae más aves y podríamos llegar a tener problemas con la paloma torcaza y la cotorra, como ocurre en la zona del Espinal ubicada en Córdoba, La Pampa y San Luis, donde son consideradas plagas severas", enfatiza el doctor David Bilenca, director de GEBA e investigador del Conicet.

El panorama campestre difiere con el paso del tiempo y la mano del hombre. "Originalmente la pampa bonaerense era un gran pastizal, estaba desprovista de árboles, salvo algunos talas. Antes, había que subirse al anca de un caballo para otear el horizonte. Hoy, el paisaje ha cambiado porque se han plantado árboles alrededor de las casas o como sombra para el ganado. Asimismo, durante la instalación de los ferrocarriles fueron cultivados para ser usados como fuente de leña para las locomotoras. También crecieron como consecuencia de los arreos de animales que bosteaban y tiraban sus semillas en los campos", enumera Bilenca entre las posibles vías de ingreso de estos ejemplares, en su mayoría exóticos.

 

En el pasado

Por un momento, imaginemos cuál puede ser el futuro de aves instaladas frente a extensos sembradíos que proveen abundante alimento y que cuentan con eucaliptos u otras especies de gran altura, que brindan refugios alejados de depredadores y muy protegidos todo el año pues no pierden las hojas en invierno. Sin duda, son condiciones que invitan a la expansión. "La combinación monte y cultivos ha llevado a la explosión demográfica de diversas especies de aves que ya se han convertido en plaga en distintos puntos de la Argentina", remarca.

Para evaluar la situación antes de que sea demasiado tarde, el doctor Bilenca, junto con el doctor Mariano Codesido, llevaron adelante "la primera evaluación de la abundancia y distribución de las especies de plagas de aves en las pampas de provincia de Buenos Aires". Los estudios de observación los realizaron a lo largo de 35 sitios de 20 kilómetros de extensión cada uno, situados en las carreteras secundarias de territorio bonaerense. "Se identificaron todas las plagas de aves vistas u oídas en un radio de 200 metros alrededor de cada punto durante un período de 5 minutos. Además, se registraron la presencia / ausencia y la identidad de los cultivos y / o arboledas", precisaron.

Los resultados de la investigación indicaron mayor cantidad de aves plagas en aquellos sitios con presencia de arboledas. Y detectaron diferencias según las especies. Por ejemplo, las cotorras y las palomas picazuró se ubicaron mayormente en parcelas forestadas con ejemplares altos y perennes como eucalipto, mientras que las palomas torcazas se registraron en mayor proporción en arboledas más bajas y también perennes como pinos y casuarinas. "La mayoría de las especies de aves plagas en el área de estudio son más sensibles a la presencia de arboledas, que a la existencia de tierras de cultivo en el paisaje rural. Estos resultados tienen implicaciones prácticas, lo que sugiere que un control eficaz de las especies de plagas de aves en provincia de Buenos Aires puede ser alcanzado mediante el control de parcelas forestales exóticas de especies perennes", coinciden Bilenca y Codesido.

En otras palabras, dado que la mayor parte de las especies que se ponen en la provincia de Buenos Aires no son autóctonas, entonces la propuesta consiste en elegir aquellas que no atraigan tantas aves plagas y a la vez logran efectuar las funciones buscadas. "Si se plantan árboles de una altura no mayor a los 15 metros y de hojas caducas, -es decir que se caen en invierno-, atraen menos especies de aves plagas, e igualmente cumplen con el fin de brindar sombra en verano", concluye Bilenca.