Los militares de la dictadura --se supo incluso antes que se elaborara el informe Rattenbach-- utilizaron la légitima reivindicación sobre las Malvinas para intentar mantener a flote un régimen que se hundía, arreado por los muertos, los desaparecidos y la crisis económica . Detrás de ese objetivo, no vacilaron en empujar a la Argentina a una guerra absurda contra Gran Bretaña que se perdió. Que todavía tiene secuelas en las demandas de nuestro país en el plano internacional acerca del conflicto irresuelto.
Esgrimiendo, por fortuna, argumentos políticos y diplomáticos aferrados a las negociaciones y el mantenimiento de la paz, Cristina Fernández pareció ayer empeñada en sacar rédito político personal, o para su Gobierno, durante el acto montado otra vez con esmerada coreografía para realizar tres anuncios --sólo uno de sustancia-- respecto de la reciente escalada con Londres por el archipiélago.
¿Por qué motivo tal afirmación? Porque Cristina invocó supuestas políticas de Estado donde pareció no haberlas . Ninguna política de Estado, bien entendida, se limita sólo al consenso formal que significó la presencia en la ceremonia de opositores internos y externos. Desde el fuerte sindicalismo que lidera Hugo Moyano hasta la escuálida oposición partidaria y parlamentaria.
Esos dirigentes fueron convocados sin saber para qué debían asistir a la Rosada. Algunos resultaron llamados de apuro y hasta se les ofreció un ómnibus para ser trasladados.
Importaron sus presencias, no sus opiniones . Algo similar les sucedió a varios ex combatientes, cuyos lugares fueron ocupados cerca del Salón de los Patriotas por jóvenes de no mas de 30 años que vivaron a la Presidenta. Difícilmente algún ex combatiente tenga ahora menos de 50.
La decisión de desclasificar el informe Rattenbach --que juzgó la decisión política de la guerra y el comportamiento profesional de los militares-- incumbe al Poder Ejecutivo. Ese anuncio ya se había formulado y el informe, total o parcialmente , se divulgó durante estas tres décadas. La decisión de construir un hospital para asistir a los ex combatientes aún con huellas psicológicas de la guerra también corresponde a una facultad presidencial. Aunque quedaron muchas dudas, según expresaron ex combatientes, sobre si se trata de una novedad o de una simple reiteración, como acostumbra el kirchnerismo.
La idea de presentar una denuncia en el Consejo de Seguridad y en la Asamblea de la ONU acusando a Gran Bretaña de militarizar y depredar el Atlántico Sur bien pudo haber sido armonizada con la oposición.
Pero Cristina prefirió convertirla en una cuestión personal.
Políticas de Estado, apenas en la enunciación.
No será el de Cristina el primer gobierno argentino que haga una denuncia de ese tenor, después de la guerra perdida. Pero la coyuntura la justifica: la visita por seis semanas a las islas del príncipe Williams, el envío a la zona de un moderno destructor y los desvarios del premier inglés, David Cameron suenan como razones valederas.
La oposición, en cambio, viene intentando, en vano, hace tres semanas en el Senado un acuerdo con el kirchnerismo para presentar un proyecto en el Comité de Descolonización de la ONU que podría rebatir, en parte, las razones británicas para explicar su renuencia al diálogo.
Cameron ha reiterado que los malvinenses tienen derecho a la autodeterminación. Pero Gran Bretaña ha concedido a los kelpers status de ciudadanos británicos. Por ende, no constituirían una comunidad autonóma con derecho a aquella autodeterminación.
Sobre esa base, la Comisión de RR.EE. del Senado bocetó un proyecto conjunto, entre oficialistas y opositores, al cual los radicales osaron añadir una precisión.
“Lo tiene que resolver Cristina. No podemos seguir avanzando” , explicaron los K. Esa idea está dormida, o quizás muerta.
Cristina aprovechó el acto y los anuncios, además, para intentar empezar a reescribir también la historia de aquel tiempo siniestro. Para eso debió acomodar algunas piezas de su propio relato. Con acierto, muchas veces describió que los golpes en la Argentina fueron siempre cívico-militares . También el de 1976, cuando Isabel Perón quedó sola e indefensa. Para ella, en cambio, la guerra habría sido sólo una locura militar , que tuvo cierto acompañamiento social por obra de los medios de comunicación.
Pueden estar sucediendo tres cosas. O la Presidenta no tuvo, por entonces, noticias fidedignas de lo que ocurría porque residía en Santa Cruz (las comunicaciones no eran las de ahora), o no dispuso de tiempo para repasar la historia o está guionada con escaso rigor.
Vale refrescar tres episodios. El respaldo casi unánime de la dirigencia política y sindical al desembarco en las islas, con excepción de Arturo Frondizi y Raúl Alfonsín . La primera manifestación espontánea en la Plaza de Mayo y en muchas ciudades del interior el 2 de abril. La multitudinaria concentración en la misma Plaza el sábado 10 de abril --mientras “mediaba” Alexander Haig, secretario de Estado de Ronald Reagan-- cuando Leopoldo Galtieri advirtió que “si vienen (los ingleses) le presentaremos batalla” . Aquella manifestación fue convocada por el peronismo, en un documento que llevó la firma de Deolindo Bittel, por el radicalismo conducido por Carlos Contín y por las dos CGT, de Saúl Ubaldini y Jorge Triacca.
Cristina sostuvo ayer que no quería hacerse eco del periodismo inglés que endilga a las actitudes de Cameron por las Malvinas motivos de política doméstica . Tal vez, en ese instante, inconciente, haya estado pensando en ella misma.